Capítulo Doce

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En fragmentos

Las fuertes lluvias habían cesado, las últimas gotas estaban despidiéndose con una suave caricia de los árboles, y el frío empezaba a subir, tal vez pronto nevaría.
Shinichi contaba los segundos del minutero, el sonido del reloj del salón de clases se llevaba toda su atención. Se sentía desanimado y no trataba de ocultarlo mucho. El encogido sintió el peso de una mirada, se giró en dirección a la científica.

—Tu aura llora por auxilio —dijo revisando una revista de moda sobre el libro de caligrafía. El chico solo arrugó la nariz en respuesta, disgustado por su comentario.

Centro nuevamente su atención en el reloj, no quería hacer nada más que recostarse un rato, pero eso no sería posible, prometió ayudar a la liga de detective con su trabajo, que sería en la casa del profesor Agasa por el espacio.
La campana resonó por la escuela elemental, el chico de orbes azules salto en su puesto, lo había pillado desprevenido, a pesar de estar contando los minutos. Un suspiro se escapó de sus labios, cerró el libro y guardo todo dentro de su mochila. Las voces de miles de alumnos invadieron los pasillos, mientras se encaminaban a la entrada, en dirección a los casilleros por sus zapatillas.

Conan caminaba detrás de los infantes quienes iban en una acalorada conversación de Kamen Yaiba y el estreno de su siguiente episodio. Llevaba ya tres días desde que no veía a su amiga de la infancia, y por cosas del destino se estaba dirigiendo a la casa del profesor.

— ¿Qué opinas tú Conan-kun? —la pregunta de Mitsuhiko lo tomo por sorpresa, el joven de gafas lo miró algo confundido-, sobre lo que pasará en el siguiente episodio de Kamen Yaiba -lo ayudó.

El chico se encogió de hombros despreocupado. No quería faltarles el respeto a los niños, pero no tenía ánimos de emitir palabras. Shinichi guardo sus manos dentro de su chaqueta azul, las tenía congeladas.

«Kudo el encogido miro por el rabillo del ojo a su amigo... Si necesitas algo, solo llámame.

Hattori miro al encogido, sabía que se estaba aguantando las ganas de llorar, se acomodó en su moto en silencio, era momento de irse a casa. Miró hacia dónde tenía la vista fijada el chico, hace unos instantes atrás ahí estaba parada bajo la lluvia la chica de secundaria, quien despedía al mago, ella se quedaría en casa de los Tanaka hasta que llegue del hospital la madre de la bebé.

Un suspiro sonoro salió de los labios del moreno, dejo su casco colgando a un lado y se agachó a la altura de su amigo y lo abrazo.
Shinichi se quedó estático en su lugar, sus ojos se aguaron de inmediato, un leve sollozo se le escapó, se aferró con fuerza a los hombros del chico.

Estaré para lo que necesites, Kudo.

Gracias Hattori, pero el corazón de la persona que a uno le gusta suspiro alejándose un poco de los brazos del moreno... ¿Cómo alguien puede deducir algo así?»

— ¡Conan-kun! —el chico de orbes azules freno, y se giró sobre sus talones para mirar al grupo de infantes-, ya llegamos... —comenta Ayumi, apuntando la casa del científico.

No era de extrañar ver la preocupación en los ojos de los pequeños detectives, era raro ver que él actuará así.

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Los niños habían terminado su proyecto y ahora se encontraban probando uno de los juegos que el profesor Agasa estaba creando. El chico de gafas jugaba distraído con la cuchara dentro de su taza de café, ahora que había dejado sus pensamientos de lado y le hizo caso a su corazón, el cual le pedía a gritos que fuera fiel a cada uno de los sentimientos que albergan dentro de él. Era como sentirse mareado, le daba vuelta la cabeza, sentía que le estallaría en cualquier momento, pero no podía declararse a su mejor amiga con el aspecto que tenía, aún no era Shinichi Kudo y eso era un grave problema.

Amor a unos centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora