Capítulo 5 • Mat, no soy real

70 11 11
                                        

• | Semanas Después | •

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

• | Semanas Después | •


—Mat, ¿por qué llegaste a la conclusión de que mi madre nunca sufrió? —preguntó y la mire fijamente
—Eres cristiana, no conoces la tristeza —pronuncié y ella río a carcajadas

—Soy cristiana, no un robot Mateo. Seguir a Jesús no significa que no habrá tristeza en el camino, es aprender que a pesar de los problemas no estarás sola resolviéndolos.

—¿Eso qué significa?

—¿Conoces la ley de atracción? —pateo una roca y está salto sobre la calle

—Sí, pero no entiendo a que quieres llegar con esto.

—Si no quieres hacer el mal llega a una situación para forzar tu actitud a hacerlo. No quieres seguir el mal camino y llegan problemas para que lo hagas.

—¿Cuáles fueron tus problemas? —agacho la mirada y susurró algo que no entendí

—Una de mis situaciones fue volver aquí —dijo y no le creí. Sus ojos advertían que estaba mintiendo

—No es nada grave

—¿Cuáles fueron tus problemas Mateo? —preguntó, mire a mi alrededor. Celeste no estaba

—Perdí a mi hermana —respondí, lo hice consciente, pero igual por dentro me arrepentía

—¿Por? —era la primera que reaccionaba así, todos decían "Lo siento mucho, está en un lugar mejor", Rebbeca solo preguntó "¿Por?"

—Falleció de Cáncer cuando tenía cinco años

—¿Cuántos años tenías?

—Recién cumplía diez años

—Lo lamento mucho. Apuesto que era muy bonita —sus ojos contenían lágrimas y era la segunda vez que la veía llorar, pero aún así sonreía. Sonreía como si sus sonrisas fueran lágrimas que nunca quiso mostrar, como si fuera destrozada por dentro lentamente y no le importara poner a los demás antes que ella

—Era hermosa, tenía los ojos verdes y su cabello era de color cuando el sol da en las hojas de otoño o el color más lindo del anaranjado atardecer

—Era preciosa —miro una esquina, Celeste estaba allí con lágrimas en sus ojos

—Lo era, fue mi felicidad... y la perdí —Rebbeca volcó su mirada en mi

—No la perdiste, ella sigue ahí —señalo mi corazón—. Tu decides si perderla o no

—¿Por qué eres así?

||• • • • • ♪ • • • • •||

—Hola —digo cuando veo a mamá en la cocina sentada mientras mira un punto fijo

—Llamó tu padre —pronunció y me quedo estático. ¿Había llamado? ¿Era real? ¿Era un sueño? Si lo era no quería despertar, por lo cual no me pellizque

—¿Qué dijo? —pregunte rápidamente. Mamá tenía los ojos llorosos, se encontraba con ojeras. Entonces me miró, logré ver en su mirada sus pensamientos, arrepentimiento, dolor, alegría, decepción. Aunque no sabía a quién iban dirigidos.

Tenía miedo de lo que podía ocurrir, entonces ella tomo la botella a su lado y bebió todo el whisky de ella. Ví a Celeste en una esquina de la habitación, observando con miedo. Mamá aparto la mirada y una lágrima cayó lentamente por su mejilla

—Él dijo que dejarás de llamar y dejarle mensajes en el buzón —y me lanzó la botella, logré esquivarla a tiempo por lo cual se estrello contra la pared—. ¡¿Por qué le dijiste que soy una alcohólica?! —dio un puñetazo en mi estómago lo cual hizo que me colocará de rodillas, logrando que en ellas se clavaron aquellos trozos de vidrio

—Perdón —pronuncie como pude, mi voz no salía. Ella se acercó y continúo con los golpes, mi cabeza dolía, sentía demasiado pesado el cuerpo. Me estaba rindiendo. Vi a papá, a mamá sin alcohol en la sangre y también encontré a una Celeste de 3 años... Con sus rizos, sin el monstruo; sin cáncer. Me encontré siendo perseguido por sus fantasmas, ellos me señalaban y gritaban que me muera. Dolía, dolía demasiado y no me queje cuando mamá me golpeó, pero ella se acercó al cajón y saco un cuchillo de allí con un mango de madera.

Tuve miedo de mamá o tal vez ya no era ella.

—¡Te voy a matar! —grito y trate de correr, era en vano. Mis pies no respondían a lo que les decía. La mujer se acercaba con el cuchillo en alto, Celeste lloraba desde aquella esquina y se acercaba lentamente.

—Perdón, solo quería ayudarte... —golpeó mi mejilla con la madera de aquel cuchillo con el cual me estaba por matar

—¡Cállate! —sentía mi mejilla palpitar. Estaba aterrado, me iba a matar la mujer que me dió la vida. Miré a Celeste, pero ya no estaba. Levantó el arma filosa y la clavo en mi brazo, grité de dolor y mis lágrimas caían como si de un río se tratará. Cuando lo retiro, el suelo se llenó de sangre. Moriría así... Sin conocer el valle de la felicidad, moriría en el valle de la oscuridad.

—¡Ellie Arias, ya perdiste un hijo! ¡¿Matarás al otro?! —y freno el cuchillo justo cuando estaba por dar en mi abdomen, me levanté rápidamente como pude, le grite a mi cuerpo que se moviera y corrí, hasta llegar a mi cuarto. Cerré con llave y puse un mueble para que no entrará.

Celeste me miraba sentada en mi cama

—¿A qué le temes? —pregunto y yo la mire burlón. El suelo se encontraba rojo y arranque un pedazo de mi remera colocándola alrededor de mi brazo, logrando que el sangrado se detenga

—A mamá —ella frunció el seño, no sabía si fingía o si la pregunta era así realmente

—¿Por? —Celeste era curiosa, pero no entendía el por qué lo preguntaba si ella había presenciado la escena

—¡Casi me mata! —grité y el eco se hizo presente—. ¿Por qué no me ayudaste? Siempre estás, pero nunca me salvas. ¡Sálvame, solo no puedo! —le reclamé y ella se levantó caminando hasta que quedáramos cara a cara

—Mat... No soy real —sonrío a la vez que una lágrima caía por su mejilla y desapareció... para siempre.

Valle de la Felicidad. [EUMCEE 2]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora