Capítulo Veinticinco

142 20 17
                                    

Devastación 

1/2

Heiji luchaba por mantener sus ojos abiertos, los sentía resecos e irritados, sin más pestañeo. Había perdido una guerra de miradas con su mejor amiga, ___ sonrió victoriosa. Estaban a la espera del doctor, para saber el último veredicto y poder irse hacia su casa.

El profesor Agasa, había ido a dejar a los infantes a la escuela, quienes se despertaron más temprano de lo habitual para ir a visitar a la detective. Los moretones de su cuerpo habían desaparecido casi por completo, y su piel había vuelto a la normalidad, ya no tenia ojeras ni rasguños.

El mago salió del cuarto de baño, estirando sus brazos, portaba su uniforme escolar al igual que el moreno.

— Van a llegar tarde, si no se van ahora —dijo suavemente la chica.

— De todas formas, no queríamos ir —respondió el chico de cabellos enmarañados, barajando unos naipes que se encontraban en su bolsillo. Un acto que hacía de vez en cuando.

— Reprobaran sus materias —rio burlonamente. Heiji y Kaito la vieron ofendidos, solo lograron que la risa de ___ fuese más estrepitosa y contagiosa.

— ¿Eso es todo lo que tienes que llevarte? —el detective de Osaka, ignoro las burlas de su mejor amiga. Apuntó un bolso marrón, a los pies de la cama, la chica asintió.

Seguía con la bata celeste puesta, pero no estaba conectada a ninguna máquina, y eso lo agradecía bastante. Era un peso emocional que no soportaría de nuevo. El ver miradas preocupadas, era algo que no podía soportar, incluso menos de sus amigos, era una sensación insoportable y dolorosa.


Hattori, tomó la maleta y salió de la habitación en silencio, vería si había llegado el padre de la chica.

La joven sintió un peso sobre la coronilla, sonrió inconsciente; al oler el perfume tan reconfortante de Kaito, la diferencia de altura entre ambos era clara, los dos miraban por la ventana en silencio, viendo como el sol se asomaba lentamente por los edificios de la ciudad. El chico movió su mentón hasta el hombro de ella, encorvándose para estar a su altura.

Pues, diecisiete centímetros si hacían una diferencia: —Detective —la voz del chico salió ronca.

— Dime —como pudo observó al chico con el rabillo del ojo.

— Estas —dudó en completar su oración, suspiró dejando la inseguridad de lado y trató de sonreír para la chica. No pudo por más que se esforzó—... Si es que estas segura de tú plan.

Silencio. Algo muy tortuoso para una persona como Kuroba Kaito. El adolescente se atrevería a decir que era tan silencioso el hospital que podía oír sus propios latidos, y eso era molesto. Buscó los grises ojos de su amiga. Los encontró mirándolo, con temor.

Había una sonrisa en su rostro, una simple cara de póker, que el conocía a la perfección, algo que él sabía que era, una máscara. Ambos eran similares, primero iba el bien común y luego sus preocupaciones y temores, aunque la chica se rompía con mucha más facilidad que Kaito.
Su corazón se oprimió al ver el temor reflejado en sus ojos. Se prometió mentalmente en seguir cada paso que diera la chica.

— Se ve difícil —Kaito sintió que ___ estuviese recitando un diálogo de memoria, como si hubiese practicado esa conversación más de una vez. Su voz sonaba como una contestadora automática—. Con los contactos que tenemos, podemos encontrar a Pandora.

— No creo que a la policía le guste ayudar a KID —la interrumpió—. Después de todo es solo un ladrón.

— Y ese ladrón es mi mejor amigo —Auch. Su voz fue seria, esta vez el chico vio como los tonos rojizos cubrían el rostro de la chica. Un espectáculo de magia muy bonito—. También, tenemos que frenar a las organizaciones, no pueden estar sueltas. Mira todas las vidas que han arrebatado.

Amor a unos centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora