16.El Senescal y la Bestia (Parte 1)

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Una hora, solo una hora desde que la amargada Edhit la había despertado del meloso sueño que había invadido a Adelayn la noche anterior. Estaba claro, no le hacía gracia a la secretaria y mano derecha de su madre que ella fuera la que iría a hablar con Sereph y probablemente los heraldos, envidiosa de la oportunidad que Adelayn consiguió y no ella. Sería hasta el punto de que su cara daba la impresión de estar siempre fruncida, anunciaba a los demás errores que rebajaba a simplezas. Por ello Adelayn no dudó un segundo a echarle en cara las escapadas que se daba para mirar los entrenamientos de Luciel y la demás guardia de la catedral. «Puede que me haya pasado con lo de quedada —Pensó para sus adentro en aquella ocasión»

Estiraba su entumecido cuerpo por los pasillos de la sede de Litae, si bien se logró librar de Edhit y su petulante compañía, en el camino se encontró con Eoin que ahora la seguía con los ojos aun cerrados, como si lo llevara amarrado con una cuerda deambulaba justo detrás de ella, y Niall cargaba las alforjas de los tres como si nada. «¿Algún día aprenderá a aceptar un no?»

Las manos le sudaban, las náuseas se apoderaban de ella como a un marinero primerizo. Esperó mucho tiempo para poder hablar con Sereph, se había preparado en todos los sentidos posibles. No con la seguridad de enfrentarse a lo que sea que se le presentara, ese miedo seguía en ella como una corriente que la llevaba lejos de su camino original. Sin embargo, aprendió y aprovechó toda la primavera para prepararse. Esa ansiedad, se mezclaba con su preocupación por Luciel, una que debía abandonar antes de que la afectara realmente.

Cilya la guió luego de una pequeña despedida ceremonial en el despacho de Maestre, la llevó hasta la habitación donde habían preparado uno de los atajos de Aenthos. Según su madre le contó, el propio emperador los creó durante la gran caza de ángeles. Una habitación completamente vacía y en la que unas losas de brillante metal, talvez plata, creaba un círculo con el lirio que representa a Aenthos.

Cuando se hallaban en los preparativos para activar el portal y esperando trajeran las monturas y los lobos, Cilya se le acercó una vez más.

—Si hubieras seguido tan insensata te habría deseado un buen viaje con una botella en la cabeza —Susurro Cilya con humor —Pero, he visto que te esfuerzas y te estas convirtiendo en toda una mujer. No te metas en muchos problemas, recuerda si ves una tormenta venir, es mejor cambiar de rumbo.

Apreciaba los consejos de ella, siempre lo hizo, pese a que en muchas ocasiones le sonaban molestos. Le recordaban el mar, y lo que había perdido en él, esta vez salía para ganar algo por sí misma. Los sentimientos se le atoraron en la garganta y hubo de hacer acopio de una suave y profunda exhalación.

—Volveré con buenas noticias —Dijo Adelayn y mordió uno de sus labios para evitar que las lágrimas se le saliesen —Puede incluso que ya haya hablado con el emperador para entonces.

—No tardes tanto...

Adelayn la abrazó casi sin darse cuenta, en una silenciosa despedida que solo fue cortada por la ruidosa nariz de Eoin al evitar sollozar. Con los colores subiéndosele al rostro Adelayn se separó lista para irse y evitando que los demás la vieran por unos minutos.

Su grupo se quedó quieto en el centro del círculo, antes de que una intensa luz los cegó por un instante.

Cuando abrieron los ojos un desaliñado hombre que dormía en un pequeño escritorio fue lo primero que vieron. Se hallaban una habitación principalmente de piedra grisácea, del mismo tamaño y con el símbolo del lirio en un platinado metal adherido al piso. Contrastaba tanto como el hombre delante de ellos, que bien podría haber confundido con un mendigo de Ilyberk.

Despertaron al hombre quien rápidamente les indicó que los estaba esperando, se llamaba Bazhenov. «Un viaje de meses en un instante Pensó al apreciar la utilidad y sobre todo todas las posibilidades que tenía aquel artilugio»

—Os ruego mis disculpas —Dijo Bazhenov en cuanto comenzó a guiarlos hasta la posada de Las alas de Mounin, donde según él se hallaba Sereph —Había creído escuchar una hora diferente, mi señor Sereph os espera con ansia. Y me ha encargado deciros que la ciudad puede parecer hostil ante Litae, sin mencionar que los caballeros de marfil y varios grupos de jóvenes pacificadores han irrumpido en diferentes ciudades. Nada que os vaya a causar problemas solo venís a hablar con él.

—No es necesario hablar en Dá'inara —Comentó Adelayn

—Insisto Señorita, no es ninguna formalidad, al final vos sois hija de un maestre no importa qué rango poseéis en Litae, merecéis el respeto. —Con una mueca aceptó las palabras de Bazhenov.

Al salir a la calle la invadió la ansiedad. Grises calles donde la gente transitaba con el ánimo por los suelos. Solo el ruido de los pasos y caballo acompañaba su camino, los vidriosos ojos de los vagabundos y las roídas capas que ocultan personas por los callejones, advertían a su grupo el peligro que existía en la ciudad. Una opaca ciudad de la que no sabía si el brillo en ella alguna vez existió o si fueron las llamas de la guerra lo que terminó por extinguir.

Adelayn reparaba en lo mínimo para no llamar la atención. A grupas de Perla ocultaba la angustia que le impedía llegar a la calma que tanto añoraba. «¿Esto es lo que deja el imperio a su paso?» Los sucios rostros de cada persona con la que se cruzaba la acusaban sin vacilar, llamaba demasiado la atención y eso mismo la hacía querer encogerse. Ga'rkin ahora con el tamaño de un lobo adulto se mantenía a su lado con la misma hostilidad de los ojos que se fijaban en ellos.

Al llegar al establecimiento, sintió como si pudiese respirar una vez más. Era una posada del equivalente de tres, y con un gentío entrando y saliendo en todo momento. Grupos de hombres vigilaban la entrada y las calles cercanas, quienes portaban chaquetas y pantalones negros haciéndolos parecer llevar un uniforme. Al pasar junto a uno de esos grupos pudo ver unas largas plumas negras sobresalir de las mancuernas de sus camisas, como grandes gemelos que llevaría algún engalanado y excéntrico noble Astyano.

Entraron anunciados por Bazhenov, y no tardaron en abordarlos un sin número de personajes variopintos, aristócratas o nobles decadentes juzgó Adelayn. Todos con olor a alcohol a tan tempranas horas del día, suspiró con la molestia que le significaba tratar con esta clase de personas. Y ofreció cordiales saludos a todos ellos sin dejar de caminar hasta las escaleras donde los esperaban para seguir.

Niall la apoyó poniendo una mala cara que apartara a las personas del camino. Y en el segundo piso los guardias, los aristócratas e incluso las criadas llamaron su atención por la piel ceniza de sus rostros, las líneas rojizas que mostraran sus músculos, como cicatrices o heridas recién abiertas. Al menos una docena de ojos como rubíes se posaron en su grupo, Haeva según le había indicado Cilya. Si fuera la primera vez que se encontraba con ellos tendría la misma reacción de Eoin, abrir los ojos asustada de que ellos fuesen Shaeyvah, tenso ante un inminente peligro. No lo culpaba, el carmín de los ojos de todos ellos otorgaba el amenazante efecto de cualquier depredador.

Se detuvieron frente a las gruesas puertas de caoba decoradas en blasones de familias, todos y cada uno escudos que había estudiado en su momento al decidir venir a Zynther, por ahora solo la mitad seguía activa en el país. Los Ethaena del blasón con la cabeza de búho, por quiénes llevaba nombre esta ciudad, eran los principales traidores que entregaron todo a Aenthos ante los ojos del país por lo menos.

Fueron anunciados una vez más por una de las criadas con ojos carmín al abrir la puerta doble, y por fin se encontró con el nuevo senescal de Zynther.

Nacido del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora