❝ℚ𝕦𝕖 𝕒𝕤𝕚 𝕤𝕖𝕒❞

203 24 9
                                    

❈𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 ⅩⅩⅤⅠ


⋯⋯⋯⋯ ↠ 𝔻 𝔸 𝕀 𝕊 𝕐 ↞ ⋯⋯⋯⋯


Sentía mis piernas como la gelatina explosiva que a Sirius le encanta, aunque claro, también podría gustarme si no intentara explotar cada vez que intento dar un bocado.
Nunca pensé que podía sentir mi cuerpo completo cuando estaba en sus brazos, ni mucho menos sentir que en cualquier momento me rompería en mil pedazos hasta desaparecer como polvo. ¿Es común creer que puedo tener el mundo y a la vez no tenerlo?

Remus me bajó hasta que mis pies tocaron tierra y después de haber estado prácticamente colgada en su cuello, sentí como la sangre volvía a fluir en mis piernas, provocando que sintiera algunos incomodos hormigueos por cada parte de mis extremidades, pero nada podía ser capaz de arruinar aquel momento tan... mágico.

Mis ojos estaban cerrados mientras que mis labios aún se encontraban en los de Remus. Su olor, su calidez, su esencia fue lo suficiente para hacerme sentir que la vida era bella y que nada podría perturbarla.

Sus manos viajaron hacia mi rostro, acunándome con toda la ternura del mundo. Pensé que moriría cuando sus labios subieron hasta colocarse en mi frente. Yo sonreí completamente satisfecha.
Por la diferencia de estaturas, mis brazos habían bajado hasta rodear su cintura. En cada momento que pasaba, nos mantuvimos unidos, intentando de sellar cada apertura que pudiera separarnos, o bueno, intentar mantenernos lo más unido posible para convertirnos en uno solo.

Remus suspiró mientras sus pulgares hacían cosquillas en mis pómulos. Alejó su rostro lo suficiente como para llamar mi atención. Inevitablemente fruncí mi ceño, no deseaba alejarme de él ni mucho menos romper lo que tanto había soñado.

—Eres tan hermosa—Musitó dulcemente.

Abrí mis ojos sintiendo mis mejillas ruborizarse. Me sentí un poco tonta. Nunca me ruborizada con nada, pero ahora me sentía tan frágil. Me sentía desnuda ante su mirada.

Sus ojos estaban devorando cada parte de mi rostro, como si estuviera buscando alguna cicatriz o una mancha. Como si estuviera memorizando cada parte de mí. Aunque estuviera equivocada, yo estaba haciendo lo mismo. Lo miré con estrellas en mis ojos, memorizando cada curva y cada pequeña cicatriz que decoraba su cara.

Sin embargo, aquel magnifico sueño o bucle en el que nos encontrábamos se desvaneció en nuestros pies, cuando un par de lechuzas chillaron, rompiendo el viento.
Ambos miramos hacia arriba cuando estas se metieron indignadas en las lechucerias. No sabía cuánto tiempo habíamos robado para este momento tan... hermoso, pero debíamos irnos y no había nada más que rompiera mi corazón que alejarme de sus brazos.

—La carta—Murmuré más para mi misma que para Remus, pero a juzgar como éste se movió, supe que me había escuchado.

El chico sonrío ampliamente y un par de hoyuelos se le marcó a ambos lados de sus labios. Nunca había visto algo tan precioso en su rostro.

—Vamos—Dijo tendiéndome una mano.

Tímidamente o, mejor dicho, nerviosamente, coloqué mi mano por encima de la suya.
Sus manos eran ásperas y grandes en comparación a las mías, pero eran extrañamente cálidas, pero no de aquella calidez que provoca que tus manos suden, sino aquella exquisita calidez, la cual te gustaría quedarte en ella por toda tu vida.

Dulcemente, él tiró de mí brazo y ambos empezamos a correr en dirección a una gran arboleda de robles negros.
Remus corría realmente rápido, por lo que tuve que esforzarme un poco más para seguir sus pasos, y si no hubiera sido porque nuestras manos estaban juntas, entonces me habría quedado atrás.

Cicatrices Invisibles | Remus Lupin [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora