Capítulo 40

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Ciel se encontraba de cuclillas mientras su mente era un caos total, miles de imágenes taladraban su cabeza una y otra vez, sin saber diferenciar lo que era la realidad. Estaba confusa y temerosa. Y, por si fuera poco, estar completamente atrapada en la oscuridad con dos voces sonando sin parar, ya ni siquiera era capaz de diferenciar una de la otra o entender lo que decían.

—… ojos… oscuridad…

—… ver… más… ojos…oscuridad…

—… ¡engañar…abre… vez…!

De repente, algo se quebró. Y dejó de escuchar voces.

Sus ojos se oscurecieron por completo y perdieron vida, su vista estaba perdida en la nada y su rostro, era inexpresivo. De repente se vio sumergida en una oscuridad profunda. Tenía la sensación que caía en un vacío infinito, cada vez más y más hondo, hasta el punto en el que ni siquiera era capaz de distinguir su propia existencia. Era como si se hubiese sumergido en la profundidad del océano. Entre más hondo iba, su ser más desaparecía.

Antes de tocar fondo y desaparecer, unos brazos cálidos la envolvieron, brindándole un poco de luz.

—Ciel —Sonó una voz suave, llena de ternura. Y todo se llenó de luz.

No sabía dónde se encontraban, pero no podía dejar de ver el rostro de aquella mujer, frente a ella. Sus ojos eran de color ámbar, sus cabellos eran de color café, su sonrisa y su mirada expresaban ternura y alegría. Su pecho se vio invadido de un sentimiento de alegría y tristeza, y sus ojos se humedecieron.

—Cuanto has crecido —sonrió cálidamente. Al escuchar esas palabras, Ciel rompió en llanto.

—¿M-mamá…? —dijo con la voz temblorosa, mientras lloraba. Sin pensarlo dos veces, la abrazó. Katia se sorprendió, pero correspondió el abrazo con gusto.

—Me gustaría estar así por más tiempo y hablar contigo, pero no tenemos mucho tiempo —dijo separándose de Ciel.

—¿A-a qué te refieres? —pregunto confundida.

—Escúchame atentamente, Ciel —pidió suavemente, viendo a Ciel a los ojos. Su mirada era seria y no la apartó hasta que Ciel asintió con la cabeza—. Tienes que abrir los ojos. No permitas que la oscuridad te consuma. No permitas que manipule tu mente. ¡Tienes que recuperar la conciencia!

—¿Quién? ¿De qué hablas? —preguntó aturdida.

Katia la observó unos minutos, el rostro de ciel reflejaba tristeza, confusión y muchas cosas más. Suspiró y alzó la vista, seria.

—Mira —dijo y Ciel volteó a ver el lugar que su madre veía—. ¿Puedes verlo?

—¿Ver… qué?

—Respira profundo y concéntrate, estamos en tu inconsciente, debes ser capaz de ver lo que está sucediendo afuera, solo concéntrate —explicó suavemente—. Si solo miras sin ir más allá, lo único que veras es oscuridad —guardó silencio por un momento y sonrió—. Sé que puede hacerlo.

—S-sí.

Cerró los ojos y respiró profundo. Se quedó de esa manera por unos minutos, hasta que abrió nuevamente sus ojos y observó nuevamente. Abrió los ojos como platos y comenzó a sudar frio y a temblar.

—¡¿Q-qué de…?! —Retrocedió un paso—. ¿Por qué… Tenma está…? —tragó en seco y continuó—: ¡¿Por qué esta sangrando frente a mí?!

Antes de recibir respuesta alguna, escuchó voces que gritaban el nombre de Tenma, y otra más, que venía de este último.

—¡¡Ciel, reacciona!! ¡¡No te dejes vencer!! ¡¡Dijiste que salvarías a tu hermana ¿no?!! —Era la voz de Tenma, que frente a ella gritaba desesperadamente para hacerla volver.

«Fui yo… Yo lastimé a Tenma… ¿A cuántas personas habré lastimado? ¡No, no, no, no quiero lastimar a nadie…!», pensó entrando en pánico. De repente, recordó las palabras de Carl: “Eres un monstruo”. El miedo inundó su cuerpo y dio un paso hacia atrás.

—Tranquilízate, Ciel —habló Katia suavemente, tomándola de los hombros—. No permitas que la oscuridad te consuma. Si lo haces, no podrás salvar a Mayura, ni la isla —dijo firmemente. Ciel se sorprendió y bajo la cabeza.

—Mamá… ¿por qué soy… un monstruo? ¿Por qué tenía que pasar… todo lo que pasó? —preguntó tartamudeando, no encontraba las palabras para expresarse.

Katia abrió los ojos sorprendida, guardó silencio y suspiró.

—No eres un monstruo, eres mi hija —sonrió con los ojos cristalizados—. Tú ere tú, y eso nadie puede cambiarlo. Sé que te debo muchas explicaciones, solo puedo decirte, lo siento —Los ojos de Ciel se abrieron de par en par—. Por mi culpa has tenido que sufrir todo este tiempo.

—¡N-no necesitas disculparte, no tienes la culpa de nada, madre! —se apresuró a decir. Katia se sorprendió y sonrió tiernamente.

—Viene siendo hora de que regreses, te están esperando —le dijo abrazándola y seguido, besó su frente, al mismo tiempo en el que todos sus recuerdos se aclaraban—. No abandones tus sentimientos y no olvides quien eres. Estoy orgullosa de ti, mi querida Ciel.

—Mamá… —Lagrimas comenzaron a recorrer por sus mejillas. Al mismo tiempo, Katia se desvanecía lentamente.

—Te amo. Siempre estaré velando por ti, sin importar donde estemos.




Minutos antes…

Tenma y Ciel continuaban forcejeando con la espada, pero con cada segundo que pasaba, Ciel se volvía más fuerte. De pronto, su ojo izquierdo cambió de color, se volvió ámbar. Al mismo tiempo que su cuerpo comenzaba a desprender miasma, como el de magano, lo que provocó el temor de todos y la reacción de los cuerpos de Benio y Rokuro, nuevamente. Las marcas rojas se encarnaban cada vez más e incluso, parecía que palpitaban.

—Es demasiado tarde… —dijo Arima pasándose una mano en el rostro.

—Todavía no —aseguró Tenma—. Aún… Ugh… —Antes de terminar de hablar, fue herido en el costado derecho por la espada—. Tch…

«Maldición, este miasma que desprende es fuerte y no solo eso… es venenoso. Si no hago algo rápido el entrará en la herida y las cosas se pondrán feas. Pero, no puedo quitar la barrera», analizó en silencio.




—Sus poderes han despertado —dijo tranquilamente—. Los de la princesa de los kegares y el recipiente del rey.

—No, Yuzuriha. No serás más un recipiente, es la reina.

—De acuerdo, Carl.

—Por fin ha llegado el momento —dijo y se acercó a ella con una sonrisa, colocó su mano en la cabeza de Yuzuriha y agregó—. Buen trabajo.

En ese momento el cuerpo de Yuzuriha se iluminó, abrió los ojos como platos y comenzó a gritar y gemir del dolor.

—¡¡Agh!! ¿p-por qué…? Prometiste que… ¡¡Ugh!! T-traerías de vuelta… ¡¡Agh!!  a Sakanashi…

Lo miraba con impaciencia y sorpresa, mientras se retorcía del dolor. Carl la observó con un rostro sin expresiones y lleno de frialdad.

—Porque ya no te necesito. Además, Sakanashi solo sería un estorbo para mis planes. ¿Realmente creías que estaba del lado de ustedes? —se burló—. Mi objetivo es erradicarlos a todos ustedes y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa. Adiós, ya no me sirves —En el momento que finalizó sus palabras, el cuerpo de Yuzuriha dejó de moverse y la luz que había en ella, la hizo desaparecer.

Una lucha sin héroes. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora