Ella.
Esa no era yo. Estaba cansada, hecha un lío con el pelo enmarañado y aires deprimentes. Tomé mi bolso y lo colgué en mi hombro, como todas la mañanas.
Mi vientre abultado no se notaba demasiado pero podía sentir como crecía cada día más. Estoy acorralada.
Ahora ya no.
¿Dónde estoy?
No conozco este lugar.
Parpadeo.
-Dígame dónde está mi hijo.- escucho una voz, casi susurra.- ¡Vamos dígamelo!
La cabeza me da vueltas. ¿Es que acaso todo pasa así de lento siempre?
Vuelvo a parpadear.
-¿Cómo has podido? -Justin sigue mirándome con los ojos llenos de lágrimas. No lo entiendo. Quiero correr. Puedo verme petrificada. Ahora se aleja negando con la cabeza.
Y vuelvo a abrir y cerrar los ojos.
Y estoy sola. Completamente.
Abro los ojos de golpe. Siento mi camiseta pegada a mi espalda por el sudor y un frío aire golpea mi cara. Las luces se prenden y veo a Justin entrar a la habitación sin camiseta y con un par de pantalones colgando de sus caderas. Corre hacia mí y toca mi frente. Su cara cambia rápidamente.
-Maldición, estás ardiendo.
Siento mi garganta cerrada y quiero hablar. Las lágrimas están acumuladas en mis ojos pero ninguna resbala. Justin vuelve a la habitación con un vaso de agua y una vasija, las pone en la mesa de noche.
¿Qué ha sido eso?
Quiero gritar y llorar y salir corriendo de aquí.
Quiero esconderme.
-¿Estás bien? -Pone sus manos a los lados de mi cara y me mira a los ojos. No puedo soportarlo así que bajo la mirada. Asiento.
Hace a un lado la boca.
Me hace una coleta con sus manos, es un poco torpe pero lo logra. Veo que busca entre los cajones y saca un calcetín, luego lo sumerge en el agua y lo exprime. Me mira y yo a él. Pone el calcetín mojado en mi frente y es un sensación divina. Lo desliza lentamente hasta mis mejillas y así por todo mi cuello y nuca.
-Llamaré a un doctor.- Me dice con la voz roca. Niego con la cabeza. Chasquea la lengua.- ¿Tienes termómetro?
Me levanto pero él no me lo permite así que señalo el baño. Unos segundos después vuelve con el termómetro y lo pone en mi boca.
-Bo quiedo que llabes a un boctod.- Digo y espero que me haya entendido. Voltea a verme y me quita el termómetro.
-Tienes treinta y ocho.- comienza a sacar su celular.
-Por favor.
Suspira y se sienta en la cama.
-No me siento mal.
No me hace caso y marca un numero.
-¿Hola?... Sí, siento llamar a esta hora, hmmm, Brooklyn tiene fiebre y no quiere que llame al médico... treinta y ocho.- Me mira.- ¿Si? Vale, lo haré... Hmmm no, no está pálida. -tapa el micrófono y me mira.- ¿Te duele algo? -Niego con la cabeza.- Dice que no. Está bien, gracias, siento haberte despertado, mamá. Sí también yo, no te preocupes hablamos al rato. De acuerdo, buenas noches.
Tira el teléfono el la cama y pone su manos en sus caderas. No puedo evitar ver su torso desnudo.
-Dice que es normal que te suba la temperatura.