❝ℙ𝕚𝕒𝕕𝕠𝕤𝕠 𝕊𝕒𝕝𝕒𝕫𝕒𝕣❞

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❈𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 ⅪⅩ


⋯⋯⋯⋯ ↠ 𝔻 𝔸 𝕀 𝕊 𝕐 ↞ ⋯⋯⋯⋯


A pesar de haber aclarado muchas cosas con Lily e intentar dejar atrás algunas dificultades que se nos presentó en el camino, no impidió que fuera incómodo para mí intentar verla con otros ojos.
Si bien, estaba consciente que ella no era mala. Desde que supo mi secreto, en el momento que vio las cicatrices que llevo en mi alma, intentó apoyarme. Eso me llevó a la conclusión que ella tenía buenas intenciones y que, lamentablemente, yo estaba equivocada al respecto con ella.

Ahora entendía por qué Remus le tiene tanta estima a la pelirroja de Gryffindor, ¿y quién no? Ella era la amabilidad encarnada. Y a pesar de todo este cambio que estaba surgiendo dentro de mi cabeza, no impedía el hecho que siguiera existiendo una lucha en lo más recóndito de mi ser.

Desde pequeña, he sido testigo de todas las habladurías en contra de los muggles. Y no era simplemente yo, sino también Sirius presenció todos los discursos que nuestros mayores nos daba, por el simple hecho de ver un artefacto muggle y desearlo.
¿Qué culpa tendría un niño de 8 años al ver como una pelota giraba sin parar atado a un pedazo de hilo? ¿O qué problema causa porque una niña de 6 años deseaba ir a un acuario, solo porque vio un panfleto de uno en la calle?
Actualmente no sabría explicarlo, ya que el crecer con el constante discurso de que los muggles son malos e incivilizados ya era parte de mi esencia.
Sin embargo, cambiar todo aquello de la noche a la mañana era simplemente... descabellado.

Pasé gran parte de mi infancia sin cuestionar a mis mayores, dejando que sus golpes o insultos me guiaran al buen camino, solo por el simple hecho de contentarlos con una buena conducta y un par de insultos a un nacido de muggle. Pero... ¿Eso estaba bien? Y si no lo estaba, ¿por qué mis padres me enseñaron todo aquello? ¿Por qué habría de cuestionarlos?
Pero aquí estaba, sentada en mi lugar en la biblioteca, apreciando el grisáceo color de las nubes y de cómo el viento se llevaba los miles de hojas de color anaranjado.
Se podía saborear el aire eléctrico de una tormenta que se avecinaba, y cómo no. Estábamos a mediados de febrero, dentro de pocos días era el día de San Valentín, o como los muggles y algunos románticos lo llaman: El día de todos los enamorados o el día del amor y de la amistad.

Despegué la vista de las esponjosas nubes, todas repletas de agua, listas para que estas cayeran a la tierra, otorgando a algún maniático de este tipo de clima (incluyéndome) un día perfecto.
Sin darme cuenta, el tiempo había transcurrido rápidamente, motivo por el que cerré mis libros y guardé mis apuntes y pergaminos en el interior de mi bolso.
Me acomodé la bufanda con los colores de mi casa, y colocándome el bolso en el hombro, me marché de mi escondrijo de la biblioteca.

Había pasado 3 semanas desde la última vez que hablé con Remus y realmente extrañaba estar cerca de él y sentir su almizclado aroma junto con el añejo y húmedo olor de los libros. Un olor extrañamente atrayente, pero gracias a esa mezcla, añadido con el dulzor de la tierra mojada, me llevaba al Nirvana con tan solo abrir y cerrar de ojos.

En soledad, recorrí los pasillos para dirigirme a Aritmancia. Una de las pocas clases que compartía con Ravenclaw, y es que no era un ramo muy popular entre los de Gryffindor e Hufflepuff, ya que a la gran mayoría no les interesaba los números, sin embargo, era mucho mejor que la clase de adivinación.

La magia de los números dentro del ramo de las predicciones era, en cierta medida, más certeras que la adivinación en sí. Esto es debido que, dentro del destino, los números y sus fórmulas eran capaces de predecir todo lo que podría ocurrir, y gracias a ello, la respuesta de todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
Siempre pensé que llevaba un alma de científico y pues, prefería tener un dato realmente confiable que estar creyendo en habladurías de alguien que se maneja en la adivinación. Y quizás por esto mismo, por el nivel de exigencia que se pide para este ramo que lo hizo no tan... preferido dentro de los estudiantes.

Cicatrices Invisibles | Remus Lupin [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora