Hay veces que la vida te sorprende, yo solo quería seguir en mi zona de confort. Mi vida era una completa tormenta, hasta que la conocí a ella y me mostró lo que era la calma.
-Las mariposas siempre están en el valle de la felicidad -habló Rebbeca y...
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¿Todo fue un sueño? Sí, lo había sido.
¿Por qué parecía ser tan real? Incluso sentía que aún tenía los golpes de mamá.
Miré mi cuerpo, pero no había nada en el, solo aquella gran cicatriz en mi abdomen de hacia tres años atrás.
Tomé un cigarrillo y lo encendí llevándolo a mi boca.
—No entiendo que tiene esa arma de tentadora —hablo la chica de aquel sueño
Quité el cigarrillo de mis labios y lo observé—. No es divertido hacer algo que sabes que te está matando, ¿qué pensaran las personas por las que vives? —recordaba sus palabras de manera muy clara y tenía miedo, porque no era real y los sueños eran los que más destruían a las personas
—No pensaran nada —respondí al aire como si ella me escuchará
—¡Mateo! —llamo mamá desde la cocina y baje rápidamente, en su voz podía sentir el dolor—. Está aquí nuevamente Mat, dile que se vaya
—Tranquila mamá, respira —dije y logré ver la botella de whisky en un rincón. Mamá era alcohólica, desde que ella y papá se separaron. A causa del alcohol ella veía cosas o personas, la que más nombraba era a Celeste. Recordaba muchas escenas en las cuales ella había roto muchos cuadros o me había golpeado diciendo que había hecho caer a Celeste. Mamá podía tener algún transtorno mental, pero al fin y al cabo era mi madre, no podía evitar amarla. Era lo único que me quedaba y yo era lo único que le quedaba a ella.
—¡Ella me persigue! —grito a la vez que salía corriendo, trate de detenerla, pero fue en vano. Ella se cortó con trozos de vidrio de la botella que tiro anteriormente. Giro sobre su eje y me miro, después de eso me golpeó. Sin razón alguna, a veces culpaba al alcohol o a su transtorno, pero sabía que era porque quizás era la única persona la cual seguía aquí y ella quería que me fuera. Tenía miedo, sentía que si me iba mamá moriría.
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—Hwang Mateo —levante la mano dando señal de que estaba en clases, aunque mi mente viajaba por todos lados. ¿Por qué había soñado con aquella chica como si de verdad hubiera estado conmigo?
—Si no vuelvo... los amé —las últimas palabras de Celeste resonaron en mi mente y observe los garabatos que estaba haciendo en mi hoja, tenían forma de mariposa, por lo cual lo borré. La profesora de arte se acercó a mi y detuvo mi mano con delicadeza. Al mirar mi dibujo sonrió genuinamente
—Es hermoso, no lo borres —y siguió su camino pasando por entre las mesas del aula
—Profesora... —la llame y ella me miro confundida, quizá sea la primera vez que le dirigía la palabra—. Mmm... ¿Usted conoce el valle de la felicidad? —por un momento quedó pensativa y luego negó
—Nunca he escuchado sobre ello, supongo que cada cual construye su valle de la felicidad —sus palabras sonaron igual que las de Rebbeca. ¿Ella sería real? ¿Se encontrará en esta ciudad, país, planeta, época? Rebbeca Di'Angelo, no era muy común aquel nombre
—¡Hola! —escuché alguien detrás, pero no hice esfuerzo alguno por girarme
—¡Samara! ¿Qué haces por aquí? —hablo la profesora, el nombre de la chica se me hacía conocido
—Pues no mucho, ya sabes. Solo andaba paseando por los salones de la que una vez fue mi escuela
—Haz crecido demasiado, ya tienes 22 años. Como pasa el tiempo, ya me siento demasiado vieja —ríe la profesora
—Ni que lo diga profe, no parece. Ha pasado demasiado tiempo, siento como si fuera ayer cuando con los muchachos la hacíamos enojar —la chica ríe y su teléfono comienza a sonar con una canción la cual reconozco de inmediato. Giro, pero la chica ya ha salido del salón. Esa canción era la del sueño, la del GPS. Quiero seguirle, pero parecere un loco, quizá solo sea una confusión y solo la ha colocado allí porque le gusto. Continúo observando aquella mariposa, coloreo las alas de color anaranjado
—... Apuesto que era muy bonita —sus ojos contenían lágrimas y era la segunda vez que la veía llorar, pero aún así sonreía. Sonreía como si sus sonrisas fueran lágrimas que nunca quiso mostrar, como si fuera destrozada por dentro lentamente y no le importara poner a los demás antes que ella
—Era hermosa, tenía los ojos verdes y su cabello era de color cuando el sol da en las hojas de otoño o el color más lindo del anaranjado atardecer —las palabras de aquel sueño llegaron a mi de manera inmediata. Dejé el lápiz en el escritorio y saque mi celular, no tenía amigos por lo cual solo tenía agendado a papá y a mamá. Los números de mis familiares se habían perdido así como ellos; mamá era hija única, por lo tanto no tenía aquel tío con el cual podía bromear o ir a conquistar alguna que otra chica. Solo me tenía a mi... Y eso era lo peor, porqué ni yo me quería tener.
| | • Flashback • | |
—¡Mat! Mírame, ¿verdad que soy hermosa? —sonrío Celeste y asentí
—Eres la princesa más hermosa de todo el reino —le dediqué una sonrisa y ella movió la varita que papá le había regalado por su cumpleaños número cuatro. La doctora decía que bajo la cama de Celeste había un monstruo y que debía cuidarla para que esté no se la llevará. Así que tenía una cama a su lado para quedarme a cuidarla
—Fuchi dragón feo, no te llevarás mi cabello —apunto la varita hacia mi y me caí al suelo fingiendo morir
—Mat, ¿te hice daño? —se acercó ella con preocupación y negué
—Solo estoy jugando Celi —reí y ella me golpeó suavemente
—Si funciona, el monstruo ya no se llevará tu cabello —le sonreí y ella rió
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—Hola Dios, soy Mateo Hwang. Escuché a la maestra de enseñanza bíblica decir que tú nos dabas las cosas que queríamos y nos escuchabas con más facilidad por ser niños... Yo te quiero pedir algo, no es para mi; es para mi hermana Celeste, ella ya no quiere que se le caiga el cabello, sus compañeros la llaman fea, y no es verdad. Ella es hermosa, con cabello o sin el, aunque no te pido eso porque sus compañeros la llamen fea, más bien es que me dijo la doctora que cuando el cabello deja de irse es porque el monstruo que se esconde debajo de la cama de ella se ira. Ya he intentado espantarlo con la espada que le pedí a mamá que me hiciera, pero no funciona, es muy valiente. Te pido que lo hagas, aún estoy un poco confundido con todo, pero cuídala. Sé que el otro día el niño que me peleaba te pidió una bicicleta y la obtuvo, yo solo te pido que espantes al monstruo. Dijo la maestra que eras como león, así que solo debes rugir y ya, ten cuidado de no espantar a Celeste, ella es muy sensible y le dan miedo los leones. Gracias Dios; con cariño y amor: Mateo Hwang.