Hay veces que la vida te sorprende, yo solo quería seguir en mi zona de confort. Mi vida era una completa tormenta, hasta que la conocí a ella y me mostró lo que era la calma.
-Las mariposas siempre están en el valle de la felicidad -habló Rebbeca y...
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La cena transcurría entre risas y charlas, hacía demasiado tiempo no veía a mi familia y era demasiado divertido y agradable estar con todos juntos.
Mateo se encontraba aquí, con mi familia. Admitía que me encontraba con un poco de nervios, pero no sabía el motivo de estos.
Joan me señaló la puerta trasera y asentí. Mire a Lau, Tahi y Ray, ellos también asintieron.
Nos levantamos todos y mire a Mateo, él jugueteaba con su pulsera, era de color azul y tenía una mariposa como dije. Sonreí y me acerqué—. Iremos al patio trasero, ¿vienes Mat? —él levantó su vista y me observó a la vez que parpadeaba sorprendido.
—¿Rebbeca?
—No, en realidad soy Samara en el cuerpo de Rebbe —hable sarcástica, fingiendo ser mi hermana y él levanto una ceja a modo de confusión.
—Entonces, ¿quién eres? —comencé a reír a carcajadas y cuando frene, pude ver como una sonrisa intentaba formarse en su rostro, pero él no la dejaba.
—Soy Rebbeca Di'Angelo —extendí mi mano hacia él y la tomo, sentí una especie de electricidad, pero no preste atención.
—Mateo Hwang, puedes decirme Mat —y río, por un momento breve.
—Deberías reír más, es mejor que cuando estás amargado —susurre y lo observé, se veía aliviado y no como los demás días.
—Vamos —dijo y salimos de la casa, él se encontraba arrastrandome, pero lo detuve.
—Te ves terrible —hable, quizá me contradecía, pero no podía evitar decir lo que pensaba. Frunció el ceño confundido.
—¿A qué se debe eso?
—Te ves terrible, en cuanto a sentimientos. Parece que has estado aguantando demasiadas lágrimas, no deberías hacerlo Mat, te hará peor y cuando explotes quizá sea con la persona equivocada.
—Becky —dijo dulcemente, lo miré confundida—. Yo no he estado aguantando lágrimas, he estado aguantando mochilas que parecen llevar montañas.
—Deja que una carga la lleve Dios —recomendé y él negó.
—No sé como hacer eso —susurro suavemente, me acerque a él, sus ojos estaban llenos de lágrimas y su espalda un poco encorvada. Mateo tenía razón, estaba aguantando el peso de montañas más sus lágrimas.
—Transmites calma —le dije y él me sonrió.
—Eres muy graciosa —se quedo un momento en silencio observandome, parecía querer decirme algo, cuando él abrió su boca Tahiel apareció.