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El Mirador.

-¿Qué-qué hacemos aquí?-tartamudeé y miré con más intensidad la vista frente a mí.

-No quieres salir y ver-él abrió la puerta y dejándome atrás salió, no dude un segundo más y abrí la puerta de mi lado y fue tras él, puse mis manos en el muro. -Aquí fue donde nos confesamos. 

-¿Por qué vinimos hasta aquí?-pregunté mirándolo.

Recordé las cosas que dije la última vez que estuve aquí. 

Promesas. Sueños rotos. Ilusiones vacías.

-¿Me recordaste mirando las estrellas?

-Sí-admití.

Entonces volteó a mirarme. 

-Ven aquí-me abrazó entre sus brazos cálidos.

-Yo también lo hice. 

-Pero eso solo pasará si nos separamos, ahora no estamos así.

-No, y espero que nunca. Ya no es lo mismo sin ti, nada es igual.

-¿A qué te refieres? 

-Cuando sonrió en medio de las personas, siempre busco tu mirada, pero si tú no estás me siento menos feliz. Anhelo que estés siempre a mi lado, sonriendo, pasando los mejores momentos... pero contigo. Porque Daidi, siempre has sido tú. 

Alcé mi vista hacia él.

-No puedo creerlo...

-¿Qué? 

-Oficialmente tengo veinticinco años. Ya son las doce.

-Te hablo de mis sentimientos y-puse mi dedo en su boca.

-¿Acaso no lo ves? Hemos crecido y avanzado juntos, te dije que ir a rehabilitación jamás sería una perdida de tiempo. Has progresado mucho, torpe. Estoy orgullosa de ti.

-Te amo, Daidi-confesó. 

-Y yo a ti-él levantó mi barbilla y se acercó estampando sus labios contra los míos. 

Regresamos a casa después de eso, apenas mi cabeza tocó la suave almohada mis ojos se cerraron.  Los días pasaron y visitamos los lugares a donde fuimos de jóvenes, nos tomamos muchas fotos para el recuerdo. 

Y mirando las estrellas, cuando oscurecía parecía sentirse verdadera paz en el ambiente. 

Estaba en el balcón de la habitación de Nolan, con mi pijama puesta, contemplando las hermosas luces que estaban a kilómetros de mí, tan lejanas, tan bonitas y tan llenas de luz, porque ni la oscuridad del cielo las podía opacar, nada podía impedir que brillaran tanto. 

-Aquí tienes-Nolan venía con mi taza de café humeante y puso una mano en mi hombro-¿Qué estás mirando, Daidi?

-El hermoso cielo-dijo aún contemplando, con mis ojos y mi cabeza dirigida hacia arriba. 

Volteé a verlo.

-¿Qué? ¿Por qué me miras así?

-No me hace falta ver algo más hermoso, cuando te tengo enfrente de mí. 

Reí.

-Estoy hablando en serio.

-No puedo tomarte en serio cuando tienes-apunté un lugar de mi cara para mostrarle que tenía alguna mancha en la suya.

-Aquí-asentí-Mostaza, que rico.

Soplé mi taza, para tomar un sorbo y él pasó su brazo por mis hombros. 

EFÍMERO  [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora