Capítulo Diez

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El noble corazón de Heiji Hattori

Heiji se removió con pesadumbre, se giró fastidiado, sabía que era muy tarde como para estar despierto, pero aun así no quería ver la hora y torturarse de esa manera. Resoplo por lo bajo, miro por sobre su hombro y vio como el pequeño cuerpo de su amigo se movía lentamente.

"Al menos alguien pudo conciliar el sueño" pensó el detective. Levanto su brazo izquierdo y acomodo las sábanas de la cama que estaban compartiendo. Algo que Heiji le había pedido al encogido, quien no se opuso en lo absoluto.

Los pensamientos del detective juvenil, estaban divididos. Quería tener una respuesta para todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Sin más se levantó con cuidado para no despertar a Shinichi, y camino hasta la habitación de al lado, donde estaba su amiga, plácidamente dormida con un libro sobre su regazo. No evito el gesto de acomodarle el cabello.

Heiji amaba a su amiga, pero no de una forma romántica. No era el mismo cariño que el sentía por su persona especial, y eso lo tenía claro. Se sentó en la orilla de la cama y esta vez miro el reloj, no era tan tarde como él pensaba, pero sabía que debía descansar; respiro hondo y se armó de valor. Con un leve gesto sacudió la pierna de su mejor amiga, quien despertó enseguida, algo desorientada.

— ¿Qué sucede? —pregunto con voz adormilada la chica.

—Pasa que tus ronquidos se oyen por toda la casa, y no me dejas dormir —la adolescente se sentó en la cama y rasco uno de sus ojos.

—Tengo tapones para los oídos.

—No creo que eso funcione, ___ —la chica suspiro, tomo el libro y lo dejo en la mesa que estaba al lado de su cama—. No puedo dormir.

—¿Por qué, soñaste algo? ¿Te duele el estómago o solo tienes hambre? —el chico negó— ¿quieres conversar sobre algo en específico?

Heiji se incorporó en la cama, gateando hasta su amiga y se recostó en el lado libre. Su cuerpo fue recibido por las sábanas de satín verde, y el leve calor que desprendían. La chica volvió a acomodarse, dejando la leve distancia que podían mantener sin caer al suelo; ___ lo miro expectante, esperaba que el chico se pusiera cómoda para poder hablar y aunque los ojos le pesaran no perdían el pequeño brillo que la caracterizaba por completo.

Calidez. Así la describía Heiji, su mejor amiga era calidez. "Ahora entiendo porque te vuelven loco, Kudo"

—Lo de hoy, me dejo preocupado —soltó luego de unos minutos perdido en aquellos ojos grises.

—Es nuestro trabajo, ¿no es así? —esta vez la chica susurro, no era necesario, pero lo hizo y aquel susurro le causo un pequeño escalofrió a Heiji.

—Es una simple excusa y lo sabes —se acomodó el cabello, quedando despeinado—. La usamos siempre que tenemos miedo o cuando algo se pasa de nuestros límites. ___, no solo pusiste la vida de Kuroba en peligro, sino la tuya, e incluso me atrevo a decir que la nuestra —los ojos verdes de Heiji se cristalizaron—. No sabes el temor que me recorría el cuerpo cuando no había pista alguna de tu paradero. La desesperación que sentí al verte siendo amenazada, el dolor cuando oí el disparo —trago saliva con dificultad, se sentía abrumado, mareado.

—Lo siento —otro susurro de parte de la chica, el adolescente negó.

—No lo sientas, solo quiero que te des cuenta. Te amamos y te estas entrometiendo en casos muy peligrosos, sola. No estas pidiendo nuestra ayuda, maldita sea, si es necesario tomo el primer avión que me traiga a Tokio si necesitas ayuda. Quiero que confíes en mí, como yo lo hago en ti. Quiero que confíes en Conan, en Haibara, en tu padre e incluso en Shinichi —el chico tomo aire, se estaba ahogando en su discurso lleno de lágrimas—. ¿No confías en mí?

Amor a unos centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora