Capítulo 33

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Clifford

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Clifford.

Removiéndome en la cama, palpé el lugar vacío donde se suponía debía estar una pelirroja dormilona. En vez de sentir su cálido cuerpo, me recibió una sensación de frescura que incentivo a mi cuerpo de no levantarse por el frío.

—¿Willow?—murmuré, con el rostro pegado a la almohada.

No recibí respuesta alguna, así que volví a hablar.

—¿Cariño?

Nuevamente no tuve respuesta alguna, así que decidí incorporarme de la cama por más que quisiera quedarme en ella.

Parpadeando para que mis ojos se acostumbrasen a la oscuridad de la habitación, me senté de a poco. Evidentemente Willow no estaba en la habitación, pero al observar alrededor comprendí que no se había marchado aún.

«¿Dónde está?».

Pasé una mano por mi cabello y luego rasque mi barbilla. No provenía luz del baño, así que ahí no estaba.

Saqué mi cuerpo de la cama, con pasos lentos me dirigí a la salida de la habitación, y ya que todo estaba totalmente a oscuras, tuve cuidado de no chocar con algo que pudiera causarme algún daño. Ya había sucedido con uno de los zapatos de Willow.

Abrí la puerta de a poco sabiendo que la luz del pasillo y la sala golpearía mi vista abruptamente. Así que una vez fuera, logré escuchar ruido proveniente de la cocina. Por unos segundos no pude distinguir qué sonido era, así que me encaminé hacía allí.

Despacio e adormilado, entré en la zona de la cocina. Ahí, vi lo que me regalo la primera sonrisa del día.

«¿Cómo puede ser tan hermosa?».

Frente a la estufa, con una de mis camisas y el cabello sujetado en un muy mal armado moño, se encontraba la bailarina más encantadora que pudiera existir en mi mundo.

En ese momento me di cuenta de la música que abundaba por la cocina, estaba en un tono bajo.

Y Willow.

Sonreí un poco más.

Willow se hallaba bailando de una manera muy cómica a la par que sus manos se movían de un lado a otro. Y antes de acercarme hasta la isla de la cocina, observé con diversión el como Burcs la acompañó dando brincos de un lado a otro cada que se movió.

Descansé los antebrazos en la mesada, y permanecí así un momento, escuchándola cantar de una forma desafinada, pero encantadora.

¡Oh, i've been shaking, i love it when you go crazy!—usó una cuchara de madera como si fuera un micrófono—. ¡You take all my inhibitions, baby, there's nothing holdin' me back!

Contuve una carcajada, claramente el canto no era lo suyo.

—Canta conmigo, Burcs—animo, soltando su cabello—. ¡You take me places that tear up my reputation, manipulate my decisions, baby, there's nothing holdin' me back!

Insaciable © [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora