- ¡Mamá! Ya tengo la maleta hecha. ¿Le puedes decir a papá que me la baje?- grité desde el piso de arriba.
- No andes a voces Sira.
- Joder vale. Perdón.- me quejé.- Es que no puedo con esto yo sola.
- Ya se lo he dicho. Ahora, deja de gritar por favor.- exclamó mi madre. No entendía de qué se quejaba si ella hacía lo mismo.
Vivíamos en un duplex en una ciudad con mucha población. No obstante, mis padres no estaban muy contentos. Ellos preferían el campo y las pequeñas ciudades. Además la mudanza también estuvo provocada por el nuevo empleo de mi madre en una nueva ciudad la cual se encontraba cerca de las montañas y estaba rodeado de bosque. Según me dijeron era un sitio muy tranquilo y con buena gente.
Yo no las tenía todas conmigo. Me dolía dejar mi ciudad natal. Al fin y al cabo conservaba muchos recuerdos y amigos de este lugar. Le tenía mucho cariño.
- Aquí voy.- bramó mi padre cargando con la maleta.- ¿Llevas piedras?
- No. Llevo ropa.- Me reí al ver la cara de sufrimiento de mi padre. Él estaba bastante fuerte ya que hacía deporte. Yo hacía deporte dos veces por semana pero vamos, en comparación con lo que hacía él... No había punto de comparación.- Ya sabes que tengo mucha ropa.
- Aún le queda otra más pequeña en la habitación.- comentó mi madre.
- Igual con esa puedo yo.- añadí subiendo las escaleras de nuevo para coger lo que me faltaba. Uf. Odiaba las mudanzas y empaquetar cosas para luego desempaquetar las y ordenar todo. Ya me costaba hacer la maleta cuando nos íbamos en verano de vacaciones a la playa dos semanas pues para esto, imaginaros; el doble.
- Nada cariño. No te preocupes. Te la bajo yo.- mi padre pasó por mi lado y me depositó un beso en la frente.- Vete subiendo al coche.
- ¿Ya está todo?
- Si. .- contestó cargando con las últimas bolsas.- ¿Tienes ganas de ver la nueva casa?
- Más o menos. Voy a echar mucho de menos a mis amigas de aquí.- murmuré. No tenía muchas pero las que tenía, consideraba que eran de verdad. Nunca me habían fallado y siempre nos apoyábamos entre nosotras. Con ellas siempre me sentía como en casa, agusto, podía ser yo misma.
- Lo sé.- dijo él.- Pero ya verás como allí haces nuevos amigos. Hay gente muy agradable.
- ¿Cómo lo sabéis? ¿Solo por vuestros amigos estos?
- ¿Quiénes Luis y Carmen?
- Si. Los que viven allí.- Le seguí hasta el coche.
- Pues si hija. Ellos dicen que el vecindario no está nada mal. Nunca han tenido ningún problema. Ya los conocerás.- sonrió. Yo no tuve más remedio que resignarme. Debería ser más optimista.
Mi madre esperaba atendiendo unas llamadas dentro del vehículo. Nada más entrar nos indicó que guardásemos silencio. Seguramente era una llamada urgente del trabajo.
En el resto del viaje no hice otra cosa más que dormir y escuchar mis canciones favoritas. Adoraba escuchar música. Sobretodo escuchaba reggaeton mas había un poco de todo en mi playlist. Excepto, rock y música electrónica... me daba un poco igual que escuchar. La música me transportaba a otra galaxia. Era como si desconectase de todo. Posiblemente podía compararlo con las drogas pero esto no hacía daño a nadie, lo otro sí.
- Sira.- me llamó mi madre.- Ya llegamos. Venga despierta.- A veces su tono de voz me ponía enferma. Odiaba que me despertasen.- ¿Qué te parece?
Fije mi atención en la enorme casa de color blanco que tenía enfrente. Era muy bonita y no parecía que fuese nuestra, sinceramente.
- Igual os habéis pasado.- comenté sonriendo. No podía apartar la mirada de aquella casa. En comparación con las demás no era gran cosa ya que todas eran del mismo estilo por aquel barrio.
- Esta en la zona más así pija de la ciudad. Esto de vivir a las afueras es lo que tiene.- dijo mi madre.- Venga anda. No te quedes pasmada y ayuda a meter las cosas.
- Ya voy mamá.- bufé. Cuando entré vi todo muy bien decorado y amueblado. Realmente habían hecho un gran trabajo. Mi padre había estado mucho tiempo queriendo diseñar su propia casa y al final había sido este el resultado.- Joder. Es preciosa.
- Sabía que te gustaría. Además en tu habitación añadí los detalles que me pediste. Corre sube a verla.- Le miré más ilusionada con el tema que antes. Madre mía parecía una niña pequeña para algunas cosas. Subí corriendo.
- Es la del fondo.- gritó mi madre. Recorrí el pasillo hasta dar con ella. Me quedé alucinada. Las paredes de color lila, un armario que ocupaba toda la pared, así fijo que me entraba el mogollón de ropa que traía; la cama de matrimonio, solo iba a dormir yo pero bueno, a mi me gustaba más así. Estaba enamorada de mi nueva habitación, grande, luminosa, agradable, ... Se parecía poco a la que tenía en mi antigua casa. Las cosas iban mejorando por momentos.
- ¿Bien, no?- preguntó mi padre sonriendo. Se notaba que estaba orgulloso de su trabajo.
- Me gusta mucho.- le abracé.
- Tienes escritorio propio y todo.- añadió él.- Las vistas no son muy buenas... más no se puede hacer gran cosa con eso.- Miré por la ventana. Esta daba a la casa de al lado.
- ¿Dónde viven vuestros amigos?
- ¿Por?
- Por saber. Ya sabes me encanta cotillear.
- Ah.- se rió.- Pronto lo sabrás. Nos han invitado a comer.
- ¿Enserio?
- Claro.- hizo una pausa mientras se dirigía a mirar por la ventana.- A mi me parece que es un poco pronto. Aunque ya es tarde para decir que no. Tu madre ya aceptó la invitación.
- ¿Pronto? ¿Por qué?
- No sé... Aún ni nos hemos instalado del todo. En fin, da igual. Socializar un poco no está mal de vez en cuando, eh.
Me encogí de hombros. Seguidamente me tumbé en la cama.
- Vamos a comer con ellos, así que ponte guapa.- me sugirió moviendo las cejas.- Voy a abrir la ventana para que corra el aire.
- No hagas eso. Das miedo.- dije riendo.- Que si. No me mires así. Me quitaré el chándal.
- Perfecto. Pues a las dos salimos. Ah y acuérdate de cerrar. Es que aún sigue oliendo un poco a pintura.- informó antes de cerrar la puerta para dejarme intimidad. Observé el reloj. Apenas quedaba una hora para las dos. ¿Por qué nunca me avisaban con tiempo? Elegí por ponerme unos vaqueros negros con una camisa blanca y un chaleco con estampado de pata de gallo. En cuanto me quité la sudadera que llevaba puesta noté que alguien me estaba mirando. Una sensación extraña me recorrió el cuerpo.
Me encontré con unos ojos oscuros que observaban mi cuerpo detenidamente.- ¿Qué miras?- solté yo. El chico que estaba fumando en el balcón de su habitación tiró la colilla.
- Supongo que si me hacen un striptease así de gratis no me voy a negar.- sonrió de medio lado. Yo me tapé con lo primero que pillé.
- Ja. Muy gracioso.
- ¿Te has puesto nerviosa?- Tenía la mandíbula marcada, unos músculos bien definidos y tonificados, el pelo castaño despeinado, unos labios finos...
- No.- tragué saliva.- Solo que no sabía que me estarían observando mientras, ya sabes, me cambiaba.
- Qué vergonzosa.- se rió mi vecino.Luego extendió su mano. Estuve obligada a salir a mi terraza medio desnuda para estrecharle la mano. Tuve que estirarme para alcanzar la suya.- Soy Nate.
- Encantada. Yo soy Sira.- miré hacia otro lado. Su mirada me ponía de los nervios. Había algo siniestro en él. Y eso que debíamos tener la misma edad.
- Pues ya nos veremos Sira. Un gusto.- entró en su casa cerrando lentamente la puerta. Yo al darme cuenta de la situación en la que estaba me metí casi corriendo en mi casa. Además, terminé de cambiarme en un sitio de la habitación en el que no me vieran los vecinos. Pensé:"Muy bonita la habitación y todo lo que tú quieras pero, ¿Las cortinas dónde están?".
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Fezco y tú ( Euphoria) 💔
Fiksi PenggemarSira es una chica de diecisiete años que nunca ha roto un plato con muchas inseguridades y miedos. Llega nueva a una ciudad en la que cada uno de sus habitantes, cómo todo el mundo, tiene su propia historia con sus propios problemas. Ella no tiene...