V E I N T I S I E T E

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- Así que tú eres la pequeña Jauregui. - vale, pequeña no era. Ya era una mujer adulta, pero dado a que no me atrevía a contradecirlo en nada me quedé callada, dándome cuenta de que era una hipócrita al haber alguna vez juzgado a Camila de cobarde cuando yo no podía ni siquiera hablar bien.

- Exactamente. Esa soy yo.

- Dios, tienes exactamente los mismos ojos de tu madre. - me dijo en un acento británico excelente. Se me erizó la piel.

- Me lo dicen seguido. - sonreí a medias y después de haberme estado viendo a mí, volteó su mirada hacia mi chica de ojos marrones. La recorrió con la mirada en una forma nada lujuriosa, sino más bien como intentando analizar quién era la extraña que estaba dentro de su casa.

- ¿Quién eres tú? – preguntó directo y sin rodeos.

- Su nombre es... - fui interrumpida por la voz más aguda.

- Me llamo Camila. Camila Cabello.

- ¿Y quién eres tú, Camila?

- Soy una... amiga de Lauren. – amiga, amiga con derechos, bueno.

- Bien, chicas. Siéntense. - Camila no lucía tan nerviosa como yo. Es que ella no tenía idea de las cosas de las que Simon era capaz. Claro, tenía que ser eso.

Hicimos caso a su oferta y tomamos asiento en unos sillones cómodos de diván. Camila cruzó su pierna por encima de la otra y se sentó con bastante clase. Vaya, lucía jodidamente bien. Una mujer delgada se acercó a nosotras y sirvió café en unas tazas previamente preparadas. No recordaba que no había tomado café en la mañana, y que mi cuerpo se sentía morir sin un poco de cafeína. La cafeína en ese momento, estaba haciendo el papel de la cocaína que me había limitado a consumir todo el tiempo por Camila.

Simon tomó asiento en una silla mayor a la de nosotras que lucía incluso más cómoda y le dio un sorbo a su café recién servido. Me pregunté interiormente si no se habría quemado la lengua, pues el mío estaba hirviendo. No era que no me gustara caliente, de hecho me encantaba así, pero esta temperatura era ciertamente exagerada.

Volteé mis ojos hacia Camila buscando un poco de su tranquilidad y cuando me sonrió, la encontré. Respiré profundamente y volví a ver a Simon un poco más relajada por ver a Camila así.

- ¿Sabes por qué estás aquí?

- No realmente. Alfredo me comentó que era porque el hombre que él había preparado para usted no le resultó confiable.

- Exactamente, Jauregui. Por lo tanto, quiero que seas tú y... - volteo con Camila. - tu pequeña amiga Camila quienes me ayuden al tráfico internacional. - mierda. No sabía cómo mi chica reaccionaría, por lo que la vi, encontrando en ella tranquilidad como la primera vez. ¿Por qué no estaba nerviosa? ¿Por qué no se estaba muriendo de miedo? Tenía la misma expresión, ¿estaba acaso muerta? ¿O sólo muy estúpida?

- A mí me encantaría. – eso me hizo casi abrir la boca a toda su amplitud. ¡Mierda! ¡Mierda! ¿Cómo era eso posible?

- Camila no tienes por qué... - una vez más fui interrumpida pero esta vez por el hombre con acento.

- Shh, Lauren. - Simon tenía una expresión poderosa y profunda marcando su rostro. - Camila...lo que hiciste en el aeropuerto fue...radiante.

- ¿Radiante? ¿Qué fue lo que hice?

- El cómo pasaste con tu maleta. Sin ninguna expresión que pudiera delatarte. ¡Fuiste increíble! - Simon parecía verdaderamente encantado con mi chica y Camila sólo sonreía, pero sonreía con una expresión orgullosa. Feliz. – ¡Ni siquiera te checaron la jodida maleta, mujer!

- ¿De verdad? - ambas estábamos asombradas. - Pero...pero, ¿y usted cómo vio? Es decir, no estaba en el aeropuerto, ¿o sí?

- Tengo cámaras y personas que trabajan para mí en él, cariño. No me es difícil. En cambio ese idiota que me mandó Alfredo era un completo retrasado. Estaba temblando en el lugar... - ahora su mirada se dirigió a mí. - Así como tú. - mi corazón se encogió y sentí que me había dado en mi orgullo.

- Yo...es sólo que tengo un poco de frío. - mentí y Simon sonrió como burlándose de mí, sin creer mis palabras.

- Quiero que ustedes dos se encarguen de lo que les dije.

- Lo haremos. - contestó Camila por mí. Parecía realmente emocionada. Pero yo en cambio estaba enfadada con ella. Sin razón.

- Sí...lo haremos. - sonreí ladeado y le di un sorbo a mi café, que ya no estaba tan caliente y me había sabido a gloria. Me dolía que pensara que Camila era mejor que yo, y me dolía pensar que fuera cierto. Que me pudiera superar en algo.

- El café está delicioso. - dijo Camila momentos después y Simon asintió de acuerdo con ella. - ¿era a la única a quien le había parecido un poco muy cargado? Bueno de todas maneras, pero sí, muy cargado.

- Bien... entonces quiero que ustedes tomen el cargo de las maletas con marihuana que les entregaré. Necesito que sean cuidadosas. Mucho.

De repente una chica joven salió de los cuartos de la casa, bajando por las escaleras. Mierda, no sabía que Simon podría tener una esposa tan malditamente joven. Siempre había creído que vivía con su esposa, aunque jamás había hablado de una.

- Dinah, cariño. Ven aquí... - le pidió Simon y la chica fue hacia él, sentándose en uno de los sillones de diván que eran parecidos a los de Camila y mío. - Escucha, ellas son Camila Cabello y Lauren Jauregui, ahora van a trabajar para mí. - ¿estaría su esposa celosa de nosotras?

- Hey. - sólo dijo eso, con un movimiento de cabeza en forma de saludo y mi chica y yo sonreímos de forma amable.

- Ella es mi hija, chicas. - oh, eso lo decía ahora todo, aunque ciertamente Dinah no tenía ni un poco de parecido a Simon. - Y quiero que las ayude de igual forma en todo el asunto. Dinah es astuta y sabe cómo resolver las cosas en milésimas de segundo. Mentirosa profesional. - la expresión de Dinah no cambió mucho mientras su padre hablaba. Pude ver las miradas que le hacía a Camila. Eran profundas y me llené de celos mientras lo hacía. La chica de ojos marrones no se daba ni siquiera cuenta. No diferenciaba las miradas amables de las coquetas. Le di una palmadita en el muslo para luego bajarla a su rodilla, acariciándola con la yema de mis dedos reclamándola como mía. Dinah se dio cuenta y se aclaró un poco la garganta.

- Me parece bien, papá. - habló ahora Dinah y me di cuenta de que su voz era completamete sensual, incluso ronca. Tenía el mismo acento británico que su padre poseía a pesar de vivir en Italia, y con ese cuerpo que tenía, me daba un poco de envidia. Cada curva estaba en su lugar, al igual unos pechos y un trasero bien definidos. Giré los ojos. Esperaba en verdad que Camila no le dirigiera ni siquiera la mirada, menos la palabra. No más allá de lo laboral.

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UNDRESSED {Camren}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora