Capítulo 42 • Está bien no estar bien

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Mamá me miró confundida—

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Mamá me miró confundida—. Claro, ¿qué sucede, Rebbe? —mis piernas temblaron, ¿si la dañaba? ¿y si todo salía mal? Suspiré, se trataba de mi, de mi salud mental.

—¿Hago café? —pregunté y ella asintió—. Perdón —dije mientras colocaba el agua para calentar. Ella me miró confundida

—¿Por qué te disculpas, Rebbe?

—¿Puedo decirte algo? —ella asintió—. Hay días que me siento cansada, pero no físicamente, me refiero a mentalmente. Muchas veces sobrepienso demasiado. A veces quería hablar de esto contigo, pero no sabía cómo. Siempre tuve miedo, porque estuve buscando ser perfecta, no cometer errores, estar siendo el ejemplo, queriendo que todos me vean y que no se den cuenta que en realidad estoy completamente rota —mis lágrimas ya caían, era algo que no quería que pasará, pero aún así continúe con mi discurso, ahora me senté frente a ella, estábamos cara a cara, pero no la podía ver—.
Que estoy tan rota que ya no me puedo armar, que a veces se me dificulta encontrar el pegamento y que muchas veces estoy sola, porque no dejo que nadie se acerque a mi vida, porque entonces siento que me ven como realmente soy y pienso que se van a decepcionar, pero lo que más miedo me da es decepcionarte... —la miré, sus ojos estaban llorosos.

»También te pido perdón por escuchar tu conversación con papá, no fue mi intención. No sabía que tenía tantas cosas en común con los tíos, a veces lo evitaba tanto... En serio que lo evitaba, porque sé que te duele hablar de ellos, porque se nota en tu mirada que los extrañas, no sabía que Samay amaba tanto los animales como yo, quizá la ves reflejada en mi... Sé que suena egoísta pedirte esto, pero te pido que me veas a mi, a Rebbeca, a tu hija... Ma, antes odiaba ser yo porque me encontrabas igual a ellos, yo no quería ser algo que te causaba dolor, quería que me veas como Rebbe, solo Rebbeca, aquella que se refugió y se ocultó siempre por miedo, por miedo a todo.

Perdón por no decirte todo esto nunca, pero muchas veces me perseguían las palabras que me decías como "eres igual a Samay". A veces quería solo que me felicites, no quiero reclamarte nada. 

No te conté ma, pero si quería saber de ellos, pero te ví llorando tan rota, que no quise. Supuse que aun estabas curando heridas.

Me di cuenta que todo estaba mal cuando toqué fondo, yo pensé que esto no me iba a pasar, es decir, siempre pude con todo. Cuando Samara casi no resistió, no pensé en mi, lo primero que pensé fue que no querías que pierdas alguien más. Siempre pensé en ti, por eso no podía darme mi prioridad y eso me costó muchos años, muchas lágrimas y muchos nudos.

Me ahogué mucho tiempo, porque no tenía a nadie a quien contarle como me sentía, eres mi mamá y tal vez en algún momento de mi vida me gustó hablar contigo, pero había otros en los cuales no teníamos comunicación, porque no nos lográbamos comprender, quería hablarte y que me veas a mi, pero a veces, solo a veces me hubiera gustado no ser yo.

Me daban miedo las amistades, por eso solo me refugiaba en los primos, me daba miedo que me vean como realmente soy, por eso alejé a Mateo. Porque aunque me gusta, no quiero lastimarlo, y aún sigue esperándome.

Nunca pude contarte sobre las personas que me gustaron, porque según todos yo no me enamoraba, porque era difícil que alguien lo haga, pero solo lo aparentaba, porque la gente me puso ese estereotipo y yo creía que debía cumplirlo, aunque eso me duela.

En algún punto de mi vida me di cuenta que estaba bien sentir. Que estaba bien estar mal, que si quería gritar podía hacerlo, que podía expresarme y que no tenía que hacerlo de la manera correcta, que había gente que quería escucharme.

No quiero que sientas que todo estos son quejas, solo quiero que sepas que en algún punto nos lastimamos, que ambas nos dañamos, y quiero que nos perdonemos, que estemos nuevamente bien, que quizá todo lo que te he dicho te sirva para que Alexei pueda crecer mejor de lo que lo hicimos Samara y yo —la miré como pude, mi vista estaba completamente nublada debido a las lágrimas.

—Rebbe, yo... lo siento... A veces los extraño mucho, y solo quiero que estén acá, porque aún odio el hecho de que solo yo sobreviví —esas palabras terminaron de romperme en mil pedazos—. Te pido perdón, hija —y me abrazó, entonces también la abracé, la abracé tan fuerte como si en cualquier momento fuera a escaparse de mi, como si todo volviera a su lugar, entonces sentí alivio, sentí como el nudo de mi garganta de desaparecía poco a poco.

—Ma, eres la mejor, eres muy fuerte y siempre digo que no me pudo haber tocado una mejor mamá, quiero que sepas que te amo demasiado. Que eres una parte importante de mi vida y que puedes tener errores como madre, pero estás aprendiendo. Por eso quería hablar contigo a solas... —ambas llorabamos demasiado.

—Te amo, hija. Te amo demasiado. Gracias por  hacer que lo sepa. Te pido perdón por todas las noches que lloraste por mi culpa. Ten en cuenta siempre que está bien no estar bien, no tienes que ser perfecta, solo tú.

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Valle de la Felicidad. [EUMCEE 2]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora