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Primer día de clase, cuarto de la ESO

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Primer día de clase, cuarto de la ESO.

Aquel recordatorio que no se apartaba de mi cabeza desde hacía unas semanas, hizo que abriera los ojos cuando estaba a punto de quedarme dormido. El día siguiente tendría que levantarme pronto, a las nueve de la mañana como muy tarde.

Simplemente un asco.

Me había acostumbrado a dormirme cerca de la una de la mañana y despertarme casi a las dos de la tarde. Era un cambio drástico, sin duda.

Me giré en la cama quedando boca abajo y con mi mejilla derecha apoyada contra la almohada, y suspiré. Tenía que dormirme lo más pronto posible, recién eran las once de la noche y se me había quitado el sueño. Comencé a imaginarme cualquier historia en mi cabeza hasta que me quedé dormido, no sabría decir exactamente a que hora me dormí, pero sabía muy bien que no había sido pronto.

Me quejé al escuchar la alarma de mi teléfono, simplemente estiré el brazo hasta tocar el aparato sobre mi mesilla e intenté apagar la alarma deslizando el dedo hacia varios lados de la pantalla. Me estresé al no poder apagarla y abrí los ojos mirando molesto el teléfono, lo cogí, y aquella vez mirando la pantalla apagué aquella alarma del demonio.

Más tarde tendría que cambiar la canción, aquella no daba buenas vibras.

Dejé de nuevo el móvil sobre la mesilla, y algo más tranquilo me acomodé de nuevo en la cama intentando conciliar el sueño. Claro que no funcionó, y algo resentido conmigo mismo opté por levantarme de la cama y prepararme para ir al Instituto.

Estaba agotado, ni siquiera sabía cómo estaría el día siguiente, cuando las clases normales comenzarían y tendría que levantarme antes de mi queridisima cama.

Me puse una sudadera encima de una camiseta de manga corta, en conjunto con unos pantalones vaqueros y algo rotos por las rodillas, y unas deportivas. Todo aquello del mismo color, negro.

Guardé el teléfono en uno de los bolsillos traseros de mis vaqueros y bajé las escaleras encontrandome con mi madre y hermano charlando tranquilamente en la cocina.

-Buenos días- dije sentándome en una de los taburetes que se encontraban frente a la encimera en la que solíamos tomar el desayuno.

-Buenos días hijo, toma, recién acabo de terminar de preparar los desayunos- dijo Haneul, mi madre.

-Se te ve muy emocionado por comenzar el nuevo curso- dijo Taeil mirándome con una sonrisa burlona.

Le miré con los ojos entrecerrados maldiciéndole en mi cabeza, sabía que aquel descarado comenzaba las clases el día siguiente, viernes, y tan solo era una presentación de unas dos horas.

Y yo, con la tan mala suerte que tenía, tendría que ir a la presentación un jueves, dos horas en aquel infierno de lugar. Y además, el día siguiente asistir a las primeras clases de aquel curso.

˚‧º·єριℓєρѕу‧º·˚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora