25.Una esquirla más(Parte 3)

2 2 0
                                    

Karna despertó confusa de la situación a su alrededor, podía sentir un cúmulo de sentimientos aprisionados en su pecho. La mente no le daba para pensar con claridad, todo lo que sentía era innecesario. Podía saberlo con solo un vistazo, la mujer en el marco de la puerta lo mataría dependiendo que fuera lo siguiente que hiciera con todas las almas que había acumulado. No estaba seguro si podía verlas tan bien como él, sin embargo, el tiempo apremiaba con cada segundo en que se quedara solo con sus sentimientos. «Te guiaré si ganas tiempo ―Escucho retumbar una áspera voz que reconoció como Alastor»

―Un momento... ―Dijo Karna con un hilillo de voz que esperaba fuera suficiente para la mujer. Tenía una intuición de que era lo que debía hacer para usar a las almas a su gusto. ―Por favor, solo escúchame... ―Exhaló un deseo; desprenderse de los sentimientos que cargaba, no solo alejarlos, no era suficiente. Debía enfriar su cabeza y su pecho, congelar cada uno de ellos hasta que fuesen necesarios; no para él, para los demás.

Las almas entraron incesantemente por su pecho en una helada sensación que recorrió su cuerpo y su cabeza hasta que, como una marea de voces chocó contra su mente. Lo aturdió hasta quedar apoyado en el suelo. «¡Estúpido! ¿Es que acaso quieres matarnos? ―Bramó Alastor» Quedó tumbado con un dolor que recorría hasta sus huesos, sentía la cabeza a punto de explotar y las voces, las vidas que se presentaban en sus ojos eran lamentos que prefería ignorar. «Es mejor esto, que lo que sentían antes» Pensó para Alastor, empero, aunque prefería mil y una veces sufrir dolor físico que lidiar con todo lo anterior; el rebote del deseo le daba suficiente sufrimiento para querer golpearse la cabeza contra el piso hasta que se desmayara.

Se dejó estar en el suelo, giró para ver el techo. Había hecho uso de la mayoría de las almas que se habían reunido en él, mientras que las otras desaparecieron cuando sucumbió al dolor. Recuperaba el aire a bocanadas, pero ese dolor era pasajero, ahora soportable.

―¿Y que ha sido todo eso niño? ―La mujer había dejado el marco de la puerta, intercambio el agarre de la daga entre las manos esperando respuesta. ―Como santo debes tener más cuidado si no quieres terminar encerrado junto a los brujos que perdieron la cabeza.

―¿Qué le hace pensar que aun la tengo en su lugar? ―Dio un largo suspiro intentando recordar qué había sucedido antes de que apareciera, pero luego de una larga nada, desistió. ―Me he alterado, y me he calmado, solo eso. Podemos continuar con lo que estábamos haciendo. Podría darme el tiempo de explicar algo que de igual forma no podrá comprender, o quedarse con que ahora estoy en mis 5 sentidos.

―No me desagrada esa actitud, pero la siguiente vez que vayas a hacer alguno de tus trucos sin avisar. Me encargare que darte una buena reprimenda. ―Liva colocó la daga en uno de sus muslos y antes de que pudiese empezar a ponerse en pie, ella lo tomó de la camisa y levantó con facilidad hasta dejarlo en pie. ―No me dejaste terminar antes, fuera hay una tumba, muy probablemente de Raegan. Puedes ir a revisar ahora que la lluvia cesó. Las cosas de los tres desaparecieron, solo se quedaron las monturas y la cegadora de Raegan, ah y el lobo. Descartándote a ti, solo nos queda Raezal.

La desinteresada expresión de Liva le permitió sacudirse el polvo, mientras esperaba por instrucciones. «Tiempo, necesito tiempo, ¿Alastor? ¿Qué debo hacer?» Tenía poco tiempo de haber tomado conciencia de sí mismo, pero estaba seguro de que la única forma de conseguir respuestas era escuchándolo a él.

―He visto suficiente, iré a la tumba ―Dio una zancada hacia la puerta antes de que Liva se metiera en su camino, eludió inconsciente el contacto de sus cuerpos y con un gruñido dio cuenta que estaba siendo irrespetuoso «Solo sigue mi voz ―Indicó Alastor» ―Le daré el tiempo para prepararse, además que podré revisar si es que hay algo de utilidad en ella. Algo que solo los ojos de un santo puedan ver... sin contar que la noticia me tiene consternado, seguro sabrá algo de nuestro pasado juntos. Siempre que le parezca bien dejarme esa tarea, arcángel.

Liva giró los ojos y rezongó antes de despacharlo con un movimiento de mano. «Debería haber aceptado una explicación más sencilla, la formalidad es solo una tontería» Bajó las escaleras prestando atención a cada mota de polvo que levantaba a su paso, las viejas maderas rechinaban en su camino. Y una vez abrió la puerta, una brizna de lluvia dio contra su faz, como polvo cubrió rápidamente su cuerpo. «Escucha atento, en la mochila que llevas en la cintura, encontrarás un diario, en las últimas hojas está todo lo que necesitas saber del dueño de este cuerpo, tu anfitrión. Luego lee los últimos cuatro o cinco días, normalmente te forzaría a cambiar con Luciel o alguno de nosotros, pero él no está en posición de ver esto, no hagas nada sin consultarlo antes o te enterrare en lo más profundo de nuestra mente» Karna asintió como si la vocecilla pudiese verlo y rebuscó en la mochila sin hallar nada. Antes de pensar que Alastor le estaba tomando el pelo, metió la mano de vuelta pensando en la libreta, y esta se hallaba ahí, era el único objeto dentro de la mochila.

Corrió con el cuadernillo en el pecho, la llovizna no perdonaba el tiempo en que se estaba a la intemperie. Esperaba encontrar la tumba lo antes posible, solo en caso de que Liva saliera a buscarlo. Se puso la capucha, miro a todos lados, y halló entonces un viejo manzano con las gruesas raíces sobresaliendo de la tierra, el pajizo pasto arrancado a la fuerza se amontonada a un lado; dejando ver una porción de removida y lodosa tierra. Enterrada y recostada en el grueso tronco se hallaba una espada de negra hoja y llamativos grabados en plata que llenaban la guarda. Sintió el corazón encogérsele por un instante, un nudo en la garganta, pero no un sentimiento. Algo se lo impedía. Con apremio se dirigió a la improvisada tumba y cayó de rodillas en el fango. 

Nacido del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora