Capítulo 18

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Tanto Shimón como Rokuro estaban asustados y desconcertados. Mayura se había ido sin decir ni una sola palabra y por si fuera poco iba furiosa ¡Furiosa! Y lo peor, era que ni siquiera sabían por qué.

Mayura siempre había sido alegre y hacerla enfadar de verdad era difícil. Solía ser demasiado amable. No obstante, cuando se enfadaba no había quien se interpusiera en su camino. Nadie querría.

—Déjenla en paz... por un tiempo —comentó Benio viendo en la dirección que Mayura se había ido—. Me gustaría preguntar pero... —Le echo una ojeada a Shimón—. Veo que no tienes idea... de lo que pasó.

—No estoy seguro...

—Hablaré con ella... más tarde. Por ahora... será mejor que se tranquilice.




Mayura iba que echaba chispas por doquier. Todos en la casa Amawaka se asustaron al verla así. Definitivamente, era la hija de Seigen, pensaron todos aquellos que la vieron de esa manera.

Mayura se dirigía a su habitación, pero antes se encontró con Ciel. En ese momento, su ira se apagó un poco y otro sentimiento se instaló más fuerte en su pecho. Ciel al verla de esa manera se sorprendió e inmediatamente frunció el ceño.

—¿A quién debo matar? —preguntó seria sin vacilar. Nadie haría sufrir a su hermana mayor de esa manera sin atenerse a las consecuencias. Mayura parpadeó confundida y todo lo que había sentido hasta hace unos segundos, se esfumó. Sin poder evitarlo, soltó una risita.

—No te preocupes —Mayura le sonrió sinceramente. A pesar de todo lo que ella sentía, quería que su hermana pequeña fuera feliz, aun a costa de su propia felicidad. Antes que Ciel dijera algo, Set apareció con Nina.

—Ciel, nece... —guardó silencio al verlas ambas. Sospechó que algo sucedía y que era importante.

—Espera un momento...

—Ve —La interrumpió Mayura con una sonrisa—. No te preocupes por mí, no es nada importante. Además, parece que Set quiere decirte algo importante.

Ciel miró de reojo a Set, y ciertamente era así. Pero no dejaría a Mayura.

—Iré a mi habitación, si quieres hablamos más tarde —mencionó para convencerla—. Quiero estar sola un momento —agregó con eso sabía que Ciel no tendría más opción que aceptar y así fue. Acepto a regañadientes.

«Eso estuvo cerca... No sé cómo le diría a Ciel esto...», pensó entrando a su habitación.

Por otro lado, Set, Ciel y Nina —que estaba jugando— se encontraban en el jardín. Estaban en silencio, hasta que Set suspiró y habló.

—Ciel, necesito pedirte un favor —dijo tranquilo y serio.

—Te escucho —dijo de manera expectante.

—Entréname, por favor.

Ciel frunció el ceño levemente y lo observó completamente seria. Set le mantuvo la mirada, determinado.

—Me niego —contestó inmediatamente, con cierto tono de frialdad. Cosa rara, ya que tanto a él como a Nina, jamás les había hablado así. Las pocas veces que lo había hecho era por las circunstancias y aun así, se aseguraba de no hablarles así.

—¿Por qué? —pregunto con el ceño fruncido y un leve tono de desesperación que Ciel pudo notar.

—Entrenarte solo conllevaría a exponerte al peligro. Conociéndote, también lucharías —Lo miro fijamente por uno segundo y añadió—. No pienso exponerlos al peligro y mucho menos, cuando aún no eres capaz de dejar salir lo que sientes.

Una lucha sin héroes. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora