Capítulo 2 • You Found Me

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Era lunes y como era costumbre en mí, llegué temprano a la escuela

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Era lunes y como era costumbre en mí, llegué temprano a la escuela.

—Buen día alumnos —entró alegremente la profesora de Literatura, ella era la única con los ánimos por el cielo, todos a mi alrededor tenían cara de zombies; pues no era novedad, la mayoría habían salido de fiesta el fin de semana. Yo por mi parte había terminado aquel anime y me encontraba un poco más animado de lo normal—. Hoy tenemos una alumna nueva —dijo y miro hacía la puerta—, señorita Di'Angelo puede pasar —dicho esto la misma chica que casi me había atropellado aquel día ingresa por la puerta de madera, la cual ya era vieja, no me sorprendería si algún día terminará hecha añicos.

Mi lugar era en una esquina, oculto de todos. Sonrío divertido, está claro que la nueva alumna al verme trataría de evitarme, todos quieren evitar la vergüenza. Nuevamente estaría tranquilo, recosté mi cabeza sobre la mesa y le subí la música a mis audífonos. Fruncí el ceño al sentir un movimiento cerca de mi lugar, no presto atención. Nadie se acercaba a mi, pues decían que era muy intimidante. Algo toca mi hombro y al levantar mi cabeza, unos ojos negros me observan curiosos, bajo el volúmen de la canción la cual es “You Found Me—The Fray”, no creía en las coincidencias, pero ¿por qué ella justo aparecía en la parte la cuál la canción nombraba que en medio de mi oscuridad ella me había encontrado?

—Hola —sonríe y extiende su mano—, soy Rebbeca Di'Angelo —mi mirada pasa de su cara a su mano y así, la ignoró y recuesto mi cabeza nuevamente sobre la mesa—. Hey, es mala educación ignorar a las personas

—Lo siento, no me enseñaron educación —digo con desgano sin mostrar intenciones de moverme

—¿Cómo que no? —pregunta apenada y la vuelvo a mirar, su mirada está pérdida y su sonrisa ya no es tan radiante

—Que ilusa eres —me burló y ella parpadea atónita

—¿Tan rápido molestas? —sonríe abiertamente

—¿Por qué estás aquí? Hay más asientos —voy directo al punto y ella se sonroja. Oh, no...

—Eres el único que conozco, a pesar de que casi te atropello. En mi defensa, soy nueva en la ciudad —levanta las manos como si le estuviera apuntando con una pistola

—Estás loca

—Hey, espera. No flashes¹ confianza —fruncí el ceño confundido ante su vocabulario—. Perdón, perdón. Me gusta ver videos de argentinos

—Oh —solo pronunció

—¿Cuál es tu nombre? —pregunta

—No te lo diré —al terminar de decir esto la profesora habla

—Mateo Hwang, entiendo que nunca hagas nada, pero no distraigas a la señorita Rebbeca —bufo y ella me mira sonriente

—Es bonito nombre, ¿eres extranjero?

—¿Por qué haces tantas preguntas? ¿Nunca te callas? —ella sonríe de lado, quizá si la herí con aquello. Pero sin embargo negó con la cabeza

—Es una cualidad, aunque muchos no les parezca eso —susurro lo último, aunque pude escucharlo

—Como si supieras lo que es el dolor —dije para mis adentros y Celeste apareció

Es bonita, parece una gran calma —susurra como si alguien pudiera escucharla, pues nadie lo hacía. Solo era un producto de mi imaginación. Celeste había crecido, ella tenía 14 años allí

—Déjame en paz —murmuré y Rebbeca trato de esconder lo que aquellas palabras le causaron, pero fue en vano, pues sus ojos lo demostraban todo. Quizás en la vida real era igual; ¿vida real? Esto era eso; y Celeste se desvaneció.

—Lo siento por molestar, simplemente que no soy buena haciendo amigos —rió falsamente, conocía aquella risa de memoria, la escuchaba donde sea que iba. Era algo irritador

—¿Y por qué no fuiste con los demás?—pregunté curioso, es decir, ¿quién se acercaría al raro del curso?

—No sé, transmites una calma que es agradable.

—¿Calma? —reí irónico y ella asintió— ¿Siempre eres así de sincera? —ella volvió a asentir—. No soy una calma, diría que soy un tornado, destruyó por donde sea que pasó —murmuré y ella sonrío

—Eso porque no me haz visto a mi, mi mamá ya se canso de cambiar muchas cosas que he roto —parecía que no había entendido la referencia, pero preferí dejarlo así—. ¿Qué haz destruido? —mentes, ideales, corazones y familias.

—Alguna que otra silla —en parte era verdad, ella rió, podría acostumbrarme a ella, no era muy molesto estar a su lado, pero no la quería a mi alrededor. No cuando sabía que tarde o temprano se iría, tenía miedo. Pues los destructores también lo tienen.

—Por cierto, me dicen Rebbe, Becks o Becky. Llámame como te sea más fácil —se encogió de hombros y saco un cuadernillo lleno de brillos y colores vivos. Sin duda alguna ella era como una primavera o verano y yo me sentía como un crudo invierno.

—Me dicen Mat —susurré, sentía que algo no iría bien, pero no podía arrepentirme.

—Okey Mat, ¿en qué materia se supone qué estamos?

—Es literatura, toma —le entregué mi cuadernillo que al contrario de ella solo eran colores muertos.

—Gracias —susurró

—Ahora déjame dormir —gruñí y ella rió a la vez que asentía, coloque mi cabeza mirando hacia el lado contrario de donde Rebbeca se encontraba, pero al cabo de unos minutos me giré observándola. Fruncía sus labios y golpeaba su mejilla con la lapicera de manera pensativa. Cerré mis ojos y subí la música un poco más, se encontraba sonando una canción de James Arthur, consideraba que mi gusto musical era demasiado raro y variado. Nunca había un punto medio, pero me había comenzado a gustar el Rock. Siempre terminaba muy atraído por una canción y la escuchaba por días y días.

Mat, al fin y al cabo si me pierdes... otra mariposa llegará —volvió a aparecer Celeste y yo negué

—Nunca encontraré alguna que te remplace —¿Por qué Celi? ¿Por qué no me esperaste?

Valle de la Felicidad. [EUMCEE 2]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora