Capítulo 21 • ¿Invierno? ¡Helado!

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Mis ojos se encontraban cerrados, escuchando aquella canción la cual trataba sobre qué Dios siempre luchaba por mi y nunca me abandonó

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Mis ojos se encontraban cerrados, escuchando aquella canción la cual trataba sobre qué Dios siempre luchaba por mi y nunca me abandonó.

Tenía mis ojos llenos de lágrimas y lloraba demasiado. Cuando le dije a Rebbeca, ella solo respondió que hablará con Dios, que era hablar como con un mejor amigo; no tenía amigos, pero quería intentarlo

—Hola, hace mucho que no hablamos, quizás unos diez años, no recuerdo cuando fue la última vez que quise que estuvieras presente. Quizá cuando Celeste aún estaba... ¿Ella está bien? —sorbí mi nariz—. Te pido perdón, porque te he hecho tanto daño y eras al que menos quería lastimar, fue una manera de protegerme de todos. Quiero pedirte perdón, por todo el daño que le hice a todos cuando solo intentaban ayudarme... Tenía miedo... Aún no sé de qué, pero tenía tanto miedo de que quizá tengan razón, de que estás siempre pendiente a tus hijos. Tenía miedo de que algún día pueda darme cuenta de que lo que hice no tuvo sentido... Me alegra haberme equivocado —caí de rodillas, mis pies ya no podían sostenerme. Ahora no podía hablar solo lloraba. Sentí como una mano se posaba en mi cabeza

—Mateo —susurro en mi oído y lloré aún más—. Nunca te he abandonado, he estado día y noche a tu lado, cuidando tus pasos. Nunca te he abandonado hijo, he estado siempre a tu lado, aunque no me hayas querido ver. Ella está bien... Su último deseo fue que te cuidará, que eras difícil de comprender, pero que te tuviera paciencia. Eres mi hijo amado, Mateo. Te amé antes de que la tierra se formará, yo te escogí para que seas de bendición al mundo —no podía expresar mi sentimiento, pero estaba tan agradecido. Quería por siempre estar con él, y la persona que había posado su mano en mi cabeza me abrazo, tan fuerte. Tan reconfortante, como cuando un hijo vuelve luego de años a casa, así me sentí. Me sentí nuevamente como aquel niño de diez años el cual lloraba a escondidas porque extrañaba a Celeste. Me sentí vulnerable, tan vulnerable como cuando papá se fue y sentí que estaba perdido y solo. Aunque él estaba ahí, siempre lo estuvo.

—Ahora puedo verte —susurré con mi voz congestionada y suspiré aliviado, dejando todas mis cargas en él—. Me volverás a ver —sonreí alegre y lágrimas aún caían por mis mejillas. La persona se deshacío del abrazo y la miré. No la conocía, era un hombre bastante mayor. Él también lloraba—. Muchas gracias —el hombre sonrió

—Bienvenido Mat. Bienvenido a tu nuevo hogar —sonreí y lo abracé nuevamente sorprendiéndolo

—Gracias por aceptarme —sonreí y me dirigí al baño, cada cual siguiendo su camino, yo para lavarme la cara y él para predicar. Toque una puerta y Samara me abrió

—Mat, ¿qué sucede? —negué

—Estaba buscando el baño —ella asintió

—Es la puerta de al lado, siempre se confunden—lanzo una pequeña risa y un niño apareció

—Tiene los ojos como chino —abrió su boca sorprendido

Valle de la Felicidad. [EUMCEE 2]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora