Capítulo 11 • Mamá... Te amo

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La había oído decir aquellas palabras, ciertamente no estaba dormido, no podía dormir y menos a su lado

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La había oído decir aquellas palabras, ciertamente no estaba dormido, no podía dormir y menos a su lado. Quería saber todo de ella, estaba demasiado ansioso por saber que volvería a ser como en el sueño, quizá no todo sería igual, pero se asemejaría.

—Di'Angelo —la llame y ella dirigió sus oscuros ojos hacia mí, seguían siendo un vacío en el cual no me importaba perderme—. ¿Cómo lograrás que crea en tu Dios? —pregunté curioso

—¿Te gustan las sorpresas? —interrogó y asentí—. Entonces no te la arruinaré -determinó y seguí mirando aquella pared

—Por cierto, toma —dije y le entregué aquel gel congelado

—Oh, no te preocupes. En serio quedatelo, tengo más en mi casa —su sonrisa hacia olvidarme de muchas cosas, cosa que había buscado hacía tiempo, pero nunca lo había logrado

—Gracias —hablé tímidamente. Yo no era tímido o quizá sí, ciertamente nunca había analizado mi personalidad.

—Ay, es tarde; mamá me espera. Ya me voy, nos vemos Mateo —ella tomo su mochila y comenzó a correr

—Dime Mat, ¡nos vemos! —tomé mi mochila y comencé a caminar para el lado contrario a ella, en casa mamá no me espera o quizá sí, para tener alguien con quién descargar su ira. Miré mi reloj y sabía que ella ya se encontraba durmiendo. Caminé lentamente por la sala, haciendo el menor ruido posible, no había ruidos en la sala, ni en ningún lugar. Crucé por la habitación de mamá y dormía plácidamente. Me acerqué a ella y corrí el pelo que caía por su cara

—Mat —dijo ella. Hacía tiempo no me llamaba así, ella me llamaba por mi apellido normalmente o tal vez Mateo Hwang, pero nunca mi apodo. Su voz sonó con suavidad y ternura, quise llorar, pero me contuve-. Llegaste bien -sonrió, supe que era ella, no tenía alcohol en sangre, ni alguna sustancia rara—. ¿Por qué lloras? —se levanto rápidamente y limpio mis lágrimas

—Perdón —quité sus manos de mi cara delicadamente

—Es normal llorar Mat —si no fuera ella, habría gritado que era un marica, que por ser así Celeste se fue

—Ma, te amo —ella abrió los ojos sorprendida y me abrazó, me abrazo fuertemente y sentí que mi mundo se derrumbó por un instante, que todas las veces que había fingido estar bien se rompieron, que ya no podía continuar solo, pero tenía demasiado miedo

—Yo también te amo mi niño —y lloré, porque no recordaba su voz pronunciando aquello, porque ella nunca decía eso, porque la última vez lo dijo cuando Celeste aún vivía

—Mamá, cuídate... por favor. —lo había decidido, no podía arrepentirme. No era escapar, siempre lo había hecho, simplemente la afrontaba. Mamá ya no era ella, simplemente eran recuerdos que en mi mente querían creer que eso volvería. La abracé más fuerte, como si fuese la última vez que la vería, la abracé de manera que no escapé de la tierra y ella se durmió. Me levanté lentamente y me dirigí a mi habitación, tomé una maleta y comencé a llenarla. No tenía donde ir, quizá la Rebbeca del sueño me diría que vaya al valle de la felicidad, pero sabía que cada uno construía el suyo, y yo recién plantaba un árbol en él. Cuando termine de llenar aquella maleta con mis cosas, miré el cuadro de mi familia y lo guarde. Mire mi escritorio y tomé una hoja y lápiz. Comencé a escribir una carta a mamá.

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Querida Mamá:

Hola ma, soy Mateo Hwang, tu hijo. Hay veces que olvidas las cosas así que por eso me presento. Simplemente quiero decirte que gracias por todo lo que haz hecho en el transcurso de mi vida, no es que me pierda para siempre, simplemente no nos veremos durante mucho tiempo. Mamá, por favor cuídate mientras no esté. Mantente sana y no me olvides, recuerda que tienes un hijo el cual esta esperando que aquellas sustancias no te dominen; por favor no te olvides de mí.

Con mucho amor. Tu hijo.

Mateo Hwang.

El sol se alzaba entre las montañas y alumbraba todo con tonos anaranjados, sonreí por estar vivo y le agradecí a quien me estuviera escuchando en el cielo por darme valentía.

Caminé sin saber hacía donde me dirigía, pero mis pasos eran seguros. Terminé en una casa de dos pisos, muy bonito la cual se podía leer que se alquilaba, era demasiado grande para que solo yo viviera allí. En el camino un departamento llamo mi atención, toque la puerta de lo que suponía que era el dueño y un hombre no mucho más alto que yo me atendió. Sentía que lo conocía, pero no recordaba de donde.

—¡Hola! ¿Qué se te ofrece muchacho? —saludo tan alegremente que su felicidad me hizo sonreír

—Hola, perdón por molestarlo. Estoy buscando departamentos en donde quedarme —respondí y él asintió

—Por ahora no tengo ninguno, pero hay una habitación disponible la cual puedes quedarte, no es muy costosa —hablo rápidamente como evitando que me fuera

—¿Cuánto cuesta? —pregunté de manera amable

—Pasa, hablaremos adentro. Hace un poco de frío, ¿quieres café? Soy Harry Sprouse, por cierto

—Permiso, claro. Soy Mateo Hwang, es un placer conocerte —le di un apretón de manos y él sonrió

—El gusto es mío, Mateo

—Siéntate —en las paredes descansaban cuadros, tenían fotos de varias personas, me parecían conocidas, pero nunca las había visto—. Aquí está el café y el azúcar, no le puse por el tema de que cada cual le pone a su modo —colocó una cuchara a mi lado y la tomé

—Muchas gracias —instintivamente puse mis manos en la taza de manera que el calor llegará a mi, se sentía agradable, como un hogar

—Tienes una cara de alivió, algo así como: "Al fin he hecho aquello que tanto tuve miedo." ¿Te sientes así? —asentí

—¿Cómo logras adivinar eso?

—Algún presentimiento, supongo —se encogió de hombros

—Me quedaré en el cuarto que me haz ofrecido —hablé decididamente

—Esta bien, hay algunas reglas, pero viéndote bien apuesto que lo vas a cumplir sin ningún tipo de problemas —me paso una hoja y las reglas eran simples

Regla 1: Limpiar y ordenar el cuarto.

Regla 2: No molestar en cuanto a creencias o burlarse.

Regla 3: No traer a ninguna chica o volver borracho.

Regla 4: Miércoles y Domingos los dueños van al templo por lo cual el visitante puede acompañarlos o quedarse.

Valle de la Felicidad. [EUMCEE 2]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora