Advertencia: este capítulo contiene escenas +18. Leer bajo su responsabilidad.
Willow.
—Demuéstrelo, porque solo veo a un hombre que huye—musité, pasando saliva.
No aparte la mirada de él ni viceversa. Sus ojos oscuros me envolvieron en ellos.
Al tenerlo de una forma tan cerca, respiré su atrapante aroma. Era el mismo que la noche anterior, por lo que el recuerdo de su piel contra la mía, calor con calor, respiraciones aceleradas, manos inquietas, todo eso pasó en un flash por mi cabeza.
Acercó su rostro, rozando nuestros labios de una forma tan tortuosa, que estuve a nada de gimotear del desespero.
Su lengua caliente y húmeda se deslizo por mi labio inferior, alargando más la situación. La diversión se reflejo en su rostro, confirmándome la sospecha de que estaba haciéndolo para molestarme.
Así que harta de su juego, tomé cartas en el asunto. O al menos eso quise hacer, ya que él terminó por pegarse a mí con urgencia.
Sus manos me sujetaron de los muslos como la noche anterior e hizo que me subiera sobre su escritorio, tirando varios papeles al suelo además de desparramar las demás cosas. Su boca aprovecho para pegarse a la mía con tanta voracidad que no me dio tiempo suficiente para respirar.
Literalmente fue un beso que me arrebato el aliento.
Agarré con fuerza su camisa, arrugándola en el proceso, tiré de la tela queriendo sentirlo con totalidad mientras nuestros labios se movían a un ritmo sincronizado y brusco, saboreando todo lo se pudiera del contrario.
—¿Sigues creyendo que soy un cobarde?
Preguntó minutos después, rompiendo el beso descontrolado por la falta de aire. Su ropa estaba toda desaliñada, más que cuando llego. La hinchazón y lo rojo de su boca delataba la intensidad con la que nos besamos.
—Aún... Aún no ha hecho nada como para que deje de pensar eso.
Le respondí con la voz entrecortada.
Una de sus manos sujetó con firmeza mi rostro, de esa forma hizo mi cabeza adelante. Pegó sus labios a los míos, iniciando un beso nuevo cargado de fiereza.
Creí que nos quedaríamos en eso, besos, pero no. Una de sus manos paso de estar mi rodilla a ascender lentamente por lo que restaba de mi pierna, colándose de a poco debajo de la falda ocasionando que una onda de escalofríos recorriera todo mi cuerpo.
—¿Quiere la señorita Russell que repita lo que hizo en la biblioteca?—espetó, rompiendo el beso.
«¿Acaso él...?». No debía apresurarme a hacer conjeturas precipitadas, por lo que me hice la desentendida.
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Insaciable © [+21]
RomanceUn club nocturno. Una bailarina exótica. Un profesor recién llegado a la ciudad de Chicago. Y un baile demasiado excitante para el hombre que creía que iba a ser una noche aburrida. ¿Qué ocurrirá cuando el profesor descubra quien es la bailarina qu...