❝𝕷𝖆 Ⓛ𝖚𝖟 𝖖𝖚𝖊 𝖒𝖊 Ⓢ𝖆𝖑𝖛𝖔❞

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ADVERTENCIA: En el siguiente capítulo se presentará actos de violencia absoluta.
Si eres sensible a este tipo de contenido, recomiendo que no lo leas. De ser así, hazlo bajo tu propia responsabilidad.


●🅒𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔•🅒𝖚𝖆𝖙𝖗𝖔●


┅┅┅┅┅┅◆𝐑𝐞𝐦𝐮𝐬


Era temprano, pero no lo suficiente como para dar un paseo después del desayuno y prepararse mentalmente para las clases, pero era lo suficientemente temprano como para saber que podíamos llegar a tiempo al salón, y así habría sido si Sirius no se hubiera perdido antes de balbucear algo mientras estábamos comiendo nuestras gachas cocidas.

Queríamos llegar —al menos yo— temprano al salón para empezar a prepararme un poco, puesto que el profesor de estudios muggles había dado la indirecta que habría un cuestionario oral que ayudaría para los T.I.M.O.S a final de semestre, y bueno, yo quería estar listo con mi papel y pluma para anotar lo que fuera. No tenía ni idea lo que quería hacer después de graduarme, pero quería tener un buen puntaje en los T.I.M.O.S y en los E.X.T.A.S.I.S en mi hoja de vida.

Pero después de escuchar a Peter quejarse toda la mañana por la maldita hoja de mandrágora que tenía debajo de la lengua, más a un James intentando de sacar todo su arsenal para impresionar a Lily, ya estaba perdiendo un poco la paciencia, por lo tanto, cuando Potter ofreció ir a buscar a Sirius y dar una vuelta por ahí, no me resistí mucho ante la idea. Quizás caminar y tomar aire fresco me haga bien y así la irritación se me pasaba —no fue así, ya que Peter siguió quejándose—.

—¿Podrías parar? —Le dije a Peter cuando este empezó a quejarse por que las galletas con jalea de mora no sabía igual desde que tenía la hoja.

Peter me miró y con un encogimiento de hombros, me ignoró completamente. Ante eso, James se río.

La luna no estaba siquiera cerca, o como Peter lo llamaba, el período "lunar", como para que cambie mi temperamento, pero eso no significaba que esa mañana no me haya levantado con el pie izquierdo, y así había sido hace ya algunos meses.

Mi irritación y mi mala suerte era un pack que no deseaba tener cuando debía ir a clases, pero lamentablemente, lo que yo deseaba o no, estaba fuera de mis manos, como por ejemplo querer hablar con Daisy con respecto a lo que sucedió en la casa de los gritos.

Esa vez me sentí muy arrepentido y avergonzado por lo que pasó.

Arrepentido porque ella estaba ahí y avergonzado por lo que soy, y agregándole una pequeña pizca de miedo a su rechazo, hizo que estos meses fueran demasiado largos y horribles para mí.

Al día siguiente de ese suceso, desperté en medio del sótano en la casa de los gritos envuelto en pedazos de tela y cadenas tan pesadas con olor a oxido entrelazadas en mis piernas. Y lo único que podía escuchar y recordar, eran los gritos de Daisy ante lo que había pasado.

Esa noche no fue para nada del otro mundo, ya que gran parte de mis recuerdos era yo mismo acicalándome y lamiendo mis partes privadas completamente encadenado, o mirando el gran agujero que había en el techo permitiendo que la luz de la luna me envolviese, pero los gritos de Daisy era lo que más me perturbaban, y hasta el día de hoy, lo hacían.

Nunca la había escuchado gritar, excepto en Quidditch cuando pasaba cerca de nuestro estrado gritándole improperios a los cazadores de los otros equipos cada vez que la golpeaban.

Odiaba cuando Slytherin jugaba, y no porque sea la casa rival de la mía, sino que odiaba ver como ella era golpeada o lanzada hacia el suelo como si fuera un saco de papas.

Cicatrices Invisibles | Remus Lupin [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora