❝🅷𝖆𝖑𝖔 𝖉𝖊 🅲𝖆𝖑𝖔𝖗❞

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○Ⓒ𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔•Ⓝ𝖚𝖊𝖛𝖊○


┅┅┅┅┅┅◇𝐃𝐚𝐢𝐬𝐲


Sus manos eran delicadas y cálidas cuando subieron por mis piernas, hasta que se colaron por debajo de la tela de mi falda ya arrugada por su roce.

Estábamos solos, en nuestro lugar secreto (no tan secreto, para ser honesta) en la biblioteca. Su boca creó un húmedo camino de mis labios hasta mi mandíbula, y luego bajó hasta mi cuello y besar mis clavículas.

Había desabrochado los primeros botones de mi blusa y se deshizo de la corbata. No me había dado cuenta que quitó sus manos de mis piernas para seguir desabrochando mi blusa, hasta que sus dedos tocaron la delicada y suave tela de mi sujetador blanco.

Quise taparme con las manos, completamente pudorosa por aquel acto, pero quería más. Ni siquiera hice ademán de apartarlo ni mucho menos, simplemente agarré con tanta fuerza su camisa hasta llegar a creer que mis dedos romperían la tela y así acercarlo más a mí.

Cuando terminó de desabrochar mi blusa, sus labios bajaron hasta que su cálida lengua se situó en el centro de mi pecho, haciendo que mi piel se erizara de la manera más exquisita.

Era imposible evitar los jadeos que se escapaban de mis labios. Quería gritar por la sensación de su boca en mi piel. Quería decir su nombre y pedirle que no parara.

Sus manos bajaron nuevamente y se deslizaron una vez más debajo de mi falda, y no dejó de subir por mis piernas hasta que sus dedos tocaron la tela de mis bragas. No recordaba cuál había escogido ese día. ¿El color blanco que combinaba con mi sujetador, o el de las estrellitas de tiro alto? Tampoco recordaba si estaba en mis días del mes, aunque poco menos me importó.

Sus manos se colocaron a cada lado de mi cadera (aún debajo de la falda) y hundió sus dedos en la piel. Un pequeño grito se escapó de mis labios.

El dolor era soportable, pero lo que no podía aceptar más era que él estuviera completamente vestido y yo estuviera abierta a él.

Remus apartó la boca de mi piel y con un rápido y ágil movimiento, me sentó en la mesa, arrugando y tirando por todos los lados nuestros materiales, pero nada nos importaba. Estábamos juntos y el fuego de nuestro deseo era mucho mayor que cualquier otra cosa.

Él me miró con una sonrisa tan amplia que sus dientes y sus incisivos se asomaron. Lucía feroz. Él era la bestia y yo su víctima, pero estaba dispuesta a ser comida por él.

Remus se arrodilló frente a mí y abrió mis piernas sin recibir resistencia por mi parte. Me estaba muriendo y quería ser tocada por él. El chico lo sabía y me moría que él no hiciera nada.

Empezó a subir mi falda de la manera más lenta y agónica posible, haciendo que mi desesperación creciera. Lo quería a él. Quería sentir su piel con la mía y odiaba aquella lentitud por su parte, era como si... amara torturarme.

En ningún momento apartó sus ojos de los míos y su sonrisa se ensanchó aún más cuando mis dedos tironearon su cabello. Mi desesperación era tan grande que podía brotar por mis poros.

Deslizó los dedos por debajo de la tela de mis bragas y toda la sangre que corría por todo mi cuerpo subió a mi rostro con el solo pensamiento que él me estaba tocando.

Él me siguió mirando, estudiando la vorágine que me ahogaba, hasta que sus ojos se fueron aclarando hasta que se convirtieron en savia de árbol. En ámbar antigua y melosa.

Sus incisivos crecieron de la manera más exagerada e inesperada posible, pero no me importó, pues la ola de placer empezó a golpearme, haciendo que el aliento se me escapara de los pulmones. Suspiré su nombre una y otra vez mientras veía como su rostro se convertía en la de un lobo, pero no me importó.

Cicatrices Invisibles | Remus Lupin [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora