❝𝐀𝐧𝐢𝐦𝐚𝐥𝐞𝐬❞

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Existían muchísimas cosas que me encantaban de las clases, como, por ejemplo, el olor de los pergaminos nuevos o de los tinteros que recién han sido abiertos por lo tanto desprenden aquel olor peculiar que puede llegar a marearte si lo hueles mucho, pero que es fácil de saber qué tipo de tintura es.

También me gustaba aquella sensación de estar en un salón en lo más alto de una torre, con ventanales tan altos y anchos, permitiendo que el sol de la mañana entrara, cayendo en una dorada y cálida cascada sobre las cabezas de todos. Y si alzabas la cabeza, podías ver un montón de motitas de polvo volar de aquí para allá en una danza casi inadvertida.

Los susurros y el rechinar de las sillas sobre el suelo de madera era toda la música que podías escuchar en este salón, y eso lo convertía en algo mágico, como si estuviera en otra dimensión. Lo único que faltaba para que todo fuera perfecto en esta mañana donde mis ojos se encuentran fijos en una ecuación matemática que me permitiría saber lo que podría pasar en los siguientes tres minutos; era no tener a la estúpida de Lisa White mirando mi espalda, como si estuviera intentando quemarme la piel para llamar mi atención.

Sabía que me miraba ya que sentía aquella incómoda sensación de que alguien te está mirando. Sientes como tu piel se eriza y en cómo algo tibio e incómodo baja y sube por tu espina dorsal, hasta el punto en que en el centro de tu espalda empiece a surgir una pequeña punzada, haciendo que te remuevas incomoda en tu asiento o te empiece a generar gracia ya que aquella punzada podía provocarte un poco de cosquillas, si es que eres sensible a que alguien ajeno a ti te toqueteé la espalda, como lo es en mi caso.

Sabía que era Lisa White la que estaba mirándome fijamente, ya que, al momento de sentir aquella punzada y la incomodidad de sentirme desnuda, me di la vuelta con disimulo como si alguien hubiera entrado recién a la clase, sin embargo, cuando busqué quién podía estar mirándome, me encontré con la cara de la Ravenclaw que empezó a "odiarme" justo en el instante en que demostré que no era para nada bruta en Aritmancia, y bueno, tampoco podía ser mi culpa si este ramo no era para nada difícil. Si ella, siendo Ravenclaw no podía usar su lógica, entonces la culpa no puede ser mía si es que algunas cosas son mucho más obvias de la que tú crees.

Mientras sentía en la incomoda sensación de ser observada, había empezado a morder mi pulgar, perforando con cuidado la piel para luego arrancármela y juguetear con ella hasta tragármelo. Para algunos podía ser un poco asqueroso y para nada lindo de ver, pero para mí era un alivio hacerlo ya que así podía bajar mi ansiedad.
Algunas veces, la necesidad de morder algo o de mantener la boca ocupada era tan fuerte y lo más cercano que podía encontrar eran mis propios dedos, y cualquiera que pudiera verme, pensaría que la ecuación estaba difícil, pero no era así.

Si te sabías muy bien la regla numérica (es decir, los números de la suerte es igual a tu número de nacimiento multiplicado por el número que rige el día en que estas calculando más al que vas a calcular) junto con el significado de cada número y sus combinaciones, entonces ninguna ecuación podría serte difícil, es más, podrías inclusive superar a los tontos de Adivinación que creen que pueden saber que es lo que sucederá con tan solo alucinar con inciensos y pasar horas y horas viendo una bola de cristal que lo único que puede hacer es deformar tu reflejo.

Soy mas bien alguien que le gusta la ciencia porque es lógica pura. La magia de los números es tan real como el tiempo y si quería saber en detener el tiempo o retroceder en él, los números podían decírmelo.
Cada número bien colocado y bien leído, puede contarte muchas cosas. ¿Necesitas saber el funcionamiento del universo? Necesitas a los números. ¿Quieres saber que puede sucederle a la humanidad en los siguientes siglos? Necesitas a los números¹.

Cicatrices Invisibles | Remus Lupin [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora