Capítulo Corto

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La de siempre

___ caminaba tranquilamente por los pasillos de la escuela, estaba en busca de su amigo de la infancia.
Ya casi era la hora en la que él saliera de su entrenamiento de fútbol.

— ¿Crees que esto le gustará? —la conversación de tres chicas llego a los oídos de la joven, la cual paso por alto. No era una chica que le gustase meterse en conversaciones ajenas.

—Seguro, toda la escuela sabe que a Shinichi le gustan los dulces de limón.

La chica de cabellos negros se detuvo. Sabía que esa conversación no era de su incumbencia, pero el oír el nombre de su mejor amigo la hizo sentir algo que le revolvía el estómago. Se escondió detrás del pilar del pasillo.

"¿Qué haces ___?" se recriminó a sí misma, mientras ponía sus manos sobre su cara para esconder su sonrojo, por la vergüenza que le causaba su acto "De todas formas, no tengo nada más que hacer hasta que Shinichi salga de su entrenamiento"

Una fina risa salió de sus labios. ___, era una chica muy curiosa, y su lado detectivesco no logro ocultarse.

—¡Entonces repite el plan! —la chica de cabello corto y claro dijo nerviosa, ___ la denomino como la chica uno, ella era la que al parecer se le declararía a su mejor amigo.

—Tomas la carta y la caja de dulces —la chica número dos tenía el cabello recogido, la tercera que usaba lentes, la cual asentía al ritmo su amiga—, te acercas a él y le dice lo que sientes así de fácil.

—Pero —___ levanto la vista en dirección a las chicas, solo se había limitado a escuchar—... y si él dice que no.

La detective se removió en su lugar, sabía que Shinichi era popular, y no era de extrañar, incluso con los alumnos que era mayores. Era un chico inteligente, atlético, guapo y hace poco habían resuelto un pequeño caso en conjunto de un robo dentro del establecimiento; era obvio que él tuviera muchas admiradoras. Eso no le quitaba la extraña y nueva sensación en su pecho, ¿a caso le molestaba que a esa chica también le gustara Shinichi?

—¿De qué hablas? —dijo la chica de trenzas, animando a su amiga.

—Bueno, todos sabemos que Kudo-kun le gusta Mouri-san —la chica de lentes se había animado a hablar, ___ volvió a contraer su cuerpo contra el pilar, esta vez con más fuerza, flexionando sus rodillas sobre su pecho.

—Tenía entendido que Agasa-san... —dijo la chica de cabello corto

— ¿Ella? —dijo burlesca su amiga, la chica de lentes también rio. ___, puso rápidamente su mano en su boca, quería gritar—, ella solo los sigue como una simple mascota.

— ¡Sí! Tiene suerte de que Mouri-san y Suzuki-san se junten con ella —la chica número tres, soltó una risotada más fuerte que las anteriores tras sus palabras.

Las risas se hicieron más fuertes, a la chica de orbes grises le zumbaron los oídos. Nuevamente esos comentarios. No era la primera vez que la detective escuchaba esa clase de comentarios de parte de sus compañeras de clase, aun así el aire se le hacía cada vez más pesado.

"No... no llores" la chica de cabello negro, apreto la tela de su falda con fuerza, la sonrisa que estaba tratando de mantener se esfumó "Solo... no llores, vete a casa"

Los pasos de las chicas resonaron y empezaron a encaminarse hacia donde se encontraba la detective, la chica logro esconderse detrás del pilar sin ser vista. Las lágrimas de la chica no tardaron en desbordar sus ojos, y los sollozos quedaban atrapados en su garganta.

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El sonido del silbato resonó en los tímpanos de Shinichi, el entrenamiento había terminado. Choco los cinco con su compañero más cercano.

— ¡Buen trabajo, a las duchas! —el grito del entrenador, junto otro ruido del silbato.

Shinichi iba caminando con pesadez hacia los vestidores junto a sus compañeros, pero su caminar fue interrumpido por una joven de cabello corto y unos grandes ojos cafés.

— ¿Podría hablar contigo Kudo-senpai? —tartamudeo, Shinichi rasco su nuca desganado. Se encaminó hacia una de las esquinas donde pocas personas les verían.

—Sucede algo... —dijo un poco dudoso. Shinichi se caracterizaba por ser un chico muy recatado con gente desconocida.

—Yamaguchi-san —señalo, para luego aclarar su garganta. El chico de orbes azules la miro tedioso.

No era a propósito o no por completo, estaba agotado, cansado, sudado y con la rodilla rasmillada. El joven solo quería encontrar a ___, para poder dirigirse a su casa. El chico suspiro con fuerzas.

»— Yo —la chica apretó las cosas entre sus manos— quería decirte —tartamudeo—, decirte que...

—Yamaguchi-san —la corto de repente la voz de Shinichi, fue fuerte y clara, y se notaba la amabilidad en sus ojos.

La mirada azulada del chico se dirigió rápidamente a la entrada del establecimiento, donde divisó la cabellera de su amiga de la infancia. La chica suspiro por lo bajo, le entregó las cosas al chico, quien se veía algo inquieto para poder ir donde la chica quien se estaba retirando.

—Me gustas —solto la chica. Shinichi volvió a mirarla, con una ligera sorpresa.

—Lo siento —fue lo único que pudo decir por unos instantes, llego a sentir una leve presión en el pecho al ver a la chica de orbes grises irse sin él—. Pero, no estoy de acuerdo con esos sentimientos. Lo siento nuevamente. ¡Hey, ___! —grita calzado su bolso de entretenimiento sobre su hombro, para encaminarse hacia la chica de hermosos orbes grises.

— ¡Esto es tuyo Kudo-senpai! —el chico toma rápidamente la carta y la caja de dulces y corre hacia la chica con algo de pesadez por la herida en su rodilla.

— ¡Hey ___! —dice el chico ya a su lado, colocando sus brazos sobre su cabeza—, te estaba llamando —dice con algo de desinterés.

—No te oí —se disculpa la chica en voz baja.

— ¿Sucede algo ___? —el chico detiene su caminar, bajando sus brazos.

—No —la chica lo miro de arriba a bajo—, estas lastimado...

Él la miró, no era la chica de sonrisa traviesa, de curiosidad innata, de esos bellos ojos brillantes que por fin el entendía que tanto le gustaban. ¿Qué le pasaba a la chica que le robaba el aliento y cada pensamiento?
Shinichi la miró triste, sus heridas no le importaban ahora.

»—Shinichi, vamos a casa, te curare tus heridas.

El chico de orbes azules se atrevió a mirar fijamente esos ojos grises, los cuales estaban tristes.
"Te cuidaré, hasta que vuelvan a brillar"

— ¿Un dulce? —dice extendiendole la caja, la chica negó. Así emprendiendo su viaje en silencio.

Amor a unos centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora