Capítulo Veintinueve

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Gravedad

Conan jaló los cabellos de su nuca con frustración, no estaban en una situación nada ventajosa.
Primeramente eran los únicos que tenían una idea de donde estaba la detective juvenil.
Lo segundo era ver cómo podrían salir a buscarla, y pues no tenían ningún plan.

— Kudo... —la voz de Heiji lo saco de sus molestos pensamientos.

Sabía que su mejor amigo lo iba a regañar. Llevaba un par de horas caminando erráticamente de una esquina a otra de la gran biblioteca de su casa. Volvió a encajar sus dientes sobre la uña de su pulgar.

— Si no te calmas —musitó Kaito con tranquilidad, tan pulcro y sofisticado—, te pegaré al techo.

— No puedo actuar con serenidad como tú —se excusó. Pues tenía razón habían recibido una bomba de información—. Estoy molesto porque sabes cosas importantes durante meses y nunca nos dijiste nada.

—No era mi deber contarles cosas que no son de mi autoría —habló el mago sobre los murmullos de ira del encogido.

Tenía razón. Shinichi sentía como flotaba en cada pensamiento nuevo, uno tras otro, y sentía la desesperación por salir de ahí.

El mago camino cerca de donde se encontraba el encogido, pues estaba revisando las cosas mientras estaban a la espera de Jii.

— ¿Qué hay aquí? —apuntó con su mano enguantada las filas de archiveros.

— Archivos de casos —dijo el encogido mirando el suelo, mientras aún se mordía una de sus uñas, lo vio de reojo, pues estaba apuntando con una pequeña linterna de luz azul.

— ¿Qué buscas? —Heiji habló, estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas una sobre la otra, era la única forma en la que estaba logrando mantener la calma.

— ___ es muy cuidadosa, uso guantes —claramente no le prestó atención al detective de Osaka. Heiji bufo cansado, sabía que el mago lo hacía a propósito, para poder mantenerlos ocupados en otros tipos de pensamientos.

— ¿Por qué piensas que ella estuvo aquí? —esta vez el detective encogido buscó los ojos del mago, intrigado.

— Bueno, yo también he revisado un par de veces aquí —rio por lo bajo cómplice—. Mi carpeta está llena de las investigaciones de tú padre, hacía el mío, y las tuyas hacía mí.

Shinichi soltó una pequeña risa incómoda.

— Eso significa que ___ tenía idea de que buscar —aclaró el detective moreno.

— Algo así —Kaito se cruzó de brazos—, sabía a qué nos enfrentamos y los objetivos de cada organización.

— ¿Y cómo? —la voz de Shinichi fue un hilo, sonó quebradiza.

— Pues se aburrió de esperar de brazos cruzados.


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— ¿Te sientes bien? —el peso de Heiji hizo que el colchón se hundiera levemente, la chica apretó ligeramente el borde de la ventana con un poco más de fuerza.

¿Crees que —su vista seguía fija en el encogido que se estaba retirando con los infantes—... no soy lo suficientemente cómo para que él me diga la verdad?

Heiji pensó en que decir. Solía ser un chico que no pensaba mucho lo que decía, era algo natural e instantáneo y muchas veces eso lo había metido en problemas. Vio la mirada triste de su mejor amiga a través de la ventana, los ojos llorosos y el corazón roto. ___ había averiguado el secreto de Conan hace mucho tiempo, pero sabía que de todas formas debía de respetarle la decisión a su mejor amigo, así como Heiji lo estaba haciendo en esos momentos.

Amor a unos centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora