-Narra Marco-
Después de discutir con mi padre por la paliza que le pegué a mi hermano al tomar mi auto sin permiso, salí a caminar un rato, bueno un par de horas en realidad. Me detuve a comprar cigarrillos y seguí caminando.
En todo el día no he podido parar de pensar en la chiquilla con la que me crucé esta mañana en el instituto. Parece unos dos o tres años menor que yo, pero eso no le resta nada a lo buena que está.
Luego de otro largo rato caminando con la vista en el cielo, sentí algo chocar contra mi pecho y agaché la vista para encontrarme con tremenda sorpresa, aquí está ella una vez más, en las mismas circunstancias, solo que esta vez parece totalmente destruida.
Dejé pasar unos segundos para ver si levantaba la vista y al notar que no lo hacía tomé su mentón obligándole a mirarme. La sorpresa en sus ojos fue clara, la miré fijamente y dejé escapar el humo que contenía en mi boca por todo su pequeño rostro entristecido, ella comenzó a toser de inmediato.
-Lo... Lo siento, n...no te vi.- tartamudeó ella volviendo su mirada al pavimento.
-Mírame.- le ordené tomando su mentón nuevamente.
Ella se notaba sumamente nerviosa y parecía nunca haber hablado con un chico, pero me parece condenadamente bella, esos ojos son de un azul intenso, cautivador para mi gusto. Sin duda alguna me servirá para divertirme un buen rato.
Desvió su mirada y tomé su rostro en la palma de mi mano para hacer que me mirara fijamente a los ojos, está cambiada, lleva su cabello más corto de lo que se lo había visto en la mañana, tiene un color castaño que le queda mejor que el anterior, pero nunca olvidaría esa carita.
Analicé todo su cuerpo desde sus pies hasta su cabeza, y valla que está como quiere esta niña.
-¿Me podrías soltar por favor?, me lastimas.- su voz interrumpió mis pensamientos.
-Claro, disculpa.- fue lo único que pude articular, estoy embobado. Sin duda esta niña iría a mi lista de trofeos.
-Es peligroso que estés a estas horas en la calle pequeña.- solté al ver que no decía nada.
Ella dudó para hablar y luego dijo, -Tengo problemas con mis padres, no quiero volver a casa esta noche, aunque sé que no notarán mi ausencia.
Una lágrima se escapó de esos hermosos orbes azules, secuestré sus mejillas en mis manos y ella retrocedió saliendo así de mi agarre.
-Descuida pequeña, no te haré daño.
-Sabes mi nombre, no me llames pequeña.
-¿Has de tener unos dieciséis años, no?
-Diecisiete, hoy cumplo diecisiete y no es algo de tu incumbencia.
-Que pesada.- dije analizando todo su cuerpo con mi vista una vez más y creo que le molestó.
-¿Puede usted dejar de mirarme así por favor?
-La pequeña tiene carácter. Anda cuéntame. ¿Por qué te escapaste de casa?- ella se dio la vuelta para irse sin decirme nada y la tomé del brazo.
-¡Suéltame¡- gritó. En sus ojos veo rabia y ¿miedo? Pero ¿a qué?, no pretendo hacerle daño.
-Perdona, no quería asustarte, solo quiero saber que te tiene tan mal. Sé que soy un desconocido, pero por algo se empieza ¿no?- ella asintió y me contó todo lo que hacía que estuviera así tan rápido que apenas entendí la mitad de las palabras que dijo.
-¿Tienes alguna amiga con quien te puedas quedar esta noche? No puedes estar sola a estas horas en la calle y menos por estos sitios, es muy peligroso.
-No, no tengo amigos, no salía mucho de casa en lo que viví aquí y acabo de cambiarme de instituto, solo conozco a dos gemelas que...
-¿Danna y Donna verdad?- la interrumpí y ella asintió.
Rogaba porque no tuviera a nadie para pedirle que se fuera a casa conmigo, pero las gemelas como siempre arruinando todo.
-¿Las conoces?
-¿Quién no conoce a ese par?, ¿Quieres ir con ellas?
-Bueno, no somos amigas, pero creo que no tendrán problema alguno con que me quede con ellas, pero no sé dónde está su casa.
-Si quieres te llevo, viven no muy lejos de aquí.- dije sin apartar mi mirada de la suya, ella asintió y siguió mis pasos.
Al cabo de unos quince minutos de camino llegamos a la pequeña mansión en la que viven las gemelas, toqué el timbre y abrió la señora de la servidumbre a quien conozco muy bien gracias a las veces que pasé a desahogarme con las gemelas.
-Joven Elordi, es usted.
-Señora Teresa. ¿Puede llamar a las chicas?- Rogaba porque estuvieran dormidas para llevarme a la chiquilla a casa, pero para mi mala suerte ambas estaban despiertas.
Alain no articuló ni una sola palabra así que les conté todo a las chicas y accedieron a que se quedara con ellas. Antes de irme le dejé mi teléfono celular para que me llamara si necesitaba algo, ella asintió y se adentró cerrando tras ella la puerta.
Me dispuse a volver a casa sin deseo alguno de enfrentarme a mi padre, pero la imagen de Alain en mi cabeza se presentaba sustituyendo todo lo demás.
Sin duda alguna ella será mi nuevo juguete, la verdad es que las gemelas ya no me llenan como antes. Quiero algo nuevo, tengo la sospecha de que no ha tenido novio lo que significa que no ha estado con nadie y nada me quitaría la oportunidad de ser el primero, dedicaré el timpo que sea necesario para enamorarla.
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Nota de la autora: Caras vemos, corazones no sabemos. Quien iba a decir que Marco no sería bueno, pues las apariencias engañan y este caso no sería la excepción. ¿Se dejará Alain engañar por él? ¿Caerá en sus garras? ¿Podría el cambiar de parecer y enamorarse de ella? Veamos lo que sucede, voten y comenten si les está gustando la historia. Hasta el próximo capítulo mis ojitos de koala.
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La vida de una adolescente ✓ [En edición]
Ficção AdolescenteTodos piensan que es fácil ser un adolescente, lo ven como una etapa más, un simple periodo de edad en la vida de todo ser humano. Pero nadie llega a pensar en el sinnúmero de situaciones por las que tienen que pasar a diario, las cosas a las que se...