Treinta y nueve

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Cuando nuestro amor murió
Todo mi sistema interno fue al funeral

Y mi corazón era el ataúd

Kenny vestía de negro con un semblante serio. Varios alumnos estaban allí también vestidos de negro, mirando las fotos de Leopold Stoch, no de Marjorine. Incluso ella murió siendo él. Siendo lo que no sentía. Siendo lo que no era.
Kenny se sentía impotente porque los padres de él lloraban, aparte le hicieron un funeral. Todos se acercaban a la pareja y les daban las condolencias. Si bien, ella se suicidó, ellos la mataron. La mataron con los abusos, con la ignorancia, con la negligencia.

Cuando nuestro amor murió
No lloré pero tampoco dije nada
Porque estaba de luto

Eric se acercó lento a Kenny y le dio unas palmadas en el hombro, entendiendo su situación. Kenny contuvo su nudo en la garganta y apretó los puños. Quiso aguantarse. Quiso no gritarles a los padres.
No podía culpar tampoco a Marjorine, ella se lo había dicho y ambos habían accedido a la decisión, porque se suponía que Kenny la entendía. Pero Kenny no estaba dispuesto. Marjorine no va a revivir y volver a sus brazos, a ser suya. Y Kenny no sabía si podía soportarlo.

Él estaba contento igual por la decisión de ella, porque ella controló su vida y decidió finalmente qué hacer con ella. Sabía que muerta nadie la iba a tocar. Sabía que ella moriría siendo de Kenny, no de su padre. Sabía que muerta, en escencia, moriría como Marjorine.
Por eso, cuando se subió a su cama y se ató su collar, traía su mejor maquillaje, las uñas pintadas y su peluca rubia. Traía su mejor vestido blanco y los labios pintados.
Pero sus padres, cuando la vieron, lloraron desconsolados, no porque estuviera muerta, sino porque murió siendo mujer y no lo que ellos querían.

Cuando nuestro amor murió
Yo morí

Mi mente fue el pastor que rezó por nosotros
Y tú, la que cavó la tumba
Pero la tumba ya estaba hecha
La hicimos juntos cuando firmamos el testamento el día que nos conocimos
El día en el que nos prometimos que nos amaremos, hasta que la muerte nos separe

El sacerdote comenzó a hablar, todos sentados en esa iglesia, y empezó a explicar lo bueno que era Leopold y su inocencia. A Kenny le hervía la sangre y no pudo evitar contener las lágrimas, recordando cómo se intentaba aferrar a ella en la camioneta. Y también recordó cómo se entregaron el uno al otro bajo el atardecer en la colina llena de nieve.

“Tengo un poco frío” pronunció Marjorine desnuda bajo a Kenny. Él tragó saliva y besó su nariz.

“¿Quieres que pare?” le preguntó. Ella negó, y le acarició el cabello sudado y grasoso que Kenny tenía.

“No, por favor, sigue”. Kenny acató y levantó la pierna de ella, moviéndose con suavidad. Era tierno. No era como el padre de Marjorine. Pero bueno, era distinto: Leo murió siendo de su padre, pero Marjorine: la que siempre era de su padre también, murió siendo de Kenny. Ya no era inocente, dejó de serlo hace mucho, pero esta vez había sido la decisión de Marjorine. Se besaron en los asientos traseros de la camioneta vieja de Kenny. Se acurrucaron entre la manta que Kenny había llevado expresamente para ella, y le sonrió porque sabía que ella tenía el labial rosado corrido, y él tenía manchada su boca de tanto besarla. Había sido dulce y en todo momento le había dicho que la amaba, que viviría por ella, y fue una promesa: nunca más se iba a intentar suicidar, nunca más iba a fumar, nunca más iba a intentar morir de cualquier forma, todo por ella.

Pero lo que murió, fue nuestro amor
Y cuando murió, nosotros morimos

Y no nos cremarán
Porque el fuego de nuestro amor, será las cenizas que quedarán de nuestra separación

Kenny pidió subir a dar unas palabras, porque sus padres ya habían pasado, diciendo mentiras, cosas que Leo hacía, pero no ella, no su conejita. Él subió los escalones y se posicionó, mirando a el cuerpo sin vida de Leo en el ataúd. Tenía un semblante triste. Kenny se angustió y empezó a hablar:

—Leo… no existió nunca —pronunció, dejando a todos confundidos. —Era Marjorine, una mujer trans que murió siendo abusada sexual y físicamente por sus padres. —El pastor empalideció y los padres de Leo se miraron. —Yo siempre la cuidaba e intentaba sacarla de ese infierno, incluso le ofrecí huir a Las Vegas. Pero para ella, la única forma de ser libre: fue muriendo, suicidándose. Yo no quería, pero debía apoyarla en todo, porque al final de cuentas, era su decisión. Era la primera, última y única decisión que ella iba a tomar en toda su vida.

El señor Stoch se levantó de su asiento y comenzó a acercarse amenazante a Kenny.

—Ella no era mi amiga, ni mi novia: era más que eso, era mi mujer, el único amor de mi vida. Yo nunca fui puro, y me he entregado a mucha gente, pero para mí, yo siempre seré de Marjorine. Seré de ella y nunca más me entregaré a ella. Viviré por y para ella. Por su recuerdo.

Cuando subió los escalones, el hombre apretó los puños, escuchando las palabras del rubio de dientes torcidos.

—Por su amor, por su vida y por su muerte. Todas dedicadas a mí. Ella prometió morir por ella y yo prometí vivir por ella——Cuando se giró, el señor Stoch lo agarró del cabello y le dio la cabeza contra el micrófono. Todos se asustaron ante esa violencia y más por la cara ensangrentada de Kenny. Pero él no iba a ceder a esa violencia. A ese mecanismo de defensa. —Ella nunca moriría siendo tuya, quizá Leo sí —lo enfrentó, haciendo que el hombre se detenga. —Pero Leo no existe, era solo lo que ustedes querían que él fuera: su experimento. Su mentira. —El hombre volvió a golpearlo y el sacerdote se acercó asustado con tal de separarlos, pero ya estaba cansado. El padre de Leo comenzó a golpearlo más fuerte y la nariz del rubio se partió. Kenny no se esforzó en defenderse, solo cerró sus ojos y accedió a los brazos del que le quitó la vida a su amor.

Y en el entierro, te vi ahí, parada, con las flores que un día te regalé y que iban a ser enterradas
Fui a ti y me deseaste tus condolencias, y lamentaste nuestra pérdida

Cuando Kenny volvió a abrir los ojos, estaba parado en las nubes. Tenía el rostro como siempre lo tuvo y sin rastros de dolor. Caminó entre la paz de Dios y miró las rosas blancas.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Dios, mirándolo caminar suavemente. Kenny sonrió y se giró a mirar a su viejo amigo.

—Vine a hacer una visita.

—Es la primera vez que me pides un favor que no sea morir definitivamente. —Se rió la criatura y Kenny sonrió sin arrepentimientos.

—¿Ella está aquí? —preguntó para confirmarlo, a lo que Dios asintió.

—Sí, lo está. Está escuchando lo que dicen los mormones en el altar. —Señaló el jardín del Edén donde había un grupo de personas rezando, incluyendo a una rubia de vestido blanco.

Y ahí, lloré,
lloré como nunca más pude,
lloré en tu hombro

Kenny no se apuró en ir, porque no tenía apuro como cuando ella vivía. Se acercó y cuando la llamó, ella se giró y sonrió.

—Kenny… —susurró y se acercó a él lentamente.

—Marjorine… —susurró también y la tomó de la cadera, besando sus mejillas. —… Te extrañé.

—Yo también, pero espero que no te hayas suicidado para verme —se quejó. Él negó.

—¡No, nunca! Solo tuve una charla con mi suegro. —Se rió, a lo que ella negó con una leve preocupación.

—¿Qué harás ahora? —le preguntó.

—Vivir… Vivir por ti. —Y sin más la besó.

Y ahí, nuestro amor murió
Y ambos faltamos al funeral
Porque nuestro amor puede morir, pero no lo hizo
Y mucho menos, la promesa de nuestra unión.
Así que no, nuestro amor no va a fallecer

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Q lindo cap. El poema q está durante el capítulo, fue hecho por mí.
Espero que les haya gustado.

Nos leemos!

DETENTION | KymanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora