Capítulo 8 • Voces

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Había olvidado la voz de Celeste, tenía algunos vídeos, pero me daba miedo

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Había olvidado la voz de Celeste, tenía algunos vídeos, pero me daba miedo. Tenía mucho miedo de hacer algo lo cual luego me arrepienta. Mire mi estante y su muñeca favorita se encontraba allí.

|| • Flashback • ||

Mat, Mat, Mat —tiraba Celi de mi remera para que le diera atención

Ya, ya Celi. Espera un momento. Listo, ¿qué sucede? —pregunté y ella señaló la pequeña mesa que se encontraba en la habitación, sobre ella había tazas y una tetera

¿Puedes jugar conmigo? Me falta un invitado —asentí sin tener otra opción o quizá si la tenía, pero quería pasar tiempo con mi hermana

|| • Fin del Flashback • ||

Al año siguiente le pedí a papá una muñeca y se la regalé a Celi, ambos seguimos jugando a tomar el té, pero después ella ya no tenía fuerzas. Había empeorado demasiado, por lo cual dejamos de jugar.

La extrañaba, la extrañaba demasiado, pero no podíamos volver al pasado por más que lo anhelaramos tanto.

La extrañaba, la extrañaba demasiado, pero no podíamos volver al pasado por más que lo anhelaramos tanto

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—Samara, no molestes. ¡No saldré! —le grité a mi hermana y ella hizo caso omiso a mis palabras; al contrario siguió tirando de mí pie. Logro tirarme de la cama y caí al suelo de espalda.

Yo tampoco sé como caí así—. Bueno, ya. Saldré de mi cueva, ahora vete y déjame cambiar

—¡Mamá, lo logré. Quiero mi helado! —gruñí. Mamá y Samy siempre apostaban por cosas así. Incluso papá se les unía

—Traidor —susurré y me reí de mi misma. No es que sea una persona que no le guste salir, bueno sí; pero es que no tenía con quién y Samara conocía a la mayoría en esta ciudad, así que casi siempre salía con algún amigo. Yo por mi parte era nueva.

Vivir con la tía Johanna fue bueno, ella no me forzaba a salir como lo hacía Samara, pero es que Joha era mi tía, no mi hermana mayor.

—¡Rebbeca Di'Angelo, rápido!

—¡Voy! —grité y bajé— ¡Vamos Olaf! —cuando salí oí como cerraban la puerta con llave

—No puedes volver hasta dentro de una hora —hablo mi hermana desde la ventana y la fulmine con la mirada

—Páseme el juguete de Olaf, comida para ambos, la correa, varios recipientes y una botella grande de agua. Todo en mi mochila, gracias.

—Ahg, ¿por qué no deje que terminarás? —se quejó y reí. Me senté en la vereda y acaricié a Olaf. Él era un San Bernardo, tenía el pelo todo blanco, parecía un peluche. Lo habían adoptado cuando cumplí diez años, ahora yo tenía dieciocho y él siete años—. Toma —dijo Samy de la ventana, coloqué la mochila en mi espalda y la correa en Olaf

—Vamos de aventura Oli —acaricié su pelaje y comenzamos a caminar. La ciudad no era muy grande, de hecho era más chica que en la que antes vivía. Las casas eran de colores pasteles, algunas tenían dos pisos, mientras otras eran simples. Una casa color salmón detuvo mi caminar.

|| • Flashback • ||

Nos mudaremos —dijo papá y los miré confundida

¿Por qué? —pregunté

Aquí se encuentra recuerdos de mi pasado con sus abuelos y tíos, quisiera tener un lugar en el cual se creen nuevos recuerdos junto a ustedes —sonrío ella. Asentí un poco desconcertada, entonces al mes nos mudamos y yo conseguí una beca en una escuela de otra ciudad, pero está cerro por un problema por lo cual tuve que volver a mi ciudad natal

|| • Fin del Flashback • ||

—Vamos al parque Olaf —admitia que a veces sentía el dolor de mamá. No había podido conocer a nadie de parte de su familia, solo por cuadros. Sabía que tenía un parecido con Samay muy grande y Samara se parecía mucho a Malena, en cuanto al tío Blaise, mamá decía que teníamos la misma personalidad. Pues a ambos nos gustaba ayudar, el quería ser doctor y yo veterinaria. Así como Samay. Seguimos caminando y en el parque solo había una pareja. Un perrito se acercó a Olaf y lo olfateo.

Olaf era tranquilo, él ya se había acostumbrado a que siempre esté cuidando o alimentando otros animales, una vez habíamos encontrado una tortuga cuando tenía once años y mientras Olaf cuidaba que no se escapará yo buscaba comida para alimentarla—. Ven, perrito —se lo notaba bien cuidado, así que supuse que era de los alrededores, le dí un poco de agua. Este tomo del recipiente y siguió su camino—. Olaf, tráelo —lancé el disco y él corrió como si su vida dependiera de ello—. Buen chico —lo acaricié y él ladró. Al lanzar el disco un chico cruzo por el parque y no sabía que tenía tan buena puntería hasta que le dí en su cara.

—Valimos —le dije a Olaf y él se escondió con sus patas delanteras la cara. Lo fulmine con la mirada y me acerqué al chico—. Lo siento mucho, no pensé que cruzarias por enfrente —él me miro y palideció, no hablaba y mi falta de conocer personas me hacía sentir más incómoda. Mire su cara y estaba rojo. Wow, tenía fuerza

¡Rebbeca, no es momento de pensar en eso! —me regañé a mi misma y me deje mi mochila en el suelo. Sabía que lo había traído, Samy sabía que siempre me pasaba— ¡Bingo! Gracias Samara 

—Toma —le entregué un gel frío, sus manos temblaban. Ay, Dios, no lo maté, ¿verdad?—. ¿Estás bien?

Valle de la Felicidad. [EUMCEE 2]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora