Capítulo 27

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Clifford

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Clifford.

Mis ojos se deleitaron con la vista que me dio la hermosa pelirroja.

No solo fue ella, sino todo lo que estaba a su alrededor, todo conformaba una escenas más que perfecta a mis ojos.

Willow era magnifica, pero verla explorando lo delicioso del satisfacerse sola, fue arte.

No sé cuántos minutos llevaba viéndola, pero no podía apartar la mirada de ella, ni siquiera estaba seguro de si pestañé en algún momento. Me tenía encandilado, hechizado, completamente preso de su ser.

Respiré profundamente al momento que un fuerte gemido resonó por toda la habitación, ese sonido magnifico de su parte me hizo regresar al presente. Enfoqué la mirada en su cuerpo, tenía la espalda levemente arqueada, las rodillas juntas, su cabello revuelto con varios mechones pegados a su frente debido al sudor.

Lo estuvo pasando muy bien sin mí.

Las sábanas empapadas debajo de ella lo confirmaban mejor que nada.

—Llegaste más rápido de lo que pensé—musitó, sonriendo por el placer.

—Bueno, debía ver el castigo que mi alumna me estaba imponiendo—respondí, fijándome en la forma en que su cuerpo se sacudió.

Eso llamó mi atención, descendí la vista hasta llegar a su coño, ahí pude ver algo rosado saliendo de su interior. Finalmente comprendí lo que causaba sus espasmos.

«Con que es eso». Pensé, separándome del marco de la puerta para acercarme al borde de la cama.

Me senté con naturalidad en esta y llevé una mano al tobillo más cercano de Willow, no obstante, ella colocó su pie sobre mi pecho y con delicadeza dio un suave empujón, ocasionando que una leve risa se me escapara.

—Si estas castigado, no puedes... oh, Jesús—sus dedos retorcieron fuertemente uno de sus pezones por encima de la fina tela que apenas tapaba su piel—... no puedes tocar, Wells.

Mi camisa cubriendo su cuerpo se veía mejor de cuando yo la usaba.

—Claro que puedo hacerlo—refuté aprovechando su distracción para sujetar con firmeza su tobillo y así acercar mi cabeza a este.

—No puedes—echó la cabeza atrás—, es tu castigo.

—No—pegué mis labios a su piel con suavidad, iniciando un recorrido de besos hasta su rodilla—, tu castigo fue dejarme sin sexo.

Estaba conteniendo todo el impulso de querer posicionarme encima de ella y así devorar sus labios.

Era muy difícil, en especial cuando retiro su pierna al momento que estaba por subir los besos a sus muslos.

Despegó la espalda del colchón para así incorporarse levemente. El aroma de su perfume mezclado con el olor a sexo fue cautivador, adormeciendo mis sentidos, poseyendo mi cordura. Sus divinos pechos se hallaban a unos centímetros de mí y yo no podía tocarlos como se merecían.

Insaciable © [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora