ᴏɴᴇ ♡

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— ¡Esto no sirve! — un grito se llegó a escuchar desde la habitación del segundo piso hasta la planta principal.

La señora, que pasaba por sus cuarenta y nueve años, suspiro y giro hacia la escalera con una idea en mente. Entre sus manos yacía una taza con leche caliente y unas cuantas galletas que le daban un aroma de canela a todo su hogar. Conforme fue avanzando en su subir fue escuchando las quejas de la puerta entre abierta perteneciente a su hijo menor. Dentro estaba su hijo, con la espalda encorvada y total oscuridad. Un destornillador golpeaba la mesa mientras que con su mano libre jalaba algunos de sus cabellos de colores al ver la mesa llena de piezas sin encontrar un orden. 

— ¿Cómo va la reparación, pequeño genio? — pregunto la mujer dejando su bandeja a un lado y sobando con cariño los hombros del joven frente de él.

— Podría ir mejor — su voz desganada le daba a entender que las cosas nos iban para nada bien —. Pásame el cautín, porfa.

Su madre giró ligeramente tomando dicho objeto antes conectado. El muchacho se inclinó y lo acerco al estaño, observándolo fundirse en ese mismo instante. Dejó la barra color gris, prendiendo la lupa con linterna. Empezó a sellar todo lo que necesitaba, procurando que las placas no se hayan roto con la caída.

— Creo que voy bien. — desconecto el cautín antes de tomar la esponja especial y pasarla con sumo cuidado por la placa central. Una vez limpio lo coloco en su soporte.

Tomó un destornillador junto a las pinzas finas que tenía y empezó a mover algunas láminas que habían dejado en la mesa; otra parte del interior estaba conectada a un computador que mostraba un programa lleno de códigos extraños. Dejo el destornillador y tomo uno de los retazos de cinta pegados en su mesa para enrollarla de tal forma que los cables no se mezclara y no dañaran los circuitos. 

La mujer lo vio conectar alguna que otra cosa por ahí y por haya, la verdad no entendía bien lo que hacía, pero amaba ver a su hijo hacer lo que amaba hacer. Sin haber guardado el interior mecánico, el chico tecleo algunas cosas en su computadora para ver como la pantalla del robot apartado a un costado encendía su pantalla quebrada. Dos ojos se vieron en medio y una pequeña boca que se movía conforme cambiaba de expresiones. 

— Buen día, amo. ¿En qué puedo ayudarle el día de hoy? — se escuchó de la máquina antes arreglada.

Una gran tranquilidad recorrió todo su cuerpo, desde la gratitud que sintió en su pecho, hasta el malestar cerca de sus pies que desapareció cuando escucho aquella voz robótica. Sin esperar un segundo la apago y empezó a meter todo en su lugar; ya había hecho aquel procedimiento miles de veces. 

Su madre miró a su pequeño genio. Aplaudiendo con euforia y plantando un dulce beso en su mejilla. — Eres grandioso, Jimin. ¡Tan inteligente!

— Gracias mamá. Pensé que lo echaría a perder. — sus labios se elevaron. Amaba ese sentimiento de poder haber hecho algo completo y bien en su vida.

Acaricio un poco el plástico que cubría al robot frente de él, antes de tomarlo en sus manos para dejarlo en su centro de carga. La pantalla mostró un 27% y luego procedió apagarse; tocaba la parte menos divertida: ordenar todo. Fue en ese momento donde Jimin noto las galletas que su madre le había dejado en la mesa; sin dudarlo tomo una. 

 — Me alegra haberlo salvado. — menciono mientras limpiaba con cuidado con la esponja que tenía destinado para eso y dejaba sus herramientas en un cajón; eran de segunda mano, pero eran valiosas —. Por cuarta vez en el año.

𝐂𝐎𝐃𝐈𝐆𝐎 𝐌𝐘𝐆𝟎𝟗𝟑 || 𝐘𝐎𝐎𝐍𝐌𝐈𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora