T R E I N T A Y C U A T R O

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- Yo... yo lo siento. No puedo. - murmuré bajo. Conservando o al menos intentando mi dignidad. La mirada de Lauren fue sombría. Me asustó. Yo no supe qué hacer. Mucho menos cuando su boca húmeda se posó sobre la mía, quitando el sabor amargo del alcohol para suplirlo con un artificial sabor a fresa que se escapaba de la esencia de su rojo labial. Era nuevo. Era más fuerte. No pude evitar pensar que era deliciosa.

Con su lengua hizo que mi boca se abriera a su totalidad. Quise llorar de rabia. ¿Por qué estaba correspondiéndole?

Nuestros labios encajaban en un perfecto rompecabezas. Era suave, y era dura al mismo tiempo. De pronto, el recuerdo de la llamada que había tenido con ella y la cual había hecho mi corazón romperse en trizas vino a mi mente y la empujé lejos de mí justo como ella lo había hecho cuando se me acercó y Dinah se encontraba en la escena.

El ceño de Lauren estaba fruncido, confundido. Con desprecio pasé mi palma por mi boca para intentar quitar de mí algún rastro que hubiera permanecido en mi boca. Eso me hizo llorar más.

- No quiero que vuelvas... – le advertí, dejándola asombrada, dejándome a mí incluso de la misma forma. Había aguantado mucho. Cada estupidez que Lauren hacía yo estaba ahí para hacerme cargo. De cada remordimiento, de cada problema, de cada recuerdo, en cada borrachera, en el sexo, en su negocio. - No quiero que me busques... que vengas a mí, ni me llames, no quiero que vengas por consuelo, o porque estás borrachísima o en problemas. Olvídate de que existo, Lauren.

- ¿En verdad quieres eso? – preguntó con un nudo en su garganta, su voz se escuchaba entrecortada.

- Sí. - mentí, porque en la realidad lo único que quería era seguir estando a su lado. Pero no podía vivir en una relación llena de puras ilusiones y fantasías. Lauren no era algo que yo necesitaba.

- Italia fue asombroso. - dijo de repente. - y todo lo fue. – sonreí casi sin querer hacerlo. Los recuerdos de la noche anterior, todo había sido de verdad bueno.

- Sí... lo fue. - esbocé una pequeña y falsa sonrisa, a la que ella respondió de la misma manera.

- Adiós, Camz.

- Adiós, Afrodita. - y por más ganas que tuve de correr tras de ella para que volviera, dejé que se marchara y que sus hipnotizantes ojos verdes en conjunto a su bonito cuerpo se perdieran al instante de mi vista. Lauren vestida en negro, como siempre solía estar, desapareció entre la gente. La borrachera que traía se había disuelto, se había esfumado, y al contrario de eso, mi cordura estaba presente. Mis piernas temblaban al igual que mis manos y mi boca, haciéndome titiritar los dientes. ¿De verdad todo esto había pasado? La noche anterior habíamos estado en Italia, besándonos. Tomé mi bolso el cual se había quedado en el sofá al cual había caído previamente y decidí salir del lugar, planeando en citarme con Dinah, Ally y Troy.

Los tacones se comenzaban a sentir más pesados que antes, al igual que mi cabeza y todo mi cuerpo. Estaba aturdida y con náuseas. Mierda. Puta Lauren Jauregui. Puta Sandra. Puta vida. Me lamenté sin sentido y di gracias al cielo cuando Dinah, llegó a auxiliarme para que no cayera de pronto.

- ¿Qué fue lo que pasó con Lauren, Camila? Pensé que todo iba excelente...

- No quiero saber más de ella... de su vida, de su existencia... quiero olvidarla, ¿vale?

- Quiero que me cuentes...

- ¡Que no Allyson! - grité con más fuerza de la planeada y de la necesaria cuando vi que la mirada de Ally se volvió hacia el piso. Troy al instante corrió a su auxilio y me miró con rencor. Mierda, me había pasado. Ally era la persona más sensible que conocía. Jamás le había gritado con esa fuerza. Acerqué mi mano a la suya y la rechazó. Estaba enfadada y me sentía terrible de que fuera por mi culpa.

- Sólo sube al auto, Camila. Estás borracha. - me dijo con autoridad Troy tras haberme abierto la puerta del auto de Dinah, quien se había ofrecido a llevarnos a todos a casa. Yo fui la única que me opuse y le pedí de favor que me llevara a un hotel.

Lo que quería era estar lejos de los recuerdos que me traía mi habitación. Todos y cada uno de los que ahí habían pasado.

Dinah ofreció llevarme a su hotel, me dijo repetidas veces que habían dos camas ahí y que si necesitaba mi privacidad ella me la daría. Esa chica estaba sólo buscando mi comodidad y era algo que yo agradecía infinitamente. No tenía casi nada de conocerla, pero lo que había visto en el bar de ella, me había gustado. Era increíble. Le sonreí con gratitud luego de que me prestara ropa para dormir, desmaquillante y unas pantuflas. Dinah era millonaria, y eso se notaba en la forma en la que vestía, hablaba y viajaba. Claro, Simon seguramente era el padre más consentidor con ella y las muertes de tantos hombres no quería decir que realmente fuera porque quisiera, sino porque lo merecían. Eso esperaba.

Suspiré y al poco rato de hablar con la chica italiana me quedé dormida profundamente cuando Morfeo me llamó para acomodarme entre sus brazos hasta despertar en ellos al siguiente día.

Cuando abrí los ojos, me encontré con una Dinah dormida. Mierda... parecía una figura esculpida por el mismísimo Miguel Ángel de Grecia. Me relamí los labios, los cuales estaban secos y seguí admirando cada rasgo de su rostro por unos segundos más. Me di cuenta de estaba a punto de abrir los ojos y descubrirme mirándola, por lo que en menos de un segundo volví a cerrar los ojos. Sentí la sombra de Dinah pasar por enfrente de mí, y pensando que iba a continuar su andanza me di cuenta de que estaba completamente equivocada y ella se encontraba detenida.

- Ojalá pudieras verme como la ves a ella... - la escuché decir y mi corazón palpitó. Sí, sabía que le gustaba a Dinah desde Italia pero escucharla diciendo esas cosas me hacía sentir fatal, porque era verdad. Mis ojos jamás se fijarían en nadie más de la misma manera en la que lo hacían cuando se centraban en Lauren. - Tal vez y algún día te des cuenta, pequeña. - murmuró nuevamente y se inclinó a besar mi frente. - Sigue durmiendo, nena.

Luego de esas palabras, se fue y continuó su camino, dejándome ahí tendida en la cama. Sin siquiera estar dormida. Lo que sí estaba era cansada, los pies me ardían tanto como mi corazón y la cabeza me estaba por explotar por la fuerte resaca que me llegó.

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UNDRESSED {Camren}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora