Hay veces que la vida te sorprende, yo solo quería seguir en mi zona de confort. Mi vida era una completa tormenta, hasta que la conocí a ella y me mostró lo que era la calma.
-Las mariposas siempre están en el valle de la felicidad -habló Rebbeca y...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Este era el punto de mi vida donde todo volvía a comenzar, donde quizá tenía otra oportunidad. Me encontraba confundido, mi mente no hacía otra cosa que pensar en aquello; tenía una hermana.
—Tengo una hermana —dije a Valerie, mis labios temblaron al pronunciarlo. Lloré, pero está vez no fue tristeza, fue la primera vez que pude tener un poco de felicidad, un poco de sol después de vivir en el crudo invierno.
—Felicidades —respondió también entre lágrimas.
Lentamente mi vida tomaba su curso, y el futuro me aterraba, porque nadie se cura del miedo a perder, pero ya no estaba solo. Ya no tenía miedo de enfrentar monstruos que se ocultaban bajo la cama, ni en los armarios, mucho menos aquellos que se hacían llamar "cáncer".
—Quiero conocerla —susurré con miedo.
Tenía que admitirlo, estaba soltando a Celeste, estaba soltando aquellas cosas que no pude lograr con ella, soltaba los momentos que no existieron, pero me aferraba a los que sí. Simplemente estaba saliendo de mi etapa de duelo, estaba volviendo a vivir.
Existía una parte de mi vida la cual no recordaba haber vivido, la depresión hace eso, te sumerges hasta que no recuerdas que paso exactamente en esa etapa, solo que sufriste. Estaba vivo, pero no vivía, solo existía en automático.
—Entonces ve —me ánimo Valerie y con todo el valor que junte, marque el número de mi padre. Así mismo, por fin llamándolo, por fin enfrentando mi pasado.
—¿Hola? —respondieron del otro lado de la línea, aclaré mi garganta y hablé.
—Soy yo, Mat.
—¡Mat! Ay, perdón. No era mi intención gritar, no esperaba tu llamado. —se escuchaba unos pasos, por lo que suponía que se encontraba ocupado.
—Sé que en la carta dijiste que podía ir a visitar tu casa, pero no quería ir de sorpresa, prefiero avisar para no molestar —dije y se escucho como movía algo.
—Claro que puedes venir, avísame así logro preparar algún postre para merendar, ¿te agrada la idea? —una sonrisa se escapa de mis labios, papá se especializaba en postres, eran los mejores, pero hacía tanto tiempo que no probaba algo elaborado por él. Mis recuerdos de la niñez eran muy confusos y casi nulos, la partida de Celeste había sido un trauma tanto para mamá y papá como para mi.
—Oye, papá —hacía tanto tiempo no utilizaba ese termino que me sonó raro cuando salió de mis labios, pero fue de una manera inconsciente, de pronto del otro lado de la línea no se escucho nada, era silencio absoluto, comencé a pensar que quizá debí haber controlado mejor mi boca, porque entonces no nos hubiera puesto en esta situación incomoda. Pero al contrario de lo que pensé se escuchó un pequeño sollozo.
—Dime, Mat —dijo él con su voz quebrada, supongo que sabía a que se debían sus lágrimas, había pasado tanto tiempo que no teníamos una conversación de este modo.
—Gracias, por volver —por fin era la última herida, sentía como esta cicatrizaba lentamente, quizá tendría mis altibajos donde todo volvería a empezar, porque las cicatrices a veces también duelen, pero eso no significaba que todo sería igual, ahora ya no estaba solo. Ahora por fin me había conocido a mi, tenía gente a mi alrededor que aunque cayera ellos estaban a mi lado acompañándome en el fondo del abismo, simplemente esperando y enseñándome la manera de poder salvarme a mi mismo.
—Gracias a ti, Mat.
—¿Podría pasar mañana para visitarte? Ya que es fin de semana y no tendrían que trabajar con Samantha, además me agrada la idea de que elabores algún postre para merendar —sonreí genuinamente.
—Claro, te esperaremos. Si quieres puede ser a las tres de la tarde.
—Esta bien, iré a esa hora —dije, mi cuerpo temblaba ante los nervios que aquella reunión provocaba en mi, agradecía el hecho de que la espera era corta porque entonces la ansiedad no haría tanto efecto en mi—. Bueno, debo colgar, tengo unos asuntos pendientes —Valerie me observaba con orgullo desde el umbral de la puerta.
—¡Mat! —llego Harry con su conocido tono bullicioso y Valerie le hizo una seña para que se mantuviera callado—. Ay, perdón.
—Esta bien, Mat. Nos vemos mañana, cuídate —dijo en un susurro, casi como si no quisiera que la conversación no termine.
—Adiós, papá —y colgué.
—¿Papá? ¿Dijo papá? ¿Ya me reemplazo? —comenzó a hablar Harry sobreactuando y fingiendo encontrarse dolido.
—Harry Sprouse, no me podes quitar el puesto de ser el más dramático, menos a tu maravishoso hijo, de acá sho solo puedo dramatizar, busca tu estilo propio, fuchi, fuchi —Lauti hizo el ademán de echarlo con la mano.
—Nadie va a reemplazar a nadie —afirmé y ambos me miraron sonrientes.
—Estamos contentos por vos, Mat —hablo Lauti.
—Gracias —susurre un poco avergonzado.
—¿Sabes que significa? Tendremos una cena familiar —"Familiar" hacía tanto que no oía aquella palabra de manera genuina, en el pasado aquellas cenas eran incomodas, ya que solo éramos tres en casa y se sentía la ausencia de Celeste, entonces siempre fue un poco difícil aceptar que ya no estaba, sobre todo cuando mamá comenzaba a culparme por su muerte, pero en el momento en el que me di cuenta que no fue mi culpa, ya era demasiado tarde, porque entonces ya me había roto.
El pasado había dejado muchos traumas en mi mente, tantos que a veces los iba descubriendo a medida que pasaba el tiempo, porque no era consciente de lo que realmente ocurría conmigo. Cuando me propuse sanar no creí que era tanto el daño que me había ocasionado. A veces creía que no podría volver a tener esa sensación de estar en paz, pero no recuerdo aquella sensación si es que alguna vez la tuve.
Estaba construyendo momentos felices a medida que sanaba y eso era lo que más me aterraba, porque la ultima vez que fui feliz la perdí a ella. Solo debía pensar que si pasaba nuevamente no estaría solo. Hace tiempo deje de estarlo.
|| • • • • • • • ||
Han pasado ochenta y cuatro años, pero ¡volví! Nos vemos en otros ochenta y cuatro años (mentira... o tal vez no.)