Capítulo Veintiuno

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Entre lágrimas

Los verdes ojos de Heiji no se despegaban del pecho de la chica, veía como subía y bajaba rítmicamente desde hace unas horas atrás. Frustrado se refregó la cara con ambas manos, para luego juntarlas y llevarlas hasta sus labios, como si estuviera implorando que se despertara y pudiera mirar atentamente esos ojos grises que tanto lo calmaban.

El ruido de los aparatos se combinaba con el del roce de su pantalón, movía una de sus piernas con notable ansiedad, sentía que si su mejor amiga no se despertaba en un par de horas más iba a estallar. Vio como el mago se removió en el sillón que se encontraba a una esquina de la habitación, la manta que lo cubría se había caído al suelo, el detective de Osaka se paró con pesadez a ordenar el desastre que tenía Kaito en su lugar.

Volvió su mirada al cuerpo de su amiga y regresó a sentarse en la silla que había al lado de la camilla, tomó con delicadeza la mano de la chica, se veían rasguños y moretones alrededor del brazo descubierto. Acarició el dorso de la mano helada de ___ con cuidado.

— ¿Crees que estemos haciendo lo correcto? —susurró el chico al ver como entraba la luz del pasillo, iluminando una zona de los pies de la camilla. El cuerpo de Shinichi se vio a través de la rendija de luz.

El chico trago suavemente, mientras trataba de buscar la mirada de su amigo, quien aún no la despegaba de la chica. Un ronquido salió de los labios del mago, mientras giraba bruscamente su cuerpo hacia el otro lado. El detective cerró la puerta con cuidado.

— No sé qué salió mal —dijo jalando su cabello con frustración mientras recostaba su espalda en una de las frías paredes de concreto.

— Kudo —musitó el moreno, con los ojos anegados en lágrimas—, no crees que será mejor que —repasó sus propias palabras, por fin subió la vista y miró directamente al chico. Un nudo se formó en su garganta—... ___, se vaya conmigo a Osaka.

El corazón del adolescentes se frenó por un segundo, eterno. Fue un dolor incluso más fuerte de cuando se convertía en su contra parte, un golpe bajo. Sus cuencas se movían desorbitadas, y sintió como lentamente sus ojos ardían.

Heiji pensaba en el bienestar de todos, pero no en el corazón de su mejor amigo en esos momentos.

— Crees que todo esto fue causado por la organización —no fue una pregunta, lo estaba rectificando. Por fin había avanzado en recuperar su relación con su mejor amiga, y estaba perdiendo todo eso. El moreno asintió volviendo a posar su vista en la chica.

— No tengo dudas, Kudo —volvió a acariciar la mano de la chica, tratando de transmitirle calor.

— No te permitiré que la alejes de mí.

— Ya veo —la mirada de Heiji se suavizó al sentir que la mano de ___ se calentaba—. Entonces, tendrás que decirle la verdad.

El chico avanzó hasta la camilla, en su mente rondaban todas las posibilidades que tenia en esos momentos, él quería que sus amigos salieran ilesos, pero si las sospechas de Heiji eran ciertas, estaban caminando por hielo quebradizo. Recorrió el rostro de la chica pequeños rasmillones se asomaban, posando sus ojos en aquellos gruesos labios de un embriagador color rosa. Una pequeña idea traviesa se le atravesó unos instantes, la descartó de inmediato.

Movió el flequillo de la chica con suavidad, vio con el rabillo del ojo como el detective del oeste salía en silencio de la habitación, dejando la puerta entreabierta. Con la misma mano, se dedicó a acariciar la frente de la chica, bajando por el puente de su nariz, deteniéndose en la punta, dudando de si seguir con aquella inofensiva caricia, lentamente, bajo su palma hasta la mejilla fría de ___. Con su pulgar trazo pequeñas líneas, mientras que el resto de sus dedos delineaban el mentón de su mejor amiga, volvió a dudar al llegar a su comisura derecha de su boca.

Amor a unos centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora