Doce

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Aún reposando sobre su cama, mirando al techo, siente que el aire se le va.

Estuvo unas dos horas más con esos chicos y luego se fue con Stan y Butters, porque con su madre acordó hasta las cinco, máximo y cuarto.
Stan le preguntó si estaba bien, porque lo notó perdido y él se limitó a mentir: asintiendo con la cabeza.
Bah: mentir, no mentía. Estaba bien físicamente y mentalmente también, más o menos, pero no sabía por qué de repente se sentía tan vacío.

¿Dónde quedaron sus amigos? ¿Sus sueños? ¿Sus rezos y palabras tan calculadoras? ¿Dónde quedó él?

Todo quedó con aquella conversación con Cartman, quedándose callado el resto del día. Y aún estando callado en su cama, mirando el techo.

Ya cenó, sin dar detalles de la salida; ya se bañó, hundiendo su cabeza en el agua para mojar sus rulos y para ahogarse en la sensación de vacío por un rato.
Pero no se mataría, obvio no. No sería capaz esta noche.

La ventana sonó unos segundos, supuso que sería el viento que impulsaba una rama a llamarlo a través de unos golpecitos suaves pero irritantes si pretendías dormir.

Dormir.

¿Hace cuánto no lo hacía de verdad? Lo único que hacía era cerrar sus ojos y luego abrirlos para seguir su día.

Hace mucho que no soñaba al dormir o sentía que su cuerpo de verdad descansó: o al contrario, que su cuerpo se cansó de descansar y por eso descansaría un poco más.

Se sentía tan ajeno, tan raro. Sentía que le susurraban en el oído algunas cosas que no entendía, nombres que conocía u olores que reconocería.

Todo esto era anticuado, era una sensación ambigua que le tanteaba el alma.

Otro golpecito.

Definitivamente no podría dormir o quizás acostumbrarse lo suficientemente rápido a esos golpes. Quizás lo mejor era ahogar su oído, pero cada vez que lo hacía: terminaba agudizándolo.

“No es mi intención” se justificó, y no solo hablando de su oído.

Cerró sus ojos para intentar conciliar el sueño, el día fue largo para él: muchas emociones. Aún le tenía miedo a Kenny pero ya no insistía tanto en acercarse.

Y Cartman lo notaba raro, más sofocante o misterioso. ¿Por qué su ojo marrón era tan brillante y el azul no? Pensó que sería un ojo de vidrio pero tampoco se explicaba.

Otro golpecito más.

Lo distraía. ¿Quién? Cartman, ¿quién más? Le atraía con una profunda curiosidad, como si no entendiese qué sucede realmente. Se sintió agotado en muchas ocasiones respecto a él pero titubeó al instante.

Pero Kenny más. Kenny y Cartman, el dúo de relación abierta no tanto.

Espera.

¿Y cuando fue a los baños? Eso fue raro.

En ese momento le dijo a Cartman que iría al baño, y este lo acompañó, esperándolo afuera con las bolsas.

Al entrar, logró percibir a dos cabelleras rubias besándose y algo azul también.

Cuando hizo sus necesidades y salió, logró ver a Craig lavándose las manos, mirando algo desinteresado a Kyle como si ya lo hubiera notado.

De un cubículo salió Kenny con algunos chupones en el cuello y los labios hinchados. Se sorprendió pero decidió no relacionarlo como tal, porque Craig no tenía los labios hinchados y no tenía chupones.

Pero cuando salió del baño, se encontró con Tweek hablando con Cartman, riendo. Él sí tenía los labios hinchados y la ropa más desarreglada de lo normal.

“—No sabía que les gustaba jugar al ping pong.” Bromeó Cartman, en ese momento no lo entendió. Ahora sí.

Un golpe en la puerta lo inquietó.

—Kyle, buenas noches —se asomó su hermanito: Ike. Se animó a sonreírle como pudo y se sentó en la cama para recibirlo.

—Buenas noches, ¿sucede algo? —siempre le pareció raro el cómo el buenos días o buenas tardes podían ser saludos, mientras que el buenas noches, sonaba a despedida.

—Solo vi algo desde mi ventana... Y pensé que podrías fijarte —justo cuando Kyle estuvo apunto de pararse para ayudarlo, Ike se adelantó: —pero veo que ahora lo tienes tú. Así que descansa. Que no te coma —y sin más salió con una expresión neutral pero con picardía.

Kyle se quedó quieto, con los ojos bien abiertos y despabilado. Se aferraba a las sábanas con sus dedos, como si dependiera de ello, y se mantuvo aún en el aire: decidiendo si levantarse o no.

Se sentó en su cama, dejando caer su peso con extremo cuidado, como si algo pudiera lastimarlo si hacía un movimiento brusco. Agudizó su oído esta vez, buscando escuchar algo que fuese ajeno.

Otro golpecito.

Y ahí cayó en cuenta: las ramas no suelen golpear su ventana.

Se heló. Quiso morirse. Quiso llorar. Sintió un nudo en su garganta por el miedo y soltó las sábanas, como si aquella cosa en su ventana pudiera matarlo por apretarlas de más.

Quiso darse vuelta, pero dudaba demasiado.

Otro golpecito.

Esta vez no hubo una distancia de tiempo larga como en otras ocasiones. Y aparte fueron dos golpes y más fuertes, causando que Kyle soltara un jadeo entrecortado.

Se levantó finalmente, despacio y se giró, logrando ver aquellos ojos bicolores.

No entendía cómo Ike pudo estar tan tranquilo al decirle que ahora estaba en su ventana.

DETENTION | KymanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora