Capítulo Veinte

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NOTA:  Antes de empezar, les diré que me tomaré un tiempo, quiero seguir trayéndoles contenido de calidad y del gusto para todos. Me ausentaré un tiempo —tal vez días o meses— ruego compresión, como regalo les traigo un capítulo más largo de lo normal.

RECUERDEN:  Comentar los leo siempre y respondo la mayoría, también compartan y voten en la historia, juro por mi vida no dejar botado, algo que tanto amo hacer, escribir.












En la mira

Lo que estaban a punto de hacer era peligroso, Shinichi boto el aire que se estaba aguantando hace unos momentos. Se encontraba nervioso, seco el sudor de su frente con el dorso de su sudadera. Las sonrisas burlescas de Kaito y Heiji no eran tan disimuladas como ellos pensaban.

—No creo que funcione —dijo girando a mirarlos, el temor se asomaba por sus ojos.

—Eres una gallina, detective —una risa estrepitosa salió de los labios del mago. Heiji tapo su boca con una de sus manos, aguantándose la risa.

—Maldición, son de lo peor —fulminó con la mirada a sus amigos. El encogido se cruzó de brazos con el ceño fruncido.

Sentada en el sillón a sus espaldas se encontraba la excientífica, los cuatro se encontraban en la casa del mago, reunidos para poner en marcha el plan que se le había ocurrido al primogénito de la familia Kuroba.

Kaito se dejó caer en uno de los sillones, apoyando su rostro sobre una de sus manos mientras cruzaba una pierna sobre la otra, le parecía divertida la situación. Heiji veía como su mejor amigo caminaba en círculos, nervioso.

Los finos labios del encogido se abrieron y cerraron, trataba de formular palabras que no salían de su boca: — ¿Y si todo sale mal?

La encogida sacaba las pelusas de su suéter con palpable desinterés, volvió su vista hacia Shinichi, quien si seguía caminando en círculos le haría un agujero al suelo de parquet.

— ¿Podrías calmarte Kudo? —Haibara puso los ojos en blanco.

El chico respiro profundo y se giró a mirar a los presentes. Las pocas veces que el joven encogido volvió a tener su cuerpo de adulto fueron casualidades que le causaron algunos problemas, pero esta vez tenían un plan elaborado por el mago. El detective del oeste le dio una reconfortante sonrisa, el chico de orbes azules respiro un poco más calmado ante la serenidad que le transmitía su mejor amigo. Conan se despeinó el cabello con algo de frustración, dejo sus gafas a un lado, no tenía sentido que las estuviese usando en estos momentos, pues todos conocían la verdad en esa habitación.

— ¿Cuánto durará el efecto? —dijo el chico de cabellos revueltos en dirección de la encogida. Los fríos ojos verdosos de la chica se posaron sobre el mago, una sensación similar le recorrió el cuerpo, era lo mismo que había sentido la primera vez que conoció a unas de sus amigas, Akako. El joven le sonrió nervioso.

—La vez anterior fueron veinticuatro horas —dijo cruzándose de brazos—. Estimo que puede ser lo mismo, o quizás un poco más.

— ¿Cómo cuánto? —se apresuró en decir Heiji, adoptando la misma posición de la chica. Esta se encogió de hombros, seguía resentida con el detective.

—De una a dos horas.

— ¿No se podría extender un poco más? —dijo esperanzado Shinichi, sus ojos desbordaban temor. Ai lo miro por primera vez en días a los ojos, analizándolo.

En el fondo la chica lo había perdonado, después de unas disculpas correspondientes de parte de Conan, pero, aun así, sentía un extraño peso en el pecho. Se cuestiono a si misma si el interés romántico que sintió durante un tiempo hacia el detective seguía a flote, o si simplemente era algo de temor. Si no salía como se había planeado, la organización iría tras de ellos, así arriesgando la vida de personas inocentes.

Amor a unos centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora