❝𝐋𝐚 𝐜𝐚𝐬𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐠𝐫𝐢𝐭𝐨𝐬❞

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El sol estaba en su punto más bajo cuando salí de la sala común con una bufanda en mis manos, lista para enrollarla alrededor de mi cuello.

Este día no había sido el mejor de todos, en realidad, muchos de mis planes no funcionaron como por ejemplo cuando quise reunirme con Remus a hablar con él. Cuando llegó la hora de estudio, lo esperé y esperé en nuestro rincón de la biblioteca, pero nunca apareció. Por suerte, tenía en la mesa mis materiales por lo tanto terminé gran parte de mis deberes para la próxima semana, pero aún así, sabía que debía revisarlos antes de irme a acostar puesto que estaba pendiente de cualquier ruido, esperando si era Remus el que se acercara, pero nunca llegó, por lo tanto, no tuve la concentración necesaria para hacer un buen trabajo, y es por esto mismo que debía revisarlo.

Segundo, he querido evitar gran parte del día a Sirius, puesto que no tenía ánimos de verlo o de hablar con él. Lo único que ha sucedido, es que me lo he encontrado en todos lados. Me ha hablado en el almuerzo, y después me estuvo siguiendo por el pasillo cuando me dirigía a mi última clase del día, y como si fuera poco, estuvo esperándome en las mazmorras cuando estaba yendo hacia mi sala común.

Obviamente, lo ignoré, pero no sabía hasta cuando seguiríamos con este juego, puesto que mañana tenía casi todo el bloque de la mañana y las últimas clases de la tarde con Gryffindor, por lo tanto, debía hallar alguna solución para nuestra situación. Sabía perfectamente que algún día, volvería a estar bien con Sirius, que este dolor lo superaría, pero mientras tanto, quería tener un tiempo para mí. Quería identificar todas mis cicatrices que traté de ignorar mucho tiempo, y saber como sanarlas, o por lo menos, convivir pacíficamente con mis propios demonios, pero no podía hacer eso cuando tenía a Sirius respirándome en la nuca pidiéndome que le perdone.

Por lo tanto, cuando terminó la última clase, estuve gran parte de esas horas que dividían la última clase con la cena, tumbada en mi cama con la mirada fija en el techo de este mismo, pensando y tal vez, dormitando ya que me encontraba calientita envuelta en el edredón de mi cama como si fuera un gusanito. Hubiera estado mucho más cómoda si hubiera estado vestida con mi camisón para dormir, puesto que es incómodo estar acostada tratando de que la falda no se me arrugase.

Aún no sabía qué fue lo que me motivó salir de la cama. No estaba segura si era porque mi estomago rugía por algo de comida, o por el simple hecho que vi el reloj que estaba colgado en mi dormitorio, dejando ver que ya estaba anocheciendo, por lo tanto, a las corridas, saqué la bufanda del baúl y me coloqué torpemente la túnica del colegio para salir de la sala común de Slytherin hacia la salida del colegio.

Aún era temprano para darle las instrucciones a los amigos de Remus sobre la hoja de mandrágora, y también para decirle a Remus lo que quería decirle en la hora de estudio.

Caminé rápidamente hacia la salida mientras me sacaba el cabello debajo de la bufanda, ya que, al ponérmela, éste empezó a picarme un poco y odiaba sentir que mi pelo se convertía en aguja de coser.

Cuando salí al exterior, el mundo se había teñido de un azul tan profundo, mientras que el cielo se prendía en llamas por los últimos rayos del sol. Las nubes, que decoraban escasamente el cielo, tenían varios colores yendo por el rosa melocotón, amarillo, anaranjado y de un rojo tan profundo como si fuera sangre.

Si hubiera tenido tiempo —Tiempo que lamentablemente no tengo—, me habría quedado parada mirando con la boca abierta el paisaje que se abría a mis pies, pero no podía desperdiciar los sagrados minutos que tenía antes que el sol se ocultara, dejando el paso a una luna completamente llena. Por lo tanto, empecé a caminar sin rumbo fijo hasta encontrarme con algunos de los chicos, pero no se encontraban en ningún lado.

Cicatrices Invisibles | Remus Lupin [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora