❝𝐔𝐧 𝐭𝐫𝐚𝐩𝐞𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐬𝐮𝐬 𝐥𝐚𝐠𝐫𝐢𝐦𝐚𝐬❞

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Para la mañana siguiente, me levanté con mucho más ánimo del que me había acostado. La verdad, es que me dormí justo antes del amanecer después de dar vueltas y vueltas todo lo que había sucedido el día de ayer, pero aún así, me parecía sorprendente haber despertado minutos antes que el despertador sonara, más aun sintiéndome con mucha energía y con ganas incluso de arreglarme un poco.

Mi madre me había acostumbrado a que fuera muy importante para mí el tener que pasar harto tiempo mirando mi reflejo y arreglándome, pero cuando empecé a estudiar en Hogwarts, se me hacía difícil ya que las grandes cantidades de deberes y de ensayos en los talleres me mantenía ocupada. Solamente podía tener unos minutos para arreglar mi cabello si era capaz de despertarme junto a las gallinas, por lo tanto, me encontraba frente al espejo mientras me arreglaba la corbata de mi uniforme.

Todas las mañanas me hacía el nudo y la acomodaba para que estuviera siempre "pegada" a la camisa en caso de que quisiera quitarme el suéter o el blazer del colegio, pero ese día, según había oído en la radio que solemos tener en nuestros dormitorios, hoy iba a ser un poco más caluroso que los días anteriores, una cosa extraña teniendo en cuenta que en pleno verano estaba haciendo mucho frío como cuando el otoño ya se está yendo.

Mucho antes que mis insoportables compañeras de dormitorio llegaran después de haberse duchado y lavado sus dientes, empecé a ocuparme de mi cabello haciéndome una rápida trenza para luego recoger mis cosas e irme. No deseaba amargar mi mañana discutiendo con chicas que lo único que les interesaba era insultar mis piernas que de por si eran bastante delgadas.

La verdad es que no entendía mucho a la sociedad, pensé mientras salía de la sala común y caminaba hacia las escaleras y dirigirme al gran comedor.
Primero, si estas un poco pasada de peso, todo el mundo te crítica diciéndote que no eres lo bastante bonita ya que a nadie le gustan las gordas, pero si eres demasiado delgada, también te critican diciéndote que no hay "carne" que agarrar, a parte que a nadie le gustan las chicas insípidas. Entonces, ¿qué demonios quiere la sociedad? ¿Qué nos arranquemos el cabello de nuestras cabezas porque no somos siquiera capaces de hacerlos feliz?

—¡Daisy! —Una voz familiar me llamó una vez que ya estaba llegando a la entrada del comedor.

Alcé la mirada y me encontré con Lily acompañada de sus amigas.
La pelirroja llevaba el cabello amarrado en una coleta alta.

—¿Cómo estás? —Preguntó la muchacha mientras me daba un amoroso abrazo—Anoche no pude dejar de pensar en ti. Espero que hayas logrado descansar algo, aunque lo dudo, tienes unas ojeras terribles.

—Estoy bien—Sonreí sinceramente—Me dormí un poco tarde anoche. Había cosas que necesitaban ser pensadas y analizadas.

—¿Y las pensaste y analizaste como querías?

En respuesta a su pregunta, asentí con una ligera sonrisa en los labios, a lo cual la pelirroja suspiró aliviada.

—¿Eso significa que ya estás mejor?

—Sí, pero anoche sucedieron algunas cosas... Cosas muy fuertes e impactantes.

—¿Qué cosas? —Preguntó la pelirroja completamente intrigada.

Miré a las amigas de Lily, una chica de cabello rubio que siempre estaba girando alrededor de Sirius o de Remus, pero principalmente alrededor de mi primo... ¿o ex primo? Como sea.

La otra chica, de piel oscura y de un cabello un poco más oscuro que su piel, sin embargo, era demasiado guapa, mucho más que Dembe, la esposa de mi hermano.
Su piel cremosa era decorada por unos labios en forma de corazón y unas pestañas tan largas y naturales que me provocó un poco de envidia. Mis pestañas no podrían lucir tan bonitas como las suyas sin necesidad de usar una cuchara y mi pulgar.

Cicatrices Invisibles | Remus Lupin [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora