Hay veces que la vida te sorprende, yo solo quería seguir en mi zona de confort. Mi vida era una completa tormenta, hasta que la conocí a ella y me mostró lo que era la calma.
-Las mariposas siempre están en el valle de la felicidad -habló Rebbeca y...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El tiempo pasaba tan lento y rápido al mismo tiempo que me era confuso. Hacía una semana atrás había recibido una llamada de Katherine Coya en la madrugada informando que necesitaba que acompañará a su hija. Todo era un caos cuando llegué y el sabor a tristeza en el aire estaba presente todo el tiempo. Nos encontrábamos en la casa de Rebbeca, luego de obligarla a que debía cambiar su ropa y tomar un baño, ella negó demasiadas veces, pero la cargue cual bolsa de papas, llevándola a su hogar.
—Toc, toc —toqué la puerta de su habitación y escuché sus sollozos, por lo tanto me senté fuera de su habitación. En mi vista se hizo presente un gran perro blanco, este olfateo mi cara y la lamio. Ya había dejado de tenerle miedo, pues ambos estábamos para lo mismo: Cuidar a la chica que yacía dentro del cuarto llorando—. Olaf —le susurré y él solo rasguño la puerta queriendo entrar—. Rebbe, ¿dejarías entrar a estos príncipes que vienen a tu rescate? —bromeé, escuché como abrían la puerta y la observé; sus ojos se encontraban rojos y las ojeras delataban que no había dormido por días—. Te ves horrible —le sonreí y ella solo se encogió de hombros
Llevaba días buscando a la Rebbeca que hacía bromas de como me veía, pero los papeles se habían invertido—. No puedo, Mat —cayo al suelo como si cargará demasiadas cosas
—No tienes que llevar todo sola, antes me dijiste que Dios llevaba y nos libraba de cada una de nuestras cargas y cadenas, déjalo todo en él, Rebbe
—No sabes lo que se siente, ella es mi hermana, tengo mucho miedo...
—Sí, sé lo que se siente... —susurré y ella abrió los ojos grandemente
—Lo siento, no quise decir eso, solo que...
—No te preocupes, Rebbe. Oye, es Samara, lo sabes, ¿no? Es fuerte, ambos la conocemos, además no hemos terminado la serie —la abracé fuertemente, también tenía miedo de perder a Samara, ella también era parte de mi vida en estos momentos. Era la única que me comprendía siendo coreano, además ya me había acostumbrado a su presencia.
—No tengo nadie además de ella, Mat. Si ella se va, una parte de mi se ira con ella y siento que nunca más me volveré a encontrar. Tenemos demasiados planes, aún no la he visto enamorarse, ni disfrutar de un viaje juntas, tengo miedo... Porque si no vuelve, quizá también yo desaparezca —me separé rápidamente y está imagen de ella me destrozaba demasiado, quería verla sonreír nuevamente, pero no podía hacer nada—. Se me hace eterno el tiempo en el que ella se encuentra en aquella camilla y no he podido hacer nada, si hubiera evitado que vaya esto no habría pasado...
—Eso no soluciona nada... —Becks asintió frenéticamente
—Lo sé, ¡Lo sé!
—Si tú te vas yo tampoco tengo a nadie, Rebbe —sus ojos volvieron a cristalizarse y apoyo su cabeza en mi hombro
—Perdón... —negué
—No, no tienes porque pedir perdón. Esta bien llorar
||• • • • • ♪ • • • • •||
Me había quedado dormido, intenté moverme, pero algo hacía peso en mi brazo izquierdo. La cabeza de Olaf se encontraba posada en el estomago de Rebbeca y esta dormía plácidamente en mi brazo, sonreí cuan tonto enamorado y silenciosamente salí de la habitación, estiré mi cuerpo y al pasar por el cuarto de Samara algo llamo mi atención, un collar colgaba en su mesa de luz, una mariposa
—Las mariposas siempre están en el valle de la felicidad —ubique a Celeste en miles de pensamientos que tuve
—Señor, por favor. Cuida a Samara, son tus planes, no puedo negar que no pasen, pero no te la lleves, ellos ya perdieron mucho...
—¿Qué tanto temes? —escuche de manera clara su voz
¿Qué tanto temía? No quería que ella sufra, pues solo por el hecho de que conocía aquel sentimiento de no tener a nadie que pueda acompañarte
El sonido del celular me saco de mis pensamientos y la llamada era de Katherine, atendí rápidamente y solo escuché la respiración entrecortada.
—Tienen que venir de manera inmediata al hospital, Mat. —su voz desesperada me dio miedo, pero antes de que pudiera hablar, Kat ya había cortado la llamada
Me dirigí a la habitación y desperté a Rebbeca, de una manera suave evitando provocar un susto en ella o algo similar
—¿Mmm? ¿Qué pasa? —Olaf se removió, optando por levantarse cuando la chica que tenía por almohada se levantó somnolienta
—Tu madre me llamo, dice que debemos ir de inmediato... —ella se levantó apresurada, la vi salir rápidamente y tome sus zapatillas al ver que andaba descalzo. Abrió la puerta y salió hacia afuera entrando en el auto, agarré las llaves y unos abrigos, también su celular y el mío. Olaf salió por la puerta sabiendo que no teníamos tiempo de andar regañándolo con charlas del por qué no podía quedarse adentro cuando nos íbamos. Subí del lado del conductor y nos fuimos rumbo al hospital.
Por el rabillo del ojo ví como Rebbeca mordía nerviosa su labio y jugaba con sus dedos, la sostuve de su mano, ella me miró por lo cual le sonreí.
—Everything will be fine (todo va a estar bien) —le susurré y sonrió
—Thanks you —su mano era cálida, pero temblaba ligeramente
Llegamos al hospital y bajo apresuradamente, la vi chocarse a varias personas en su camino. Tomé las cosas que había buscado y estacioné el auto rápidamente, cuando entre muchos recuerdos llegaron a mi mente como dagas. Celeste se había de ido aquí con el monstruo, no quería que nuevamente un monstruo con diferente nombre arrebatara a otra persona de mi lado. Mi cuerpo se apresuro intentando llegar de manera rápida a donde estaba Rebbeca con su familia
—Buenas noches —hablo el doctor mirando todas nuestras caras lentamente, como si lo que fuera a decir en este momento nos afectaría y tenía mucha razón—. Lamento decir esto, pero Samara Di'Angelo no es posible que despierte —escuché un grito ahogado, vi como el cuerpo de Rebbeca caía al suelo y logré atraparla a tiempo—, lo hemos intentado todo, en este momento es su decisión si quieren proceder a desconectarla de las maquinas respiratorias...
—No, no la desconectaremos —hablo decidido Efraín y observe como lagrimas escapaban de sus ojos—. Aún creo en el Dios de lo imposible, el da la vida y la quita —conocí el tono de su voz, trataba de convencerse de ello, sabía que era difícil—. Hasta que Dios no se la lleve con él, yo no firmaré nada sobre desconectarla