Capítulo Treinta

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Llamas

Parte Uno

Heiji y Shinichi se encontraban sentados en los sillones tras las declaraciones del mago, impactados. Su amiga era hija de uno de los altos rangos de la organización y ahora eso la ponía en peligro —más en el que ya se debía de encontrar en estos momentos—, al no tener rastros de ella.

— Pero —se atrevió a hablar Heiji. Sentía oprimido el pecho—, ¿___ lo sabía?

— No creo —respondió rápidamente el mago, mientras maniobraba un aparato electrónico, tratando de captar alguna señal de los dispositivos de rastreo que dejo en la ropa de su amiga—. De todas formas, no creo que la detective este en muchos problemas, pues ella no tenía idea de la organización antes. Fue consciente de ellas después de lo del parque de diversiones y empezó a investigar por su cuenta.

Shinichi volvió a morderse la uña de su pulgar, con frustración. Esto estaba siendo tan enredado y complicado.

— Ya está —habló con algo de alegría Kaito—. Uno de los dispositivos dio una señal.

Ambos jóvenes se acercaron a su amigo a paso rápido, quien se encontraba a la mitad de la biblioteca sentado en el suelo. Una tenue luz roja indicaba el lugar en donde se encontraba la chica.

— Eso es...

— Sí —interrumpió el mago al encogido. A ambos les recorrió un leve escalofrío, de pies a cabeza.

— ¿De que hablan? —Hattori estaba más confundido que antes.

— Es la Mansión del Crepúsculo —dijo seriamente Shinichi—. Según los reportes después de escapar de ahí hubo un incendio. Claramente fue probocado luego del derrumbe de la mayoria de la fachada.

— Sí —habló el chico de cabellos revueltos—, pero ¿qué más hay en ese horrible lugar?

— ¿Fue en donde convocaron a la mayoría de los detectives de Japón? —los jóvenes de apariencia similar asintieron al unísono—. Recuerdo que no fui por estar en temporada de exámenes.

— Mi invitación se cancelo al no tener respuesta y paso a los Mouri. Hakuba y ___, fueron parte de los convocados.

Un suspiro salió de los labios del moreno, extenso y cansado: —Bien, ¿qué esperan? Vamos.


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— Así que —la detective esquivó uno de los tantos escombros del lugar—, viste mi actuación del día de las madres.

— Las vi todas —contestó la rubia unos pasos más atrás de su primogénita—, no con mi apariencia, claro.

— ¿Ibas disfrazada de mi madre? —se aclaró la garganta apenada—, digo de Fusae.

— Algunas veces. Angel, lo siento.

La detective se encogió de hombros, sin girar a mirarla. Pues no sabía que decir, dieciséis años pensando que su progenitora la detestaba y solo era una respuesta al temor que tenían por la organización.

— Veo que a Karasuma le gustaba ostentar.

— Siempre ha sido así —Chris le dio una mirada a la habitación la cual tenían enfrente—. Tenemos que ser más rápidas, pronto mis compañeros llevaran a cabo el plan de salvar a Kir de las manos del FBI. Con eso la cuidad de Beika sucumbirá en el caos.

Amor a unos centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora