13.Di mi nombre (Parte 2)

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Bouwúphl estaba rebosando en Saeya frente a todos.

El martillo de guerra que portaba comenzó a brillar con más intensidad. Las ondas moradas cubrieron su cuerpo más y más rápido. Un pelaje del mismo tono se formó en su cuerpo. Y adoptó la forma de una bestia a cuatro patas, con una melena blanca, sus dientes estaban achatados y en la frente cargaba un zafiro. El hocico y el rostro daban una apariencia canina.

Su larga cola dio un latigazo a los desprevenidos lanceros que se hallaban anonadados por lo que sus ojos veían. Un par de ellos fue disgregado en el acto junto a sus armaduras. Sus cuerpos se diseminaron como arena mojada, manchando el suelo con su vida.

Todas las armas se alejaron aun más de los dos que estaban peleando.

—Yo soy la bestia del norte. Tu destino no es más grande que el mío niño. Estoy listo para matar al dragón, ven con todo lo que tengas —Anunció Bouwúphl.

Las palabras carecían de significado para Justitia. La única bestia del norte que conocía era el dragón que asesinó Gabriel. La bestia que, según Sergius yace en letargo en las cumbres del norte.

No importaba lo que fuese o no. Solo tenía que aguatar hasta que llegaran los demás.

Justitia lanzó su espada como si fuera un cuchillo. La bestia lo esquivo con facilidad. Se impulsó por encima de Bouwúphl y comenzó a apalearlo salvajemente con las manos desnudas.

Bouwúphl rotó su cuerpo por completo para darle con la cola. Por un instante Justitia creyó que estaba a punto de atraparlo con la mano. Tomó su cegadora de vuelta saltando hacia atrás.

Los nudillos de Justitia quemaban, la rojiza carne se cubría de vuelta con piel rápidamente. Comprendió que el deseo que había formado con su Saeya Bouwúphl, causaba efectos al contacto que no comprendía del todo. Adoptó la posición de defensa con la espada mientras reunía las pocas almas que se acercaban a él.

Justitia dio una zancada con Acecho del león. Penetró la gruesa capa de Saeya que cubría a Bouwúphl. Aún con al salpico de su sangre, el enemigo no mostro la más mínima reacción de dolor.

Bouwúphl rasguñaba el aire y mordía a todo aquel que se cruzara en su camino. El jaleo de los ataques y esquivas lo llevó al centro de la plaza. Con aquella apariencia era difícil saber que planeaba o el estado de Bouwúphl.

No hallaba descanso en aquel salvaje ataque que recibía.

Pidió por una luz que cegara a Bouwúphl recordando que aún contaba con la bolsa de piedras de alma. Las almas salieron expulsadas al instante en que Justitia levanto la espada como el sol naciente de las mañanas, cegó a su enemigo mientras las piedras que colgaban en su cinturón se apagaban y consumían liberando las almas que se hallaban en ellas casi instantáneamente.

Castigo del cielo rasgó la cabeza de la bestia delante suyo creando una vez más una mancha roja en el suelo.

Fundó espacio entre los dos.

Estaba logrando hacerle frente y el hirviente odio que acompañaba su deseo no lo había consumido. Un atisbo de esperanza brilló en el rostro de Justitia. Rebozaba en sus entrañas un extraño alivio. Sus recuerdos de Jeria se marcaban en las negras paredes de la celda como dibujos lacerados. Manchaban su calma de determinación. La posibilidad de tener todo cuanto quisiera seguía ahí. «Traeré paz como en las historias, justo como Galaed. Esta vez seré yo quien se interponga en aquello que causa daño. Yo quien deseaba la fuerza más que cualquiera»

—Seré la paz que merece el mundo. El que resistirá aquí y ahora. La justicia que como hijo prometí convertirme —Anunció Justitia «Syna, amado hijo sería un buen nombre para el cachorro» Se plantó con un porte digno de los caballeros de leyenda —Bouwúphl, ahora lucho para vivir y ver el mundo por lo que es, por la libertad que me fue arrebatada... —La hirviente agua en su mente se volvió cálida, como el abrazo de Jeria —Me convertí en una bestia.

Nacido del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora