T R E I N T A Y N U E V E

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El trayecto hacia casa se me hizo interminable. Eran montones de gente estúpida yendo y viniendo. Jodidos peatones que no se fijaban. Ellos no tenían la culpa por la manera en la que me sentía, era obvio, pero igual me desquitaba con ellos, haciendo sonar el claxon, y gritándole algunas maldiciones en las cuales yo era experta.

El que fuera a llover no hacía las cosas mejores. Me hacía sentir más sola, pero aumentaba las ganas que tenía por un buen tequila. Me comencé a desnudar casi al instante que prendí las luces de la sala, las cuales funcionaban casi para toda la casa.

Era algo jodido que ahora Camila no estuviera sola. Tenía celos, porque yo la quería completamente mía. Mierda. Y justo ahora me daba cuenta lo estúpida que había sido al no estar con ella de la forma en la que lo quería. Finalmente me encontraba donde quería, en la bañera llena de espuma y de buenas esencias que llenaban el aire y daban un aroma increíble, acompañada de una gran botella de tequila solo para mí. Suspiré con fuerza.

Poco a poco me fui desprendiendo de cada prenda que resguardaba mi cuerpo, para poder meterme al único lugar en el que deseaba estar, bueno, el segundo lugar en el que deseaba estar; porque si pudiese elegir entre estar aquí o entre los brazos de Camila, definitivamente mi respuesta sería la que incluía a la chica morena de ojos marrones. Metí un pie en el agua caliente y cuando menos me di cuenta ya me encontraba completamente dentro de la tina. Mi cuerpo se llenó del calor que había bajo el agua y decidí relajarme.

A mi mente al instante vino la imagen de Camila. Camila riendo, Camila llorando, Camila enfadada, Camila con los labios rojos, Camila la primera noche, Camila inocente, Camila lujuriosa, Camila contra el carro... Camila haciéndome el amor. Todos y cada uno de los recuerdos que se posaron y se resguardaron en mi mente eran dolorosos en ese momento.

Mi tiempo en la bañera terminó luego de un glorioso orgasmo al que había llegado debido a frotar con rapidez mi clítoris, en una sesión de masturbación bastante buena donde Camila había sido la protagonista. Me puse una bata alrededor que me cubriera por completo y tomé una toalla para secarme el cabello un poco antes de dejarlo a cargo de mi secadora, la cual tenía poco de haber comprado.

No pasaron ni cerca de cinco minutos cuando mi cuerpo ya se encontraba lo bastante seco al igual que mi cabello, por lo que sólo lo cepillé para deshacer los putos nudos que siempre se formaban en cada mechón. Era desesperante porque batallaba bastante para deshacerme de ellos y a veces sentía que perdía la mitad de mi cabello azabache entre cada jalón que le daba.

Era bastante malo para mí pensar en Camila. Y es que tras la última noche que habíamos pasado juntas, los sentimientos que tenía hacia ella no habían disminuido como pensaba que sería, creyendo que sería simplemente una calentura como las que tenía, y que esos siete meses sufriendo por ella eran porque pensaba incrédulamente que se debía a mis caprichos de no conseguirla, y de haberla perdido en las manos de otra mujer. Precisamente de una mujer. Estaba segura que si me hubiera enterado que Camila estaba con un chico, me hubiera reído a carcajadas, pensando que estaba tratando de remplazarme con algo o alguien más bien, inútil. Pero era Dinah. La puta italiana. Y es que ella era tan guapa, tan... atractiva. Y no era que yo me menospreciara, pues estaba consciente al completo de que era guapa, y de que mis ojos verdes eran el más grande atributo que yo tenía, y que con ellos podía obtener mucho de lo que quería si no es que todo, pero Dinah me había impuesto desde que la había conocido.

El timbre de la puerta sonó y bufé. No tenía ganas de ser grosera con el hombre que se encargaba de arreglar muchas de las cosas de mi casa, y no tenía idea de que hacía ahí cuando yo ni siquiera había llamado, pero casi siempre iba, cuando se le antojaba, y siempre era amable con él porque era alguien agradable con el que a veces me servía hablar pero si era él en ese momento, estaba segura de que yo no sería nada buena. Me acerqué a la puerta para abrir porque el timbre me estaba volviendo loca y cuando abrí me encontré con un cabello rubio, unos ojos azules, y unas tetas enormes. Dios santo. No me esperaba aquella gran sorpresa. Aquel vestido le favorecía y bastante.

UNDRESSED {Camren}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora