Capítulo 16 • ¿Ves lo que yo veo?

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El sol comenzaba a aparecer entre las montañas, dando una vista grandiosa y digna de ser admirada por cualquier ser humano

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El sol comenzaba a aparecer entre las montañas, dando una vista grandiosa y digna de ser admirada por cualquier ser humano.

Rebbeca, era una afortunada viendo aquella escena, a ella le gustaba los amaneceres o atardeceres. Solía pensar que el sol era admirable, en el sentido de que le recordaba a Dios. Porque aunque se encontrará nublado o hubiera una lluvia torrencial, sabías que el sol estaba ahí. Como cuando llegaba la noche y se oscurecía, al despertar estás seguro que verás el sol. Así ella confiaba en Dios, a veces se encontraba llorando, pero Dios la consolaba o cuando atravesaba circunstancias donde todo era oscuro y tenebroso, Dios... La cuidaba.

Mateo se encontraba a unos metros de allí y la encontró sonriéndole al cielo. Él creía que era un afortunado por tenerla junto a él, porque a pesar de que la perdió en el sueño la encontró en la realidad. Se acercó lentamente y cuando Rebbe se percató de su presencia de inmediato giro asustada, al ver a Mat su mirada se tranquilizó y le sonrió débilmente.

—¿Te asusté? —preguntó Mat y Rebbe negó

—No, solo me sobresalté por decisión propia —respondió sarcástica la pelinegra y Mateo río a carcajadas

—Lo siento —hablo cuando calmo su risa

—Esta bien, me asusto con nada y a la vez con todo...

Mat la miro curioso, en su mente pasaban miles de preguntas. Quería saber si ella era igual que en el sueño— ¿Ves lo que yo veo? —dijo él confundiendo a la única persona que lo escuchaba

—¿Qué ves? —hablo Rebbeca curiosa

—A ti —respondió con seguridad

—Mateo, no puedo verme a mi. Es algo teóricamente imposi...

—No me refiero a eso —la interrumpió—. ¿Ves lo que yo veo en ti? —en la mente de Rebbeca pasaron miles de cosas. Tenía miedo quizás o alguna fascinación, pero no sabía respecto a qué

—¿Y qué ves? —volvió a preguntar la chica

—A ti —volvió a decir Mat, pero antes de que Rebbe se vuelva a quejar, él la interrumpió—. Veo alguien fuerte, capaz de cargar montañas, pero también veo alguien débil incapaz de moverse por si sola... No lo sé, eres misteriosa —se acercó a ella y quedaron cara a cara. Los ojos de Rebbeca brillaban queriendo llorar—. También cargas montañas en tu espalda... —le susurro y ella negó, una lágrima traviesa escapó y Mateo la limpio delicadamente. El recién nombrado debía mirar un poco hacía abajo, ya que era un poco más alto que Rebbeca. Antes de que las cosas puedan ser peor Rebbe se alejo rápidamente, tomo su mochila y salió de allí. Tenía un destino en mente: El cementerio.

No cargo con montañas o quizá sí y no me he dado cuenta

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No cargo con montañas o quizá sí y no me he dado cuenta.

Tenía una extraña lucha conmigo misma en cuanto a mi valle de la felicidad. Pues en el faltaban personas, trataba de que siempre se sienta completo ¿Adivina qué? Nunca podía.

Papá, nunca tuvo a su mamá de sangre, pues falleció. Mamá, tuvo sus padres, también tuvo hermanos, pero también fallecieron.

Sí, me daba miedo perderlos a ellos. También me daba miedo encariñarme. Terminar sola, tener lados débiles. Todos me conocían como: Rebbeca, la que siempre sonríe. Nadie me había visto llorar, tal vez Eitan no entiende demasiado cuando le explicó esto, pero tenía muchos miedos.

Tenía más miedos que sueños, y eso... También me daba miedo.

—Laura Silas..., Jackson Coya..., Malena Coya..., Samay Coya... y Blaise Coya —susurre mientras leía los nombres que se encontraban en la lápida—. Hola, soy Rebbeca. Su nieta y sobrina... No se que decirles, tenía muchas cosas, pero ahora que estoy aquí ni se como debo comportarme. Mamá me contó mucho de ustedes, pero a la vez es muy poco. También he estado enojada con Dios como ella, pero no tanto. Además ya se me paso.

»"Es una sensación de abrazar a la nada", escuché decir una vez a mamá. No sé si tiene razón, a mi no es lo que me enoja. Me molesta no haberlos conocido, sus historias son dignas de conocer a los protagonistas, pero ustedes se han ido hace mucho tiempo ya, quizá unos veintitres años han pasado. Me hubiera gustado pasar tiempo con mi abuela y con mis tíos, no quiero decir que la tía Iara y la tía Matilde sean aburridas, pero no me llevarían tantos años... Samay, tendrías once años más que yo. Los planes de Dios son perfectos y sin entendimiento, a veces no debemos entenderlos—tenía ganas de llorar aún. Volver a casa y decirle a mamá que gracias por no rendirse, que era una afortunada por tenerla. Camine de manera lenta, viendo algunas tumbas de reojo, algo llamo mi atención y retrocedí para saber de qué se trataba. Una mariposa, era grande, de esas monarcas se escontraba en una lápida, la mire y contenía una dedicatoria.

❝Aquí descansa una mariposa que iluminó el mundo con los colores de su risa. Aquí descansa una mariposa que lucho contra el cáncer. Aquí descansa Hwang Celeste.❞

Dos fotos se encontraban allí, en la primera ella tenía rizos con el pelo hasta la cintura, era color anaranjado. El color del amanecer.
En la otra foto, ella estaba vestida de princesa, ya no tenía pelo. El fondo parecía ser un hospital.

Una mariposa que se fue antes de tiempo.

—Vuela libre y feliz en el valle de la felicidad. Allá papá te acompañará —volví a ver la foto y le sonreí

Al llegar a casa tomé una hoja y comencé a escribir allí.

Valle de la Felicidad. [EUMCEE 2]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora