Capítulo 10 • ¿Qué haces aquí?

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Primer día, bien

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Primer día, bien. Nada puede salir mal, pero ¡Vamos! Soy Rebbeca, eso a mi me va mal. Siempre sale al revés.

—Hoy tenemos una nueva alumna —habla la profesora e ingreso en el salón. Todos estaban en silencio, el chirrido de la puerta rompió el sepulcral silencio, todas las miradas se dirigieron hacia mi y les sonreí

—Hola, espero que nos llevemos bien el tiempo que estemos juntos —algunos rodaron los ojos, mientras otros sonreían. Observe algunas caras y una en particular llamo mi atención, mi mente decía que lo conocía. La profesora asintió y me fui a sentar en algún banco, no quería ser el centro de atención, había un lugar perfecto, me dirigí hacia allí y me senté

—¿Qué haces aquí? —dijo el chico, su voz era grave, lo cual la hacia intimidante, pero no tanto. Quizá nunca había escuchado a Dios hablar, por eso el chico a mi lado pensaba que eso me haría huir

—Sentándome —hable con obviedad

—Oye, ¿tú no eres la que me golpeó con un disco? —abrí los ojos grandemente

—Sí, lo siento por eso —hablé apenada, me estaba levantando para cambiarme de lugar, pero me tomo de la muñeca por lo cual lo mire

—¿A dónde irás? Los asientos están todos ocupados —mire alrededor y en efecto, no había ningún espacio libre. Volví a sentarme y lo observé, sus ojos eran rasgados, su pelo era de color negro, muy oscuro. Me atrapó mirándolo, así que corrí la mirada, jugué con mi lapicero y lo voltee a ver nuevamente

—Soy Rebbeca Di'Angelo —extendí mi mano y él me miro confundido— ¿Cuál es tu nombre? —pregunte

—No te lo diré —al terminar de decir esto la profesora habla

—Mateo Hwang, entiendo que nunca hagas nada, pero no distraigas a la señorita Rebbeca —bufa y lo miro sonriente

—Es bonito nombre, ¿eres extranjero?

—¿Por qué haces tantas preguntas? ¿Nunca te callas?

—Soy curiosa. Sí, me callo... Cuando duermo

—La curiosidad mató al gato —contraataco y le sonreí

—Pero el gato murió sabiendo

—Déjame en paz —murmuro y asentí mirando hacia otro lugar

—Lo siento por molestar —susurro

—¿Por qué no fuiste con los demás? —presentía que él disfrutaba de la charla, aunque sus palabras sean las contrarias

—Transmites calma, me gusta la calma —por un momento lo ví sonrojarse, pero quizá solo fue una ilusión

—¿Calma? —rió irónico, pero también fue con nervios y asentí— ¿Siempre eres así de sincera? —volví a asentir—. No soy una calma, diría que soy un tornado, destruyó por donde sea que pasó

—Eso porque no me haz visto a mi, mi mamá ya se canso de cambiar muchas cosas que he roto —sabía que era tema sensible por lo cual simplemente hice que no le entendí—. ¿Qué haz destruido?

—Mentes, ideales, familias, corazones... Los tornados destruyen todo a su paso, no dejan nada sano. Soy una tormenta... —susurro

—Las tormentas son buenas, anuncian que vendrá lluvia, además después de la tormenta llega la calma

—Entonces eres mi calma —reí irónicamente disimulando lo nerviosa que me encontraba

—No, Dios es nuestra calma. Clama y llegará la calma.

—¿Dios? ¿Es real? —su pregunta fue confusa, pues en sus palabras había curiosidad y burla

—¡Claro que sí! Tan real como el aire que respiro —respondí y él medio sonrió

—No lo creo —susurro y yo reí

—Lograré que creas en Él -sonreí y él también, estiré mi mano y con un apretón de manos cerramos el trato—. Por cierto, me dicen Rebbe, Becks o Becky. Llámame como te sea más fácil —me encogí de hombros y él saco un cuadernillo

—Me dicen Mat —susurro con miedo, como si estuviera asustado

—Okey Mat, ¿en qué materia se supone qué estamos?

—Es literatura, toma —me entregó su cuadernillo y sonreí

—Gracias —susurré

—Ahora déjame dormir —gruño y yo reí por lo bajo, apoyo su cabeza en la mesa mirando hacía la pared, me concentre completamente en el cuadernillo y sentí una respiración tranquila a mi lado. Mateo dormía plácidamente, su pecho subía y bajaba, daba mucha tranquilidad. Quizás él no sabía que era la calma

—Yo también destruí familias e ideales —susurré apenas audible para todos, incluso para mí

La profesora se acercó a nuestro asiento y miro a mi compañero el cual yacía durmiendo, luego posó su mirada en mi—. Están castigados

—¡¿Qué?! ¿Por qué? —pregunté totalmente desconcertada, no había hecho nada. Además siempre fui buena alumna, ¡vamos! Era mi primer día de clases, ¿cómo le explicaría a mamá que me habían castigado?

—Han pasado toda mi clase hablando —respondió con total tranquilidad

—Profesora, con todo respeto, creo que está mal lo que dice... Es mi primer día de clases, solo estaba preguntándole al compañero Hwang acerca de como usted manejaba sus clases y que podía hacer para adaptarme en este aula, ya que por lo que he observado solo existen grupos y como suponía los que son nuevos los apartan como si de pestes de tratase. No es que a mi me importase encajar, pero quiero aprender a ser más llevadera ya que me cuesta mucho, entonces él me estaba ayudando —explico y la profesora asiente

-—Esta bien, que no vuelva a ocurrir, tienen los recesos para que él te enseñe, en mis clases no.

—Gracias profesora —con eso se retira y largo un suspiro

—Perdón señor, aunque no todo es mentira —susurro mientras sujeto mi cabello

—Te va a condenar por haberle mentido así a la profesora. Un mandamiento es "No mentiras" —muerdo mi labio, sabiendo que lo que hice estuvo mal. Luego cuando caí en cuenta lo mire sonriente

—¿Y tú cómo sabes los mandamientos? —él recostó su cabeza en la mesa y comenzó a fingir que dormía—. Entonces si creías...

Si tengo todo y lo pierdo... Entonces no tengo nada. —recita y lo miro sorprendida—. Si le crees, pero igual no salva a los que quieres, entonces no sirve de nada... —era igual a mamá... Quizá también a mí, pero en este momento sentía que podía lograrlo. Con papá fue: En un mes creerás en Él...

—Te haré conocer El valle de la Felicidad...

Valle de la Felicidad. [EUMCEE 2]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora