Hay veces que la vida te sorprende, yo solo quería seguir en mi zona de confort. Mi vida era una completa tormenta, hasta que la conocí a ella y me mostró lo que era la calma.
-Las mariposas siempre están en el valle de la felicidad -habló Rebbeca y...
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Solo había enviado ese mensaje sin pensarlo, fue un impulso y lo seguí, pero como todos mis impulsos, después me arrepentí.
No recibí respuesta, pues esa había sido mi condición, pero la palomita azul indicaba que había sido entregado y leído con éxito.
Me sentí aliviado, aunque sabía que ella no respondería. El hecho de saber que nos veríamos en un mes, la cena de Brandon me había tomado por sorpresa, pero sabía que eso me ponía de buen humor. Escuché como mi celular vibro y lo tomé de inmediato, con la esperanza de que sea Rebbeca, pero al contrario, al ver la pantalla me desconcerté. Era un número desconocido.
x: Hola, Mat.
x: Seguro no sabes quién soy, pero el oficial Lee me dio tu número. Soy Haneul
Mat: ¡Haneul! ¿Cómo has estado?
Haneul: He estado bien, solo que he decidido tirar la moneda al aire, como le dicen allí, y el oficial Lee me llevará a tu país, me dijiste que cuando eso pasara te avise. Según los formularios y esas cosas aburridas, nos podremos ir recién en un mes... ¿Esta bien eso?
Mat: Claro, ¡te estaré esperando! Vendrás con tu hermano, ¿verdad?
Haneul: Sí, mis padres no me dejan ir sin Hei-Won. Nos vemos, Mat.
Mat: ¡Tu también cuídate!
—Necesito aire —dije para mi mismo y abrí la ventana, la luna brillaba muy intensa en esta noche. Quizá no estábamos tan lejos con Rebbe, ambos observábamos la misma luna, pero aún así, continuaba entrañándola. Me recosté en la cama y no sé en qué momento me quedé dormido.
—Mat, Mat —lentamente abrí mis ojos, el sol me daba plenamente en toda la cara, parpadeé aturdido—. ¿Cuánto tiempo vas a dormir? —unos ojos verdes me recibieron, estos se encontraban molestos—. Eres terrible, hago un tiempo para que podamos hablar y te duermes, te pareces mucho a papá —mientras decía esto iba moviéndose de un lado hacía otro, ya no tenía cinco años, ahora tenía diecisiete , estaba más alta, su pelo ahora le llegaba a la cintura y acomodaba una mesa, me levanté del sillón donde me había quedado dormido.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté confundido.
—Lo que faltaba, ni siquiera un abrazo, nada, después de tanto tiempo sin vernos, Hwang —comencé a acercarme lentamente, al ver que podía llegar corrí con todas mis fuerzas y la abracé para que nunca más se vaya.
—Pensé que te habías ido, no puedo creer que estés aquí, dime que no es un sueño, por favor...
—Lo siento, hermanito, sí es un sueño —susurro en mi oído, a la vez que acariciaba mi cabello, caí de rodillas y ella junto conmigo, pero aún manteníamos el abrazo.
—Por favor, vuelve Celi, no puedo solo, lo he intentado, siempre llego al punto donde sé que si quizás estuvieras aquí todo sería mejor... —sus ojos verdes me observaron apenada, pero simplemente sonrió, era una sonrisa de tristeza, aquellas que se dan para despedirse, era la misma sonrisa con la que ella dijo aquella frase de las mariposas...
—Tu puedes, Mat. Solo queda un tramo de camino y aunque parezca que ya has llegado recuerda que los objetivos muchas veces pueden cambiar —susurró—. Ven, te mostraré el valle de la felicidad.
Había escuchado muchas veces el nombre valle de la felicidad, pero nunca lo había terminado de conocer, me encontraba de pie, frente al que me arrebato todo, el primero que escuché nombrar, aquel que muchas veces deseaba haber sido yo el que esté en ese lugar y Celi por fin pueda vivir.
Celeste me guío y eran árboles que parecían tocar el cielo, una brisa cálida movía aquellos pastizales y con eso las mariposas comenzaban a revolotear, se escuchaban pájaros cantar en las ramas de los árboles, había un pequeño lago al final. Era muy similar al que me había llevado Rebbeca.
—Celi, ¿haz visitado a nuestros padres a través de sueños? —ella negó con la cabeza y una sonrisa—. ¿Podemos volver? —los ojos se me llenaron de lágrimas—. Quiero que estés con nosotros, quiero tener una familia, quiero verlos ser felices, con tu partida todo cambió, y-yo... yo no supe como seguir, no sabía que era la muerte, ¿por qué fue tan injusto, Celi? ¿Por qué no fui yo? Quizá si seguirias viva podría haber afrontado la separación de una manera diferente, quisiera haber vivido muchas experiencias contigo, viajar, tomas helado, no pudimos de disfrutar de cosas tan simples... ¿por qué te fuiste tan rápido? —la miré y sus grandes ojos verdes se encontraban cristalizados.
—Mat, yo pedí más tiempo, un mes antes papá Dios me visitó y me dijo que era hora de irme, pero le dije que no podía, no me había despedido, entonces le pedí un poco más de tiempo para jugar y poder estar con ustedes. Al ser tan niña no sé como entendí que ya no los vería más, quizá porque él me lo explico. Yo me pude despedir... —sonrió
—No quería que te vayas, me prepararon para tener una hermana, no para perderla... Puedo quedarme aquí, viviremos en este lugar, entonces podremos ser felices...
—Mat, esto no es real, yo no soy real, lo siento, pero yo me fui... Te toca vivir, hermanito. Ya has estado pensando en mí durante mucho tiempo, toda tu vida te arrepentiste de cosas que yo no hice, ¿qué hay de las que tú no has hecho? Ahora tienes amigos, tienes una familia que no te golpea y mamá está en proceso de rehabilitación, papá se arrepiente de haberte abandonado, mira a tu alrededor, Mat... Estás camino al valle de la felicidad... Recuerda que en un futuro nos encontraremos y me contarás todo lo bueno que ha pasado... Mat, pero por favor... Solo vive. No te rindas, mi hermano me enseñó que podía enfrentar monstruos y gigantes. Estoy orgullosa de ti, hermanito.
—Celi, yo te extraño, tengo mucho miedo, tengo miedo a no ser fuerte y a rendirme en la mitad del camino, tengo miedo a ser demasiado feliz... Tengo miedo a olvidarte, Celi... —Celeste rió en su llanto.
—Mat, yo siempre estoy aquí... En el valle de la felicidad.