Hay veces que la vida te sorprende, yo solo quería seguir en mi zona de confort. Mi vida era una completa tormenta, hasta que la conocí a ella y me mostró lo que era la calma.
-Las mariposas siempre están en el valle de la felicidad -habló Rebbeca y...
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"Encontrémonos aquí al terminar de sanar." —Rebbeca.
Miré por quinta vez la nota en mis manos, la había dejado en el valle de la felicidad. Se había ido hacía un mes ya, la extrañaba, ese día no hablamos, solo cruzamos miradas y sus ojos eran los más hermosos que alguien podría conocer.
Suspiré y Olaf lamió mi cara—. Olaf, ¿qué hablamos de hacer eso? —él solo salió corriendo detrás de una mariposa.
Miré hacía el cielo largando el suspiro, quedaba la última herida.
Me levanté de aquella banca y salí camino a dejar a Olaf en su casa, desde que Rebbeca no estaba yo me ocupaba de pasearlo, ya que, Samara tenía ataques de pánico debido a lo que había ocurrido. Al dejar a Olaf me dirigí a donde debía curar la última herida.
El hospital quedaba a quince minutos en auto, así que tardé media hora caminando, iba perdido en mi mundo mientras de fondo escuchaba alguna canción que tenía en mi playlist.
¿Qué le diría? Hacía quizás cuatro años que no veía a mi padre, lo extrañaba todos los días, pero nunca tenía comunicación con él. Sentía que me había criado solo, quizás así lo fue. Mamá desde que tenía diez años solo bebía y se encerraba sola, papá a veces intentaba fingir que todo estaba bien, muchas veces lo oía llorar a escondidas. Quizá nunca fui suficiente como hijo y ahora estaba aquí, buscando a mi padre... Todo el proceso de sanar era doloroso, enfrentar aquellos miedos que siempre estuvieron, pero que te hiciste amigo por tal de no enfrentarlos, solo que lo único que logras es que el miedo se fortalezca, porque sabe que no puedes moverte cuando aparece.
Al llegar al hospital mi cuerpo temblaba, no sabía como iba a reaccionar cada uno, ¿qué pasaría si no quería verme? No podía volver para atrás, ya estaba aquí.
Cuando me acerco a la recepcionista me mira.
—Hola, ¿en qué puedo ayudarle? —me dedica una sonrisa sin mostrar los dientes.
—Mmm... Quisiera saber si se encuentra el paciente Hwang Min-Jun. —ella hace una mueca y observa unos papeles.
—Lo siento, no podemos dar información de los pacientes, debido a la prote-
—Soy su hijo —ella abre los ojos, quizás un poco sorprendida, porque tal vez levanté la voz, pero entonces busca algo entre unos papeles debajo de la mesa.
—Ya le dieron el alta, hace más de un mes, pero dijo que si su hijo venía, lo cual no era posible, le tenía que dar esto. —acerco un sobre a mis manos, lo tomé de manera temblorosa, nunca pensé que se hubiera preparado para hablar conmigo.
—Gr-gracias —mi voz falló por los nervios al no saber que contenía la carta aquella, me fui lentamente de ahí, ¿qué pasaba si no quería verme?
—¡Ya! ¡Deja de suponer cosas, Mateo Hwang! —miré la carta y decidí caminar hacía algún parque donde pudiera sentarme a leer en paz. Al llegar miré alrededor, pero no había mucha gente.
Abrí lentamente aquel sobre y me fije que en él decía: Hwang Han-Seon.
En una ocasión le había preguntado a papá como sería mi nombre en coreano, pero me había dicho que no había una manera especifica, dado que "Mateo" era hispano, así que me dijo que podría llegar a ser Haneul Seonmul porque contenía el mismo significado que Mateo, aún así era demasiado largo, así que dijo que se podía abreviar como: Hwang Han-Seon y que de esa manera permanecía el significado de mi nombre.
Pasé mis dedos delicadamente por el sobre y una lágrima traviesa se escapó. Antes a mi mente me llegaban muchos pensamientos sobre mi familia, en las graduaciones me encontraba siempre solo, incluso en aquellos momentos importantes de tu vida donde no sabes hacía donde ir y necesitas un consejo, quizá por eso había comenzado a fumar y a beber, porque tal vez de esa manera podía obtener lo que siempre quise: atención. Para papá siempre fue un golpe fuerte la depresión tras la muerte de Celeste, luego ver a la persona que más amaba hundirse en el alcohol y yo, yo era solo un niño, yo no sabía que significaba la muerte, por eso los odié tanto, porque en ese entonces les recordé que ya no verían crecer a Celeste como yo estaba creciendo en ese momento, porque en ese entonces nadie pensó en mi. Sin temer abrí la carta, enfrentando por fin aquel miedo, teniendo cara a cara lo que siempre temí; volver a saber de mi papá.
Querido Hijo:
Puede que te estés preguntando el por qué de esta carta, siendo sincero siempre quise escribirte, pero nunca supe cómo empezar.
Sobrevivir a una despedida es complicado, más cuando debes despedir a un hijo. En el momento en el que escuché decir sus últimas palabras quise mantenerlas siempre conmigo, no quería que el cáncer ganara aquella batalla, pues yo también estaba luchando contra aquel monstruo. Ellie tenía mucho miedo, tuvimos poco tiempo a aquella niña riendo para nosotros y no nos alcanzo, no pudimos enseñarle sobre matemáticas ni tablas de multiplicar, ni sobre enamoramientos repentinos, tampoco pude ver como se graduaba, pero entonces veía como crecías rápidamente y también te me escapabas de las manos sin ningún tipo de freno. Cuando me di cuenta mi matrimonio dejo de funcionar, tu estabas por cumplir 16 años y ya no celebrábamos tu cumpleaños, porque entonces entendíamos que Celeste ya no estaba, porque nadie quería entender que eso estaba pasando.
Todo estaba en ruinas, y ya no podía construir nada. Soy cobarde, porque en ese entonces la única salida que vi fue huir.
Al dejar todo no podía parar de pensar en ti, quería mejorar para que no sufras al ver a tu madre y creer que todo lo que ocurría era tu culpa, intenté comunicarme contigo, pero tu madre siempre estaba bajo efectos de alcohol, así que decidí volver a la ciudad para verte, pero tuve una decaída con mi medicamento. No quería encontrarte en el hospital, pero me puse muy feliz al verte, la chica que te acompañaba fue muy amable. Unas semanas después se acerco a hablar conmigo y me contó el motivo por el cual ella se encontraba ahí, fue muy triste, pero todos podemos salir adelante.
Quiero contarte que al pasar el tiempo mientras me reestablecía a mi mismo, conocí a Samantha, la cual fue de mucha ayuda para mi, ella tiene un hijo llamado Iker que cumple catorce años en la siguiente semana, quizá sea muy temprano para decirlo, pero me gustaría que los conozcas, quisiera verte y poder hablar en persona.
También quería contarte, pero tienes una hermana pequeña llamada Skyler. Ella tiene un año y dos meses, tiene el pelo rubio y tiene similitudes contigo, se parece mucho a Celeste he de admitir, pero quiero hacer las cosas bien, por eso mismo, quiero verte hijo.
Quiero volver a empezar, sé que no se puede cambiar el pasado, pero se puede arreglar el presente, así que por eso mismo quiero estar de ahora en adelante para ti.
Con Cariño, Hwang Min-Jun. (Tu padre)
PS: Si decides hablarme dejaré mi número y mi dirección.
Numero: XXXXXXXX
Dirección: XXXXXXXXXX
—Tengo una hermana —eso fue lo que le dije a Valerie entre lágrimas cuando llegué a casa.