Treinta y siete

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"¿Podemos simplemente ser honestos?".

Wendy siempre fue una persona inteligente y orgullosa, priorizando los derechos y deberes sobre todo, e incluso promoviendo el feminismo en todo su esplendor.
Fue alguien insegura en su pubertad, sin sentirse tan atractiva cada que se veía al espejo y apretando la barriga para que no se note de más, o poniéndose relleno en su sostén para que se vea más de lo que es.

Nunca se llevó mal con sus padres. Su madre siempre fue bastante comprensiva y promovió los logros de la inteligencia de su hija.
Si bien hubo una época donde Wendy dudó sobre su género, terminó quedándose como una mujer cis, logrando entender que empatizaba con la comunidad trans y la LGBTIQ+. Siempre se impulsó a explorar su sexualidad: se acostó con chicos y chicas, y aunque la llamaban "puta" por querer conocerse, se mantuvo firme siempre.
Aunque estuviera con muches chiques -como diría ella-, siempre tendrá un flechazo por Stan, su mejor amigo.

Ella es la líder de las porristas y el club de debate. Bárbara -o Bebe-, al segundo al mando en el deporte de animadora, siendo el apoyo central de Wendy y de otras compañeras. La rubia también fue juzgada por muchos compañeros por su curiosidad sexual, casi ninfómana de hecho, pero Wendy la defendería miles de veces, incluso la impulsaría a salir con Clyde, uno de los jugadores de fútbol americano del instituto.

Stan siempre estuvo para ella. Se conocieron en la escuela y siempre fueron compinches, contándose todo y saliendo a fiestas.
Recordaba estar parada, con los brazos hacia arriba, mirando el cielo y sintiendo el viento impactar contra su pelo, para luego bajar la vista a Stan que conducía ese auto.
Ella estuvo enamorada de él, y él de ella. Y ambos lo sabían. Pero nunca se animaron a más. A excepción de las fiestas, donde se desconocían y se besaban, y se acostaban y se daban lo que nunca se dieron. Luego en el instituto, se sonreían como si fuese un secreto, uno que todos sabían, pero que era divertido así.

¿Por qué nunca se juntaban? Porque tenían miedo. Miedo a admitir la verdad y que todo se arruine entre ellos. Por eso, siempre estuvieron con un vaivén.
Él soportaba ver a Wendy con todos sus novios de turno, pero él sabía que en las fiestas, que cuando estaban solos en la oscuridad del cuarto de ella; ella era solo suya.
La cadera de ella, sujetada con fuerza por él, aferrándola a él. Los labios de ella, siendo comidos por él, aferrándola a él. Su cabello, que no importa si está corto, largo, siempre será tirado por él cuando estén juntos en la intimidad.
Porque siempre estuvieron juntos en la intimidad, pero eran amigos en la exposición del sol y del instituto.

Cuánta más la relación y los años que pasaban juntos, más secretos eran desvelados por ellos. Se contaban todo. Aún más aquel 13 de septiembre cuando apareció en mitad de la lluvia, en mitad de la madrugada, en la puerta de Wendy. Ella lo miró aterrada al ver la cara enrojecida de él, con su labio partido y su ojo morado.

"¿Por qué tenés las manos sangrientas?" le preguntó con cierto miedo de que él se hubiera metido en una pelea. Y ahí se enteró de todo lo del señor Marsh. Wendy lo escuchó, sentada en frente de él en la cama. Y dejaron de ser dos amigos que se tenían las re ganas, y empezaron a ser dos íntimas personas explicando sus miedos y verdades.

Desde entonces, Stan suele quedarse en la casa de Wendy menos algunas excepciones.
La madre de Wendy no pregunta, pero sabe la verdad que ambos son algo pero nada a la vez.
Ellos no necesitan definirlo porque se aman y lo saben, y son fieles entre sí.

"Papá quiere llevarnos a la granja" pronunció Stan con tristeza, mirando al horizonte. Estaban en el techo de la casa de Wendy.
Tuvieron miedo de nunca más verse y terminaron de acuerdo de escaparse, o que él se escape a la casa de Wendy. Los padres de Stan no se interesan por él y sus amistades, así que no sabrían nada.
Stan tiene miedo por su madre, pero ella se nota permisiva, y si decide seguir con la vida de sumisa, no la va a forzar, aunque ya le haya insistido.

"Si vienes a casa, nos ennoviamos" se sonrió la muchacha. Stan se rió levemente y asintió, sabiendo que era trampa: porque sí o sí iba a mudarse a la casa de ella.

En la noche, Wendy habló con su madre y explicó la situación, y obviamente su madre accedió al instante.

Stan volvió a los días con sus maletas y el rostro ensangrentado. Wendy tragó saliva y le acarició el rostro, besándolo con tal de cuidarlo.

"No vuelvas" le suplicó con voz baja ella, a lo que Stan sonrió. "Te llevaré al psicólogo y te llevaré a un lugar de rehabilitación para que dejes el alcohol, pero me aseguraré que estés bien" le susurró y sollozó por miedo a perderlo. La última vez que él intentó suicidarse, corrió al hospital y le suplicó que no se fuera, le admitió que lo amaba y le exigió que no se fuera. Él asintió y le acarició su mejilla también.

Él nunca lo denunciaría porque al ser un pueblo, todos sabrían, y Randy mataría a su madre y a él.

Desde entonces, Stan está en la casa de Wendy, esperando que no aparezca su padre a llevárselo.

DETENTION | KymanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora