❝𝐌𝐨𝐬𝐪𝐮𝐢𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐥𝐨𝐬𝐚𝐥❞

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Como todos los años, el inicio de clases siempre era un gran espectáculo.
La estación 9 ¾ con destino a Hogwarts estaba llena de nuevos y antiguos alumnos, y sus familiares los cuales se despedían de sus hijos y se encargaban que ellos llevaran todo lo que necesitaran.
Después de un tiempo, se volvía algo tedioso ya que siempre escuchabas a una mujer gritando a sus hijos solo porque olvidaron llevar sus guantes de lana, o algún que otro prefecto vuelto loco porque ningún alumno les hace caso (en realidad nadie de años superiores les hace mucho caso a un prefecto, solo los de primer año).

Sin embargo, aquel inicio de clase iba a ser especial ya que finalmente este iba a ser mi año. El año en que Daisy Blishwick conozca su lugar en el mundo y la verdad, es que estaba demasiado emocionada.

Esa misma mañana, la señora Evans nos preparó un abundante desayuno, el cual nos instó a que nos repitiéramos ya que estaríamos gran parte del día viajando y a ella no le resultaba mucha gracia que llenáramos nuestras barrigas de golosinas, por lo que las tortitas con mantequilla y las tostadas con huevo había sido más alimento que jamás había ingerido en un desayuno, y sin olvidar el vaso de leche.

Mamá siempre había sido estricta con nuestro peso, a tal punto en que me ha negado las porciones de alimento más nutritivas que podrían preparar en la cocina. Si mi madre quería que yo comiera pasta de avena y un vaso de agua, entonces esa era lo único que debía comer, y si ella se sentía cariñosa, entonces me podía permitir comer una rodaja de pan.

A excepción cuando tenemos visita, ahí tengo más libertad para comer lo que quiera, pero debe ser siempre la cantidad que mi madre quiere que yo ingiera.

Nunca había sido una molestia para mí. Digo, estoy acostumbrada a esas normas de alimentación, las cuales incluso existen en la casa de Sirius, con la única diferencia es que puedo comer lo que quiera, pero solo con la porción recomendada para alguien de mi edad. Pero el haber compartido lo que queda de mis vacaciones con Lily y saber que no todas las familias siguen esa norma fue un gran golpe para mí.

Algunas veces en la cena, la señora Evans me servía más alimentos de lo que había en mi plato y me repetía que debía terminar de beber mi vaso de leche, ya que ella decidió que yo estaba "desnutrida" y su misión en el mundo era prácticamente darme de comer para que pudiera estar sana.
Sin olvidar cuando tuvimos dos días de un sol intenso y prácticamente me arrastró al patio para que pudiera tomar un poco de sol.

La verdad es que lo había pasado muy bien y el tener que irme de esa casa casi rompe mi corazón. La señora Evans era la figura materna que jamás pensé que quería hasta que la conocí. Ella era cálida y amorosa, y por primera vez sentí envidia de Lily al tener una familia tan maravillosa.

Después de una larga despedida, el señor Evans nos llevó a la estación y se despidió de nosotras de la manera más torpe que jamás había visto, pero que a la vez era tierno a tal punto que mi corazón casi se derrite.

—Me gustaría invitarte para las vacaciones de navidad a mi casa—Dijo Lily mientras arrastrábamos nuestros carritos por King Cross.

—Eso sería genial, pero pasamos la navidad con la familia de Sirius—Suspiré—Quizás pueda pasar a visitarlos antes de año nuevo.

—Mamá se volverá loca, si le digo va a insistir que debes quedarte más tiempo. Creo que quiere adoptarte.

—¿Dónde debo firmar? —Ambas reímos.

Cicatrices Invisibles | Remus Lupin [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora